Por Osvaldo Larrosa, ingeniero agrónomo, integrante de ABOPA
Buenos Aires, martes 26 noviembre (PR/25) — Lo vi por ahí,me gustó, ¿a vos?
A mi edad pienso que mi generación es un puente entre dos mundos: uno hecho de caminos de tierra y cartas escritas a mano, y otro lleno de satélites y pantallas que caben en el bolsillo.
Nací en una casa sin aire acondicionado.
El verano olía a polvo y sonaba a ventilador de caja.
Conocíamos a los vecinos por su nombre, y si se rompía la cadena de la bici, tocabas cualquier puerta y alguien salía con una llave inglesa. Crecimos con paciencia: esperando el correo, esperando que abriera la biblioteca, esperando que la radio repitiera esa canción que tanto nos gustaba.
Y entonces el mundo se aceleró.
Los teléfonos se encogieron, la música se volvió invisible, y las noticias ya no tardaban días: llegaban a la palma de la mano antes del desayuno.
Aprendimos a escribir en teclados diminutos, a deslizar, a tocar la pantalla. Aprendimos a hablarle a las máquinas… y a escucharlas responder. Aprendimos, porque siempre tuvimos que hacerlo.
Hemos visto cómo dejaban la leche en botellas de vidrio en la puerta y cómo hoy escaneamos las compras sin cajero.
Hemos tirado monedas en teléfonos públicos y hecho videollamadas cruzando continentes.
Conocimos el sonido del silencio —sin notificaciones, sin zumbidos— y el ruido de un mundo entero vibrando al mismo tiempo.
A veces los jóvenes creen que nos quedamos atrás. Pero te voy a decir algo: nosotros conocemos los dos mundos.
Sabemos sembrar tomates y enviar correos electrónicos.
Sabemos contar historias sin Google y luego verificarlas con él. Sabemos lo que pesa una carta escrita a mano, porque la sostuvimos; y también sabemos lo que se siente apretar “enviar” y recibir una respuesta al instante desde miles de kilómetros.
Somos la prueba de que uno puede cambiar sin perderse.
De que se puede honrar el pasado y, al mismo tiempo, aprender hacia dónde va el futuro.
Hemos enterrado amigos y recibido nietos.
Hemos visto desaparecer enfermedades… y llegar otras nuevas.
Hemos usado mapas de papel y GPS, postales y emojis, paciencia y urgencia.
Y tal vez ése sea nuestro verdadero regalo: llevamos en la memoria un mundo más lento y silencioso, y en las manos, las habilidades para sobrevivir en uno veloz y ruidoso.
Podemos enseñarle a los jóvenes que no todo tiene que pasar de inmediato… y recordarle a los mayores que nunca es tarde para aprender algo nuevo.
Somos el puente.
El capítulo del medio.
El enlace entre lo que fue y lo que está por venir»
Primicias Rurales
Fuente: Sociales Abopenses














