A 100 km de la capital de Salta, el Valle del Cóndor sorprende con propuestas gastronómicas que se complementan con navegación en kayak, mountain bike, trekking y hasta bajadas de rafting.
Salta, martes 29 abril (PR/25) — A la sombra de un gran algarrobo se disfruta del aire fresco y seco tan propio del noroeste argentino. Y se saborean platos coloridos con el sello de la cocina de Mariana García del Río mientras se degustan los vinos orgánicos de la bodega Valle del Condor.
Vinos que reflejan la personalidad del suelo y del clima. El suelo, el control de malezas, la poda y las colmenas logran vinos orgánicos de alta calidad. Malbec, Rosado, Syrah, Petit Verdot, Cabernet Sauvignon, Torrontés y Tannat son las cepas que se van descubriendo mientras se camina entre los viñedos. Una bodega que no sólo cuida lo orgánico, sino también lo sustentable. La bodega comenzó como un proyecto experimental en el 2020 y hoy produce 15.000 litros utilizando 100 % de energía solar. Con trabajo y riego se logran excelentes resultados en un ambiente de vegetación xerófila. Un contraste interesante entre el verde de las vides, el rojo del suelo y sus vecinos, los cactus.
Gastronomía kilómetro cero
Es en la Galería de las Viñas donde se sirven los almuerzos, un antiguo puesto de la finca remodelado. Una construcción en adobe y techos de paja con linda vista del valle, a los inmensos cardones y a los viñedos se complementa con parrilla y un infaltable horno de barro. El fuego y el humo realzan los sabores de los ingredientes naturales del norte argentino, lo que resulta en un menú sazonado y colorido. Kilómetro cero es la política de la cocina de Mariana: ingredientes mayormente de la huerta y todo lo que no se produce in situ se compra a una selección de pequeños productores de la región, lo que se traduce en una comida amigable con el medio ambiente, con las comunidades y con la salud.
La finca se encuentra a orillas del río Juramento, en un entorno de naturaleza agreste. Un lugar de gran biodiversidad. La taruca, uno de los siete cérvidos argentinos, pariente del huemul, se refugia en las alturas del cerro Crestón, y cinco tipos de felinos conviven en equilibrio bajo protección, registrados por más de cuarenta cámaras colocadas en el terreno por Global Wildlife Conservation. Contemplar el majestuoso vuelo de los cóndores es parte del gran encanto del lugar.
La propiedad tiene unas 30.000 hectáreas dedicadas a la producción vitivinícola, además de nogales y almendros. La ganadería vacuna y ovina es una actividad secundaria que se mantiene como estrategia de control de malezas, el resto de las tierras se conservan como reserva natural privada. Es que la finca en general también forma parte de The Long Run, una iniciativa global que promueve la sostenibilidad en el turismo.
El río Juramento lleva su nombre porque fue en sus orillas que el general Manuel Belgrano hizo jurar la fidelidad a la bandera a su ejército. Se alimenta de aguas que llegan desde el río Calchaquí, que nace en las laderas del Nevado de Acay (Salta), a unos 5.000 msnm. En su recorrido se van sumando otros cauces a la cuenca, hasta que finaliza en el dique Cabra Corral con el nombre de Juramento, aunque recibe también los nombres de Pasaje y Salado.
El cañón de este río tiene un especial atractivo por sus rocas multicolores del Cretácico, entre ellas, las calizas amarillas de la formación Yacoraite. Huellas de dinosaurios fueron encontradas en 1980 y en la zona se aprecian muchos estromatolitos. La historia natural de la zona remonta a la época del impacto del gran meteorito en Yucatán, lo que generó un gran cambio en la flora y fauna del planeta, porque marcó el fin de la era de los dinosaurios. Es interesante dejarse llevar por los relatos de los guías experimentados e imaginar ese mismo paisaje hace millones de años.
Al pasar las hojas de la historia llegamos a los pueblos que habitaron la región y dejaron grandes vestigios, como cantidad de morteros y cerámica. Lindo imaginarse a las familias allí, moliendo algarroba, preparando los ingredientes para sus comidas.
Es aquí donde Sentio eligió comenzar su proyecto. Nada es casual. El nombre, derivado del verbo sentire en latín, significa siento o percibo. Este proyecto nace con el propósito de acercar oportunidades y enriquecer la vida de las comunidades de lugares remotos del noroeste argentino, e invita a conectar con la esencia del paisaje, su gente y su cultura, llevando confort a lugares agrestes y permitiendo que lo inalcanzable hasta el momento, sea posible. La sustentabilidad y el compromiso con las comunidades son parte del ADN de Sentio.
Cómo es la propuesta
El proyecto es liderado por Adrián García del Río, empresario del turismo desde 1995 con un profundo conocimiento de la cultura norteña, y por Iván Cornejo, emprendedor con amplia trayectoria en logística, coordinación y gestión de proyectos. Los acompañan un grupo de empresarios del noroeste argentino, apasionados por su tierra y su cultura, convencidos de que el turismo genera arraigo y desarrollo.
Por las mañanas, la propuesta es agua. Las opciones para navegar el río son dos: una más contemplativa, como una flotada por un tramo de aguas calmas en sit-on-top, programa muy ameno para todas las edades, que regala la posibilidad de hacer buenos avistajes de aves y de diferenciar la variada flora del lugar. O una bajada en rafting por aguas más turbulentas, un plan divertido donde sube un poco la adrenalina. La navegación en algún remanso luego de varios rápidos se aproxima a un paredón donde se encuentran algunas huellas de dinosaurios y varios fósiles que nos cuentan que esta tierra, antes de que surgiera la cordillera y se eleve, fue fondo de mar.
En las tardes las opciones son tierra. Pasacana es un recorrido en bicicletas eléctricas por caminos y sendas internas de la finca. En el trayecto se conocen las diferentes especies de árboles autóctonos de la zona, como los cardones (Pachycereus pringlei) centenarios. Sorprendente la diversidad de cactáceas que se encuentran allí. Cada persona pedalea a su propio ritmo y puede contar con un pequeño motor que ayuda en subidas o tramos arenosos. Es un invento genial que permite disfrutar de andar en bicicleta sin preocuparse por el cansancio, regulando la energía según se necesite.
Como alternativa a la bicicleta es el safari, un recorrido en vehículo 4×4 por caminos y sendas internas de la finca hacia El Tipal, un área cubierta de monte nativo. Se atraviesan distintos paisajes entre viñedos seguidos de nogales y luego, repentinamente, se llega a un área boscosa de la reserva donde se encuentran muy lindos ejemplares de tipas (Tipuana tipu), entre otras especies de árboles autóctonos de la zona.
El último tramo del recorrido se hace caminando por el lecho del río Tipal, que en esa zona se encajona. Grandes paredones de roca rojiza enmarcan el final del recorrido, donde está la cascada del río, de 12 m de altura. En el camino de regreso, disimulados en el sotobosque, se descubren los morteros, vestigios de los pueblos que nos antecedieron. El día se cierra con la luz de la tarde, la satisfacción de lo vivido y las ganas de volver para seguir explorando.
Primicias Rurales
Fuente: Weekend Turismo