Madrid, sábado 21 junio (PR/25) — Hoy quiero hablarte de un país que, sinceramente, me ha sorprendido muchísimo. Bolivia no es de esos destinos que aparecen en todos los rankings de moda ni de los que te salen constantemente en Instagram.

Y, sin embargo, si te gusta la naturaleza en estado puro, los paisajes que te dejan sin palabras y los viajes que te tocan por dentro… prepárate, porque la ruta en Bolivia es algo que hay que vivir, al menos una vez en la vida.

Es uno de los países más diversos de Sudamérica, y también de los más auténticos. Aquí no vas a encontrar el turismo masificado de otros rincones del continente, pero sí una riqueza natural y cultural que abruma.

Desde selvas tropicales hasta desiertos de sal, montañas infinitas y lagos sagrados, todo está envuelto en una atmósfera mística que te hace viajar también hacia adentro.

En este artículo te cuento los destinos que más me marcaron de Bolivia, siempre desde mi punto de vista, claro, y algunos consejos por si te animas a hacer una ruta así. Y ya sabes que, si te pica el gusanillo, yo puedo ayudarte a organizarla.

Índice

¿Por qué viajar a Bolivia?

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Bolivia es uno de los destinos más auténticos y sorprendentes de Sudamérica. Su geografía extrema, que va desde las selvas tropicales del oriente hasta las cumbres nevadas del altiplano, la convierte en el paraíso ideal para quienes amamos los paisajes vírgenes y la conexión con la naturaleza.

Pero no solo eso, su herencia cultural, marcada por civilizaciones precolombinas, la colonización española y una identidad indígena muy viva, ofrece una experiencia profunda y enriquecedora.

Viajar por Bolivia es descubrir mercados locales llenos de color, recorrer ciudades declaradas Patrimonio de la Humanidad, pisar el desierto de sal más grande del mundo y navegar por lagos sagrados rodeados de mitos.

Además, su gente, hospitalaria y orgullosa de sus raíces, hará que cada paso en esta ruta en Bolivia sea también un encuentro humano inolvidable.

Santa Cruz: el punto de partida más tropical

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Santa Cruz suele ser la puerta de entrada al país y, para muchos, solo eso. Pero merece mucho más que una escala. Es la cara más cálida y tropical de Bolivia. Aquí cambia el ritmo, el acento y hasta el paisaje, nada que ver con el altiplano.

La ciudad es vibrante, con una mezcla de modernidad y tradición, ideal para aclimatarte y dejarte llevar. Puedes pasear por el centro histórico, visitar mercados locales llenos de frutas imposibles, y disfrutar de una gastronomía que mezcla sabores indígenas con influencias europeas.

Y si te apetece naturaleza desde el principio, a poco más de una hora tienes el Parque Nacional Amboró, un paraíso para los amantes del senderismo, las aves y las cascadas escondidas. Bosques nublados, montañas verdes, y ese olor a tierra mojada que te reconcilia con el mundo.

Samaipata: viñedos, montañas y secretos tallados en piedra

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No sé si fue el viento, el silencio o ese momento en el que un colibrí pasó tan cerca de mi cara que juraría que me guiñó un ojo, pero Samaipata tiene algo especial.

Este pequeño pueblo de montaña, a unas dos horas de Santa Cruz, es el típico lugar al que llegas por recomendación de alguien que ya lo vivió… y acabas queriendo quedarte. Aquí el tiempo va más lento, las calles son de tierra, los perros duermen al sol y el café sabe mejor.

Pero lo más impresionante, sin duda, es El Fuerte de Samaipata. Una enorme roca tallada por antiguas civilizaciones, cubierta de símbolos, caminos y figuras que todavía hoy no se terminan de entender del todo.

Algunos lo consideran un centro ceremonial, otros una fortaleza, pero lo que está claro es que tiene una energía brutal. Y sí, aunque no sea tan conocido como Machu Picchu o Tiahuanaco, para muchos viajeros es una de las mejores ruinas de Bolivia.

Después de explorar el sitio arqueológico, puedes hacer una cata de vinos en alguna de las bodegas cercanas. Porque sí, Samaipata también es tierra de viñedos. Y si lo combinas con una puesta de sol entre montañas y ese fresquito de altura, entiendes por qué todo el mundo que pasa por aquí, repite.

Sucre: la joya blanca de Bolivia

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Sucre, conocida como la “ciudad blanca”, es un lugar donde la historia y la belleza colonial se encuentran en cada rincón. Esta ciudad, considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, tiene una arquitectura impecable con sus casas de fachadas blancas, tejados de teja roja y calles empedradas que invitan a ser recorridas sin prisa.

La tranquilidad de sus plazas y la amabilidad de su gente crean un ambiente único, donde cada paso parece transportarte al pasado.

Uno de los principales atractivos de Sucre es la Casa de la Libertad, el lugar donde se firmó el Acta de Independencia de Bolivia. Un recorrido por este edificio histórico es esencial para entender la importancia de la ciudad en la historia del país.

