Buenos Aires, domingo 23 noviembre (PR/25) — El incremento de la presencia de Estados Unidos en nuestra vida política comercial y financiera está enmarcada en la pelea geopolítica que el país del Norte tiene con China.
Mientras México y Brasil mantienen relaciones de diálogo tirantes con el gobierno de Trump y relaciones abiertas con China, la Argentina de Milei aparece en el otro polo. Ya no solo se trata de las relaciones carnales de los 90, ahora estamos hablando de una alianza estratégica.
Argentina es vital para la derecha internacional desde el punto de vista simbólico y como cabecera de playa en América Latina. Bolivia, Chile y Ecuador parecen seguir el rumbo de nuestro país. Los partidos de derecha crecen en el mundo bajo consignas básicas vinculadas al orden económico, la seguridad y la inmigración.
En ese proceso aparece un cisne negro que cuestiona las ideas extremas del liberalismo de mercado. El joven inmigrante neoyorquino Zohran Mandami se pone del lado de enfrente, pero tomando las banderas universales de mejorar la economía doméstica, que es justamente la consigna con la que la derecha crece en el mundo. Mejorar el poder adquisitivo de los vecinos, golpeados por una inflación que avanza y corroe su nivel de vida con alquileres impagables y una ciudad que no se puede disfrutar.

Su apoyo principal provino de las minorías, aquellas a las que Trump detesta, cuyo mayor símbolo es el origen y la religión del nuevo alcalde. Los instrumentos a los que pretende recurrir para resolver el problema no son precisamente liberales, control de precios, ampliación de servicios sociales, incremento de impuestos a los ricos. Pero de eso se trata la polarización actual.
Las poblaciones parecen estar queriendo resolver su problema básico de bolsillo y mejores perspectivas de futuro a través de quienes son capaces de proponer soluciones nuevas a problemas viejos.
No se trata de que las poblaciones se volvieron derechistas o izquierdistas, se trata de que cuestionan a los que no logran resolver los problemas a los que se comprometieron en sus campañas. Y se vota por lo que en ese momento parece nuevo, distinto o diferente.
Pero hay también una variable vinculada a la independencia de las naciones. Cuando Trump se metió con la policía canadiense y la brasileña, las cosas no le salieron bien.
En Canadá el oficialismo caminaba a una segura derrota que terminó en victoria ante el desafío que les planteaba el ser absorbido como el estado 51 del vecino americano.
Los cuestionamientos a la Justicia brasileña por la condena a Bolsonaro fortalecieron la imagen de un Lula que venía en caída. En el caso de Argentina, el resultado fue inverso. La ayuda económica a un país en donde la gente se “está muriendo de hambre”, en lugar de ser percibida como un insulto, fue visto como un auxilio por cuatro de cada diez votantes.
El triunfo libertario permite ahora el avance de iniciativas como la reforma laboral e impositiva. Veremos qué sucede con ellas. A pesar de los triunfos, nada es seguro. El referéndum perdido por el gobierno del presidente Novoa, en el que se rechazó la posibilidad de la instalación de bases militares extranjeras, y el acotar el financiamiento de los partidos políticos muestran que no todo es blanco y negro.
Milei tiene la ventaja de que la oposición es débil, está enfrascada en sus luchas internas y carece de propuestas alternativas. Los votantes de la lista violeta han decidido darle a Milei una nueva oportunidad.
La prueba de esa confianza la encontramos en que se votó por el color de la lista y no por sus desconocidos candidatos. A esa confianza sustentada en la esperanza es a la que Milei debe poder corresponder con una mejora en la vida cotidiana.
Fuente: Perfil. Por Hugo Haime, consultor y analista político.
Primicias Rurales














