Lanza la cadena con la que “la miseria arrastra hacia sí a la misericordia” rezando con el jesuita impulsor del Apostolado de la Oración Enrique Ramière
España, jueves 2 octubre (PR/25) — Peleas, incomprensión, muerte, enfermedad, engaño,… Las miserias que vivimos en el mundo podrían hundirnos. Pero está en nuestra mano convertirlas en oportunidad para acudir a Dios. Jesucristo puede ayudar a todas las personas que de una manera u otra sufrimos el mal. Rézale para elevar el mundo al cielo con estas palabras que el jesuita Enrique Ramière escribió en su libro Apostolado de la oración.
Oración, san Ignacio, entrega, Dios, corazón, Loyola

«¡Oh, Señor, que habéis amado a los hombres
hasta decir que vuestras delicias están en vivir con ellos!
Dilatad los senos de vuestra misericordia,
y hallen en ella asilo las ovejas errantes,
como os lo pedimos por vuestro santo amor.

No desoigáis las súplicas que Vos mismo habéis inspirado
al unirnos a Vos con los estrechos lazos de la caridad.

Infelices viajeros que peregrinamos por la tierra,
no podemos sostenernos en el camino,
sino apoyándonos en el hombro de nuestros hermanos.
Esto en lo natural;
que si miramos al orden de la gracia y al camino de la salvación,
todavía podemos menos sin la ayuda de los demás.

¿Y qué mejor ayuda que la oración,
cuyos ecos parten de todos los corazones, cual si fueran solo un corazón?

En la oración común está nuestra fuerza, y con ella somos invencibles.
Es el puente que salva un hondo abismo,
y la tabla de salvación del que navega por el mar proceloso de este mundo.
Es la escala misteriosa que toca la bóveda del firmamento,
por la que suben y bajan los ángeles,
llevando las súplicas y trayendo las gracias.

De grada en grada debemos subirla;
unos van delante, otros siguen detrás; hay que animarse y sostenerse.
Es la palanca que levanta el mundo abrumado por el peso de la culpa,
y lo eleva hasta el cielo.
Es la cadena con que la miseria arrastra hacia sí a la misericordia.
Y como con ella atrajo la humanidad al Verbo eterno,
y obtuvo la venida de su Espíritu,
ahora y siempre logrará todas las gracias.

Unidos en un haz, nuestros deseos, oraciones y esfuerzos,
ya poderosos de por sí,
lo serán mucho más estando todos unidos.

¡Oh, Jesús, que habéis dicho
que donde algunos se reunieren a orar en vuestro nombre,
allí estaréis en medio de ellos;
y que donde dos o tres se concertaren para pedir una gracia, por grande que sea, la
concederéis;
cumplid también en nosotros vuestra promesa.
Poneos en medio de nosotros, por vuestra bondad,
como nosotros nos juntamos en una oración común
por la confianza en vuestra fidelidad.
De aquí en adelante os hemos de hacer violencia con nuestros ruegos,
y de un extremo a otro del mundo se ha de formar un concierto unánime
que suba con prolongados clamores a vuestro Corazón.

Sin cesar os presentaremos enfermos, ciegos , mancos, tullidos y endemoniados,
más en el alma que en el cuerpo.
Os presentaremos leprosos y llagados que dan horror,
y no cesaremos de rogar,
hasta que hayamos recogido en vuestro corazón,
y llevado al puerto de la eternidad feliz,
a miles de almas creadas a vuestra imagen,
y rescatadas con vuestra sangre».

El poder de la oración

La oración es realmente poderosa, y más si la rezan varias personas unidas. Esa era la convicción del jesuita Enrique Ramière.

Por eso en el siglo XIX impulsó con todo su ser el Apostolado de la Oración, una enorme organización apostólica de personas que rezan para llevar el mundo al Sagrado Corazón de Jesús.

Este sacerdote francés pedía a cada miembro del Apostolado de la Oración rezar el ofrecimiento diario a Dios para el establecimiento de su Reino.

Herederos del Padre Ramière

Apostolado de la Oración Enrique Ramière

Hoy son muchísimos los que comparten su espiritualidad identificándose con la oración por la que Cristo se entrega al Padre para la salvación.

Entre ellos se encuentra la asociación católica Schola Cordis Iesu, que este verano celebró su centenario en Paray-le-Monial.

700 de sus miembros visitaron los lugares de esta ciudad francesa muy visitada por las apariciones del Sagrado Corazón de Jesús a santa Margarita María de Alacoque.

Primicias Rurales
Fuente: Aleteia