La embajada de China en Argentina conmemoró el aniversario de la Republica Popular. | CEDOC
Por Cecilia Degl’Innocenti
Acompañado por Guillermo Francos, el embajador Wang Wei disertó en el 76 aniversario de la República Popular ante un auditorio colmado. Destacó la alianza comercial con Argentina y un mundo «multilateral y equitativo». «Acompañamos la estabilización financiera», dijo.
Buenos Aires, jueves 18 de septiembre (PR/25) .- Buena parte del arco político argentino confluyó en el salón de la Bolsa de Cereales en la que fue una demostración de poder diplomático de Beijing: la Embajada de China en Buenos Aires conmemoró el 76° aniversario de la República Popular, fundada en 1949 por Mao Zedong.
Frente a un auditorio colmado, el embajador Wang Wei desplegó un discurso que combinó cifras de crecimiento económico, orgullo tecnológico y definiciones geopolíticas en función la propuesta de «multilateralismo equitativo» que difiere del lineamiento marcado por Washington.
Este martes, el representante de Xi Jinping destacó la relación con Argentina en función de los «recientes avances» en la reactivación de las represas en Santa Cruz, cuya traba había empeorado la relación bilateral desde que Javier Milei tildó al país de «comunistas asesinos». En tanto, afirmó que China seguirá siendo «un socio previsible» y que está dispuesta a trabajar con la Argentina «para promover la cooperación en todos los aspectos». «Acompañamos la estabilización financiera», sostuvo, en relación al alivio financiero que supuso el swap de monedas poco después que La Libertad Avanza se hiciera del control gubernamental.

La magnitud de la convocatoria sorprendió incluso al propio cuerpo diplomático chino, que tomó nota del nivel de representación política pese a la ausencia del canciller Gerardo Werthein, de viaje en el exterior. Su silla vacía se hizo notar, en un contexto donde aún no se designó un vicecanciller tras la salida de Eduardo Bustamante. En su lugar asistieron el jefe de Gabinete Guillermo Francos y el subsecretario de Política Exterior, Juan Manuel Navarro, un funcionario del riñón de Luis María Kreckler (cónsul en San Pablo) que se convirtió en la voz formal de Cancillería.
El listado de asistentes fue una radiografía del tablero político local. Además de Francos y Navarro, hubo militares de alto rango y referentes de todos los espacios: Carlos Tomada, Kelly Olmos, Sabino Vaca Narvaja, Daniel Scioli, el ministro de Justicia bonaerense Juan Martín Mena y el jefe de asesores de Axel Kicillof, Carlos Bianco. Desde el kirchnerismo se palpaba cautela de cara a las elecciones de octubre, aunque con un entusiasmo soterrado frente al desgaste de La Libertad Avanza y la falta de estructura territorial del oficialismo tras la designación de un ministro del Interior sin peso político. También participaron el exembajador. Diego Guelar, y el presidente del CARI, Francisco de Santibañes.
También se vio a diputados y senadores, locales y del Parlasur, como Juliana Santillán, Martín Lousteau y Victoria Donda; y el propio Scioli, que, como exembajador en Brasil durante el albertismo, alternó su rol político con el de habitué de este tipo de encuentros internacionales. Diana Mondino, por su parte, volvió a dar el presente en un evento diplomático de escala global. Anteriormente, la encargada de aceitar la relación con los dos principales socios comerciales después de los insultos de Milei se mostró en el día nacional de Brasil.

La convocatoria diplomática fue igual de nutrida: el embajador de Israel, Eyal Sela, compartió pasillos con su par palestino; también estuvieron el japonés Hiroshi Yamauchi, los representantes de Pakistán, Azerbaiyán, Emiratos Árabes Unidos, Marruecos y Brasil, entre muchos otros. La imagen resultó significativa: mientras los invitados políticos locales se movían con cálculo electoral, el mosaico internacional reflejaba el interés global por el posicionamiento chino en Argentina.
El discurso de Wang Wei marcó la agenda. Eligió empezar por lo económico: subrayó el crecimiento interanual del PBI chino del 5,3%, habló de «desarrollo comercial equilibrado» y mostró con orgullo avances tecnológicos. «Aviones de fabricación china surcan los cielos, nuestra estación espacial está en plena operación», enumeró. Reivindicó además el rol de Beijing en la transición energética, al recordar que el 64% del aumento mundial de capacidad renovable se produjo en su país. Solo después viró hacia lo político: evocó el «inmenso sacrificio nacional» durante la guerra antifascista, reafirmó la soberanía de China sobre Taiwán y defendió la construcción de un «orden multipolar, equitativo y ordenado».

No faltaron anuncios de impacto directo en la relación bilateral. Confirmó la inminente inauguración de un vuelo directo Shanghái–Buenos Aires, la agilización de visados para ciudadanos de ambos países y los avances en un proyecto eléctrico en Santa Cruz que, según dijo, «ha logrado grandes progresos para su implementación».
En representación del Gobierno argentino, Navarro buscó subrayar la importancia estratégica del vínculo: habló de la «asociación estratégica integral», de la «creciente relevancia de China como socio comercial» y de la necesidad de «generar condiciones para que el sector privado nacional se inserte con mayor fuerza en ese mercado».
El trasfondo fue evidente. Mientras la Cancillería argentina sigue redefiniendo su organigrama, Beijing proyecta fuerza política y económica. La celebración del 76° aniversario fue algo más que un cóctel diplomático: se convirtió en una postal de la indisimulable influencia china en Buenos Aires, capaz de reunir en un mismo salón a oficialismo, oposición, empresarios, militares y un abanico de embajadores de la región, de Europa, Medio Oriente y Asia.
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Fuente: Perfil