A menudo, cuando oramos, es tentador preguntarse si nuestras oraciones realmente «funcionan» y si Dios las está escuchando.
Después de esperar pacientemente una respuesta, podemos comenzar a preguntarnos si estamos orando de manera incorrecta, o si deberíamos estar haciendo algo diferente.
La clave de la oración
Si bien es cierto que Dios contesta cada oración, lo hace de una manera misteriosa según nuestra fe en él. Él nos conoce mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos y responde a nuestras oraciones de la mejor manera posible, aunque no sea de la forma que esperábamos.
Sin embargo, si nos sentimos impotentes y comenzamos a cuestionar la eficacia de nuestras oraciones, Jesús nos dejó una manera segura de asegurarnos de que fueran respondidas en un momento oportuno. Explicó a sus discípulos la clave para aumentar el «poder» de una oración.
Cuando un hombre enfermo fue llevado ante Jesús, le explicaron que sus propios discípulos no podían curarlo. Jesús explicó por qué sus oraciones no tuvieron éxito.
«Porque ustedes tienen poca fe, les dijo. Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: ‘Trasládate de aquí a allá’, y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes. ‘En cuanto a esta clase de demonios, no se los puede expulsar sino por medio de la oración y del ayuno'».
«(Mt 17, 20-21).
Una semilla de mostaza es una semilla pequeña, por lo que Jesús no está pidiendo una cantidad monumental de fe. Nos pide que tengamos un poquito de fe.
Él dice esto porque a menudo cuando oramos, hay una gran parte de nosotros que no cree que Dios pueda hacerlo. Piénsalo un segundo.
Dios siempre responde
¿Realmente creemos que Dios responderá nuestras oraciones?
Si profundizamos lo suficiente, es probable que descubramos que nuestro corazón está dividido, y aunque esperamos que Dios conteste nuestras oraciones, en realidad no creemos que pueda suceder.
La buena noticia es que podemos pedirle a Dios el don de la fe. Deberíamos gritar como el padre del niño que fue sanado por Jesús: «¡Creo, ayuda mi poca fe!» (Mc 9, 24).
Por otro lado, si tenemos incluso una cantidad de fe del tamaño de una semilla de mostaza, ¡todo es posible!
Primicias Rurales
Fuente: Aleteia