Foto: White Tree Agency by Castletown Media
Al igual que su santo predilecto, Francisco de Asís, Carlo Acutis provenía de una familia muy adinerada. Al nacer el 3 de mayo de 1991 en Londres, se convirtió en el principal heredero de otro Carlo Acutis, su abuelo, quien había salvado a una importante compañía de seguros —Vittoria Assicurazioni— de la quiebra tras el colapso del banco Ambrosiano en 1982.
Su padre, Andrea, trabajaba para el banco de inversión Lazard, pero su futuro ya estaba trazado: pocos meses después del nacimiento de Carlo, la familia regresó a Milán, donde Andrea se incorporó a la dirección del negocio familiar. La familia de Carlo, al igual que la de Francisco de Asís, imaginaba que algún día tomaría el relevo.
La madre de Carlo, Antonia Salzano, fue una mujer activa que trabajaba en la editorial familiar. Antonia y Andrea trabajaron duro: a Carlo nunca le faltó nada, salvo, a veces, su presencia. Prueba de ello son las numerosas empleadas domésticas y au pairs que acompañarán al joven Carlo durante su infancia en el espacioso apartamento milanés de los Acutis. Estas criadas, a menudo desconocidas, son parte integral de la vida de Carlo y desempeñan un papel esencial en su crecimiento y en el descubrimiento de su fe.
Como muchos italianos, los padres de Carlo eran católicos de cultura, pero rara vez asistían a la iglesia los domingos. Sin embargo, su hijo aprendió a conocer y amar a Jesús desde muy joven gracias a Beata, una joven au pair polaca. Devota del Papa Juan Pablo II, cuidó con esmero de Carlo, llevándolo regularmente a Misa, enseñándole los fundamentos del catecismo, la caridad hacia los más pobres y la devoción mariana mediante el rezo del rosario.
La vibrante fe del pequeño conmovió profundamente a sus padres, quienes gradualmente regresaron a la Iglesia. Su madre, en particular, comenzó a involucrarse activamente, trabajando para la editorial religiosa dominicana de Bolonia.
La infancia de Carlo Acutis fue la de un niño privilegiado de los años 90: consolas de videojuegos, semanas de esquí en Gstaad, Suiza, clases de deporte, viajes, dibujos animados estadounidenses… A Carlo no le faltaba nada y todo le apasionaba.
En el colegio, un prestigioso centro privado de Milán regentado por monjas Marcelinas, era un chico alegre y servicial, muy apreciado por sus compañeros. Para ellos, seguía siendo un niño «como cualquier otro». Poco creyente, aunque no dudaba en defender las posturas de la Iglesia, el joven Carlo comenzó durante estos años a asistir a Misa a diario con su madre o una empleada doméstica. Desarrolló una particular devoción por la Eucaristía: para los católicos, es la presencia real de Dios en la hostia consagrada.
Durante estos años, la fe gozosa de Carlo propició la conversión inesperada de Rajeesh Mohar, un mauriciano contratado en 1995 para cuidarlo. Acompañando a Carlo a la iglesia, este creyente hindú se sintió profundamente conmovido por la fe sincera del niño, su caridad y su conocimiento del catecismo. Tras cuatro años a su lado, Rajeesh decidió bautizarse. Carlo Acutis tenía solo ocho años en ese momento. Posteriormente, Rajeesh Mohar convirtió a su propia familia.
El primer santo “geek”
Con sus padres, el joven Carlo realizó numerosas peregrinaciones: a Roma, donde conoció a Juan Pablo II, pero también a Lourdes, Fátima, Girona y Santarém. Visitó Asís un día y se sintió profundamente atraído por la figura de san Francisco. Regresaba a menudo a la ciudad umbría. Hoy, sus restos pueden verse allí, pues el joven pidió ser enterrado en la ciudad del Poverello antes de morir.
En el año 2000, Carlo recibió su primera computadora a los nueve años. Fascinado por las nuevas tecnologías y el desarrollo del Internet, comenzó a aprender a programar por su cuenta, usando manuales, y se convirtió en el pequeño «geek» de la familia. Un día, leyó un libro escrito por su madre sobre la Eucaristía y decidió animarla a organizar una exposición dedicada a los milagros eucarísticos, un proyecto que vería la luz tras su muerte y alcanzaría un éxito mundial, incluyendo una notable gira por Estados Unidos. Al mismo tiempo, con solo quince años, creó un sitio web que catalogaba estos milagros.
Una muerte brutal y edificante
En 2006, Carlo comenzó su segundo año en el Colegio León XIII, otra renombrada institución milanesa dirigida por los jesuitas. El 2 de octubre, tuvo fiebre. Tras una semana en cama, su estado empeoró drásticamente. Sus padres lo llevaron al hospital, donde le diagnosticaron leucemia mieloide aguda, un tipo agresivo de cáncer de médula ósea. Tras ser trasladado a un centro más adecuado, Carlo comprendió que iba a morir. Recibió la comunión de los enfermos el 10 de octubre y entró en coma al día siguiente. El 12 de octubre, los médicos lo declararon muerto.
Estos últimos momentos fueron particularmente edificantes, según la investigación realizada por el Dicasterio para las Causas de los Santos. Las palabras que pronunció el joven en su lecho de muerte, en particular, jugaron un papel clave en su proceso de canonización: «Ofrezco todo el sufrimiento que tendré que soportar al Señor, por el Papa y por la Iglesia, para no tener que pasar por el purgatorio y llegar directamente al cielo».
El próximo 7 de septiembre será declarado santo.
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Fuente: Aleteia