El Adviento es la época del año litúrgico que nos prepara para la llegada del Salvador, por eso su relación con la esperanza es bastante estrecha
Por Mónica Muñoz

España, jueves 4 diciembre (PR/25) — El Adviento ha comenzado. Y, aún en estos tiempos, resulta extraño que haya personas a las que no les agrade esta época del año litúrgico y civil, pues evoca la alegría de las fiestas venideras que, hay que reconocer, se han secularizado al punto de dejar al Niño Jesús fuera del pesebre. Por eso es reconfortante saber que la virtud de la esperanza tiene una estrecha relación con la venida del Hijo de Dios.

La venida del Salvador

En su mensaje de Adviento de 1978, san Juan Pablo II escribió:

«Hasta los niños saben que es Jesús quien viene para ellos y para todos los hombres. Viene una noche en Belén, nace en una gruta, que se utilizaba como establo para el ganado.

Esto lo saben los niños, lo saben también los hombres que participan de la alegría de los niños y parece que se hacen niños ellos también la noche de Navidad».

San Juan Pablo II reitera que «No en vano dijo Jesús una vez: “Si no os volviereis y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18, 3)».

 

El Adviento y la esperanza

El Santo Padre menciona que «el Adviento, en cuanto tiempo litúrgico del año eclesial, nos remonta a los comienzos de la Revelación». Más aún, enfatiza que el Adviento es el cristianismo mismo. ¿Cómo, entonces, se relaciona la virtud de la esperanza con él?

Encontramos luces con lo que el Catecismo de la Iglesia católica menciona:

«La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo» (CEC 1817) .

¡Cristo nos ha prometido el cielo!, es por esta razón que quienes somos cristianos sabemos que, a pesar de en esta vida enfrentemos problemas y sufrimientos, todos serán nada cuando alcancemos la vida eterna. Esa es nuestra esperanza.

Pensemos durante estas semanas de Adviento – la espera gozosa en la venida del Señor – en la realidad del cristiano: Tenemos la certeza de que vamos por el Camino indicado y que no hay otro más seguro que el que nos ha marcado Jesús.

Demos gracias a Dios porque sabemos que cada Navidad nos acerca más a Él, por eso no debemos temer ni estar tristes. Nuestra esperanza como cristianos está en Cristo que es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6).

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Fuente: Aleteia