“Si Jesús lo quiere, yo también lo quiero”: con esta frase el joven Lucas Mancilha, a imitación de la beata Chiara Luce, abrazó la cruz que le fue impuesta
Nacido el 18 de mayo de 1993 en São Leopoldo, municipio de la región metropolitana de Porto Alegre, Rio Grande do Sul de Brasil, Lucas creció en una familia católica.
Pero fue a los 11 años cuando su fe se despertó gracias a una experiencia kerigmática que le brindó un movimiento de su diócesis. Desde entonces, vivió fielmente su vida de oración, buscó dirección espiritual y ejerció su apostolado principalmente entre adolescentes y jóvenes.
Lucas Mancilha estaba fascinado por la vida de los santos y soñaba con ser mártir. «Ser mártir significa ir directo al cielo, sin purgatorio», declaró con esperanza. Al darse cuenta de que Dios no lo llamaba al martirio, una profunda tristeza lo embargó. Solo se recuperó tras una intuición: «No puedo ser mártir, pero sí puedo ofrecerle a Jesús los dolores de una enfermedad».
Esta enfermedad llegaría, pero no sin antes haber tenido la oportunidad de vivir una vida extraordinariamente normal. Estudió, trabajó, participó activamente en su iglesia local, siguió su vocación, tuvo citas, se comprometió y se casó. Era un joven normal que vivía bien integrado en el mundo, abrazando la realidad, pero siempre con la mirada puesta en el cielo.
El 7 de diciembre de 2018, tres días después de descubrir su enfermedad, Lucas falleció. Antes de eso, tuvo la oportunidad de confesarse, recibir la unción de los enfermos y despedirse de sus seres queridos. Celebró la Pascua en vísperas de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, a quien sentía una profunda devoción, rezando el rosario a diario.
El velatorio, celebrado en la parroquia de Nossa Senhora das Graças, contó con la asistencia de numerosos jóvenes y se convirtió en un momento de intensa oración. El cuerpo de Lucas fue enterrado en el cementerio situado detrás de la misma iglesia.