«Vale la pena» es una frase que hemos acuñado en sentido positivo, pero al analizarla con detenimiento nos damos cuenta de que implica mucho sacrificio
Pero si nos ponemos a analizarla, entenderemos que al hablar de la «pena» implica a veces tristeza, fatiga, dolor, amargura, esfuerzo, incomodidad, tormento, vergüenza y muchos otros sinónimos que el diccionario nos obsequia para definir tan amplia palabra.
Por eso, cuando alcanzamos alguna meta que nos causa alegría profunda, este dicho cobra su verdadero significado: ha valido la pena trabajar duro, levantarse temprano, graduarse, contraer matrimonio, esperar un poco, en fin.
Y si lo trasladamos al campo espiritual encontraremos una inmensa riqueza en ese concepto: todo lo que padecemos vale la pena por alcanzar la salvación.
Vivir el Evangelio
Ciertamente, quien se esfuerza en vivir acorde al Evangelio sabe que no es sencillo ser fiel a Dios. Que atravesará por un «valle de lágrimas», como rezamos en la Salve porque las incomprensiones estarán a la orden del día.
Jesús advirtió a sus discípulos sobre lo que tendrían que padecer por su causa, pero también les aseguró que obtendrían una recompensa :
«Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo» (Jn 16, 20).
«Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33).
Por lo tanto, vale la pena seguir a Jesús y esforzarse en vivir el Evangelio, aunque ello implique exigencia, sacrificio y renuncia.
Consuélense mutuamente
Porque Dios es exigente con quienes ama, y aquel que se sacrifica, renunciando hasta a su propia vida, tiene más oportunidades para alcanzar el cielo.
No es tarea sencilla, pero nos anima la promesa de Cristo, como escribió san Pablo a los Tesalonicenses:
…los que aún vivamos, los que quedemos, serenos llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de Cristo, y así permaneceremos con el Señor para siempre. Consuélense mutuamente con estos pensamientos (1Tes 4, 17-18).