Buenos Aires, sábado 1 enero (PR/25) — Amigos peronistas -que los tengo, no vayan a creer- me tendieron una emboscada, en la que caí como un chorlito.
“Dale -puso uno en el chat-, tomemos un café y nos contás cómo estás viendo el país”. Imposible negarme a esa invitación, especialmente después de que aceptaron mi pedido de cambiar el café por un asado.
Se hizo en una quinta que yo ubico en la zona sur del conurbano, y ellos, animales políticos, “en la tercera [sección electoral]”; su patria chica, si es que esta gente tiene patria. Lo dicho: me entregué con una candidez impropia de alguien con tantos años en el periodismo. Antes incluso del salamín, el queso y las aceitunas (con carozo, qué despropósito) fui blanco de un salvaje interrogatorio, a punta de acusaciones del más vil calibre: “Che, ¿quién te manda los sobres, Karina, Santiago Caputo, los dos…?”, “en tu altar tenés a Jesús, la Virgen y Milei”, “¿en qué te agarraron que les vendiste tu alma?”, “leyéndote parecería que acá los únicos que afanamos somos nosotros”… No llegaba a atajar una y me caían con la siguiente.
“¡Paren!”, grité en un momento. “¿Cuánto vale mi columna? ¿Cuánto? Si arreglamos estoy dispuesto a ponerla a disposición de ustedes”. Con la negociación logré aplacar a las fieras. Qué cosa estos piruchos: solo hablando de guita se vuelven razonables.
Salvada mi integridad física (a expensas de la integridad moral), les dije que contaran con mi ayuda.
Anoten, indiqué. “Buenísimo mantener como presidenta del partido a Cristina aunque esté presa: quiere decir que no se doblegan ante el lawfare y que la bancan por su historia y liderazgo. A ver, muchachos: para el peronismo, lo imperdonable es venderse al oro yanqui, no que el poder sea una palanca de enriquecimiento. Si bien erró fiero saliendo a bailar al balcón la noche en que le habían pegado un baile en las urnas, golazo recibir esta semana la visita de Maslatón. ¡Tremendo golpe de efecto! ¿Vieron el rebote en las redes? TicToc estaba en llamas. Con el tiempo vamos a dividir sus años de condenada en “antes y después de Maslatón”. Nada de aflojar con Cris: no será presente, pero es el futuro”.
Se cruzaban miradas, todavía sorprendidos y un pelín desconfiados. Seguí parloteando en catarata.
“Ante la eventualidad de que se estire la cana, habría que ir alistando a Kichi. Es el hombre, sin dudas. Confieso, y esto lo hemos charlado con Milei: le veo pasta al peti. No quizá todavía para las grandes ligas; falta trabajarlo. Ojo con distraerse: ¿cuánto puede tardar Javier en desbarrancar? Digo, extravagancias, torpezas, una cripto, un avión, el audio de un amiguito… ¿Cuánto falta para que se conozca el próximo 3% de Karina y de sus dos laderos, Alí y Babá? ¿Los gringos van a seguir pagando in aeternum la ineptitud de tipos que se patinaron en cuatro meses 20.000 palos del Fondo? Eso sí, a Kichi habría que mejorarle las compañías.
Sale Bianco y entra Sergio (Massita), sale Katopodis y entra Grabois, sale el Cuervo (Larroque) y entra Máximo. Ya sé que Máximo y Kichi se detestan, pero eso se arregla poniéndoles una zanahoria por delante; OK, dos. Si me apuran, también les haría lugar a figuras que siguen brillando con luz propia: Guille Moreno, Aníbal (Fernández), Coqui (Capitanich)… ¡Maslatón! Y, por favor, no se les ocurra correr a Insaurralde: es el touch de glamour”.
Dije lo de Insaurralde, evidentemente un exceso, y quedó al descubierto mi impostura. Me dieron la cana. Se vinieron al humo, armados de cuchillo, tenedor y una provoletera al rojo vivo. Atiné a trepar a lo más alto de un árbol, desde donde le mandé un SOS y mi ubicación a Pato Bullrich. Sus tropas me rescataron, y con ellas pude terminar de comer el asado. Claro que lo importante no es eso, sino que ustedes siguen leyendo una columna independiente.
No dejará de serlo con la llegada de my friend Manuel Adorni a la Jefatura de Gabinete, por la renuncia anoche de Guille Francos. Por supuesto, no lamento la llegada de Manuel, sí la salida de Francos, que apenas tenía tres defectos: viene de la arena política, lo cual lo convertía en un ser extraño en la Casa Rosada; tenía esa espantosa costumbre de buscar la negociación y el consenso, y no había conseguido ganarse el corazón de Santi Caputo. Rarísimo, con lo entrañable que es Caputín.
El episodio del asado me dejó una certeza: con el Pro subsumido, buena parte de la UCR en busca de un destino y el peronismo cumpliendo prisión en San José 1111, ¡qué lo tiró, Javi, zona liberada! Quién te ha visto y quién te ve: casi 100 diputados y 20 senadores, más los que piden no quedarse fuera y los que están a distancia de una moneda. Los gobernadores, al salto por un bizcocho. Si no te zambullís de cabeza a las reformas esenciales -fiscal, laboral y previsional- es que estás escuchando óperas en Olivos.
Presi, te lo digo de una: en este contexto, si no vas por todo es que…, bueno, significaría que ya era hora de que maduraras. ¡Te tengo fe! Trump y Bessent, lo mismo. La gente volvió a votarte porque confía en vos. Un ejército de crédulos rendido a tus pies. Efecto contagio, Pelu: o hemos logrado emprolijarte o nos enloqueciste a todos.
Nuevamente mis respetos a la Casa Blanca, que te arropó cuando estabas colgado de un pincel y se tomó el trabajo de hacerte llegar tutoriales, además de dólares. Interesante el primero, donde ponían: che, fue eficaz el numerito que te habías montado, pero ya está bien; ya fue.
Un cura amigo, experto en la condición humana, decía que las personas pueden mejorar, pero no cambiar. Lástima que murió sin conocerte.














