En el agro esperan que se cese la incertidumbre para que se pueda pensar en las proyecciones de mediano y largo plazo

En un contexto de incertidumbre macroeconómica, con buena parte del mercado financiero que pone en jaque la estabilidad cambiaria, hay que destacar los datos de la producción agrícola. Más allá de las críticas a la forma cómo se toman ciertas medidas -como la breve baja a cero de los Derechos de Exportación (DEX) a los granos- el campo está apostando al crecimiento.
Aún así, los empresarios agropecuarios tienen que enfrentar la zozobra de invertir y arriesgar en un contexto económico que puede ser diferente al que les toque cuando tienen que vender la producción. “La incertidumbre cambiaria y este clima electoral no nos permiten pensar en el mediano y largo plazo”, dice Tomás Copello, contratista rural con base en Córdoba. “Cada empresa tiene su estrategia, pero los productores saben que el grano es su moneda dura”, afirma el empresario también miembro de la dirección de CREA.
Curiosamente, la incertidumbre también gana terreno en otras latitudes, aunque por motivos diferentes. Es el caso de los productores estadounidenses que empezaron a cosechar soja y que, por el enfrentamiento comercial Washington-Pekin- no pueden comercializar ni un grano de la oleaginosa hacia el gigante asiático. Para calmar ese estado de malestar, la administración Trump se prepara para anunciar un paquete de ayuda millonario mientras, al mismo tiempo, juega sus cartas más fuertes para forzar al gobierno de Xi Jinping a volver a comprar soja. El propio presidente norteamericano advirtió esta semana que dejaría de comprar a China aceite de cocina usado, utilizado para la producción de biodiésel. En rigor, la corriente importadora ya se estaba cortando.
El año pasado había importado 1,27 millones de toneladas por valor de US$1100 millones y en los primeros ocho meses de este año las compras se derrumbaron un 65%. Brasil parece ser el gran ganador de este enfrentamiento. Según datos publicados por Globo Rural, las exportaciones de soja de Brasil a China se incrementaron un 4,83% entre enero y septiembre, respecto de igual período del año pasado, por 72 millones de toneladas.

Pero desde China comienzan a advertir que los precios de la soja brasileña están en alza y no descartan una moderación en las compras. Las alternativas, explican los expertos, es que recurran a sus reservas o que finalmente haya un acuerdo con Estados Unidos.
En ese escenario de tensiones geopolíticas, la Argentina requiere de una estrategia propia. En el caso de la soja, la elevada presión impositiva que soporta la cadena, vía los DEX, no hace otra cosa que provocarle un desincentivo a la producción. A eso se suma la falta de definición oficial al desarrollo de los biocombustibles que, en el caso de la soja, involucra al biodiésel.
Esta semana, el subsecretario de Hidrocarburos de la Nación, Federico Veller, expuso en el Senado su oposición al proyecto de la Liga Bioenergética. Si bien destacó la necesidad de reformar la ley, directamente expresó que un aumento del corte con biodiésel y etanol de las naftas y el diésel, tal como propone el proyecto, provocará un aumento de precios al consumidor y una baja de la recaudación fiscal.
Lo extraño es que las políticas de apoyo a los combustibles renovables que adoptan otros países funcionan y en la Argentina no se pueden aplicar. Tanto en Estados Unidos como en Brasil no solo sirvieron para expandir la producción de maíz, caña de azúcar y soja, sino también no provocaron choques de magnitud con otras industrias estratégicas como la del petróleo o la de los automóviles.
Aunque con diferencias, todos conviven y crecen desde hace años y con diferentes gobiernos. Eso parece que aquí eso no puede pasar. Es la excepción argentina que pocos pueden entender.
De esas rarezas también trata una campaña electoral en el que el foco no está puesto sobre los temas críticos para el desarrollo del país sino sobre las figuras políticas que juegan su suerte en la elección. Mientras tanto, el campo sigue pensando cómo trabajar más allá del ruido electoral. Es una apuesta por el país.