En un mundo en el que se juzga rápidamente, aquí te explicamos cómo ofrecer comentarios que animen a los demás en lugar de desanimarlos
El reto reside en ofrecerlo de una manera que construya en lugar de destruir.
En la fe católica, este equilibrio no es nuevo. Las Escrituras fomentan lo que denominan corrección fraterna: el acto de guiar a otra persona con amor, por su bien y no por nuestra propia satisfacción. En Mateo 18,15, Jesús dice: «Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele a solas». Es un llamamiento a la honestidad unida a la humildad: una corrección ofrecida en privado, de forma personal y compasiva.
No siempre es fácil. La mayoría de nosotros evitamos la confrontación o nos precipitamos, confundiendo la franqueza con la virtud. La verdadera crítica constructiva requiere una especie de madurez espiritual: la capacidad de decir la verdad con ternura, sabiendo que nuestro objetivo no es ganar una discusión, sino ayudar al otro a crecer.
Entonces, ¿cómo podemos hacerlo en la práctica?
1Comprueba tu motivo
Antes de decir nada, pregúntate: ¿por qué estoy ofreciendo esto? Si la respuesta incluye orgullo, impaciencia o el deseo de demostrar algo, es mejor hacer una pausa. La corrección genuina fluye del amor, del deseo de ayudar a otra persona a prosperar, no de sentirte superior.
2Elige el momento adecuado
El momento oportuno lo es todo. Una persona que ya está molesta o avergonzada tendrá dificultades para escuchar incluso las palabras más amables. El papa Francisco solía hablar del «apostolado del oído»: el arte de escuchar antes de hablar. Cuando comprendemos la situación de alguien, nuestra corrección se vuelve naturalmente más suave, más humana y mucho más eficaz.
3Habla bien
Incluso cuando señales lo que está mal, empieza por lo que está bien. Todos respondemos mejor cuando se reconoce nuestra dignidad. San Pablo era un maestro en esto; sus cartas suelen empezar elogiando la fe de la comunidad antes de abordar sus defectos. Del mismo modo, reconocer lo que alguien hace bien le abre la puerta para escuchar lo que podría mejorar.
4Mantén la amabilidad como principio fundamental
La amabilidad no significa evitar la verdad. Significa transmitirla con delicadeza y empatía. El objetivo es restaurar, no castigar. «Que todo lo que hagáis sea con amor» (1 Corintios 16,14) es un buen recordatorio para cualquiera que se sienta tentado a ser demasiado directo.
5Esté dispuesto a recibir
Por último, ofrecer críticas con amabilidad también significa estar dispuesto a recibirlas. Cuando aceptamos los comentarios con humildad, damos ejemplo de lo que esperamos que hagan los demás: convertir la corrección en un intercambio recíproco de amabilidad.
Y tal vez ese sea el regalo oculto de ofrecer comentarios con amabilidad: al tratar de ayudar a otro a ser un poco mejor, nosotros también nos volvemos mejores.
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Fuente: Aleteia