Además, la iglesia de San Francisco y el mirador de La Recoleta ofrecen vistas panorámicas impresionantes de la ciudad, mientras que la Universidad de San Francisco Xavier, fundada en 1624, sigue siendo un centro de educación que conserva su legado colonial.

Sucre no es solo historia, también es un centro cultural vibrante. Los mercados de la ciudad son perfectos para explorar, con puestos llenos de artesanías locales y productos frescos que reflejan la vida cotidiana de la región.

Aquí, los visitantes pueden saborear la gastronomía típica de Bolivia, como el salteña (una especie de empanada rellena de carne, pollo o vegetales), y empaparse del ambiente relajado y acogedor que ofrece la ciudad.

Es un destino ideal para quienes buscan una experiencia auténtica, donde se pueden disfrutar tanto de la calma de sus calles como de la riqueza cultural e histórica que define a Sucre.

Uyuni: el lugar donde el cielo toca la tierra

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De todos los paisajes de Bolivia, el Salar de Uyuni es, sin duda, el que más me  impresionó. Este vasto desierto de sal es tan blanco, tan plano y tan inmenso que parece de otro planeta.

Cuando llegas por primera vez, la magnitud de la escena te quita el aliento. Aquí no hay distracciones, solo tú, la sal y el cielo. El horizonte se disuelve en una línea casi invisible, y la inmensidad parece infinita.

Cuando el salar tiene agua, se convierte en un espejo gigante que refleja el cielo de una forma tan perfecta que da la sensación de caminar sobre las nubes. El sol se oculta y se ve duplicado, creando un espectáculo de colores que parece un truco de magia.

Y si el salar está seco, la escena no pierde su magia. Las pirámides de sal, las islas con cactus gigantes, las lagunas de colores y los flamencos rosas que revolotean en las aguas parecen sacados de un cuadro surrealista.

Es naturaleza en su forma más pura y en su máxima expresión de belleza. Este es un lugar donde el silencio pesa, y cada rincón parece invitar a una reflexión profunda.

Potosí: historia y altura en el corazón de Bolivia

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En la ruta en Bolivia, no se puede pasar por alto la histórica ciudad de Potosí, ubicada a más de 4,000 metros sobre el nivel del mar.

Este lugar, cargado de historia, fue alguna vez una de las ciudades más ricas del mundo debido a las minas de plata que se explotaron durante la época colonial. Su Casa de la Moneda, un majestuoso edificio que refleja la grandeza de esa era, te transporta al pasado mientras recorres sus pasillos llenos de historias de riquezas y sufrimiento.

Potosí es también un punto de encuentro entre el legado colonial y la impresionante naturaleza andina que rodea la ciudad. Desde la cima del Cerro Rico, donde alguna vez trabajaron miles de mineros, puedes obtener una vista panorámica de la ciudad y las montañas circundantes, que añaden aún más misticismo a su historia.

Al caminar por sus calles empedradas, te puedes perder en la belleza de su arquitectura colonial y en las iglesias de estilo barroco, que se alzan imponentes contra el cielo azul y claro de la región.

Aunque la ciudad tiene una altitud considerable, su mezcla de historia y paisajes naturales hace que valga la pena tomarse el tiempo necesario para adaptarse y disfrutar de todo lo que ofrece.

Lago Titicaca: el corazón azul del altiplano

Otro de los imprescindibles en la ruta en Bolivia es el Lago Titicaca, el lago navegable más alto del mundo. Desde Copacabana, puedes embarcarte en un viaje hacia la Isla del Sol, un lugar cargado de historia y leyendas.

Según las creencias de los pueblos quechuas y aymaras, aquí nació el sol, y aunque no puedo confirmar si es cierto, el atardecer que vi sobre sus aguas me dio la sensación de que la leyenda tiene algo de magia.

El paisaje que rodea el lago es indescriptible. Las aguas azul profundo reflejan el cielo y las montañas que lo rodean, creando una atmósfera que invita a la paz y la contemplación.

Las comunidades que habitan la isla siguen con sus tradiciones ancestrales, las casas de adobe y las terracerías que se extienden hasta los miradores brindan una visión de la vida en el altiplano como era hace siglos. Aquí, puedes desconectar del mundo moderno y sumergirte en una experiencia que parece detenida en el tiempo.

Consejos para viajar por rutas en Bolivia si amas la naturaleza

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1. Lleva ropa para todo tipo de clima: La ruta en Bolivia te llevará a través de una diversidad de paisajes, desde la calidez y humedad de Santa Cruz hasta el frío y seco altiplano. Las capas son claves para adaptarte a los cambios de temperatura.

2. Tómatelo con calma: A medida que avances en la ruta, especialmente si estás visitando lugares como Potosí o el Salar de Uyuni, es importante tomarse las cosas con tranquilidad. La altitud puede hacer que te sientas cansado o fuera de ritmo, así que es fundamental dejar tiempo para aclimatarte.

3. Apóyate en guías locales: Bolivia tiene una gran riqueza cultural y natural, y contar con guías locales, sobre todo en destinos como Uyuni o en comunidades indígenas cercanas al Lago Titicaca, puede transformar por completo tu experiencia. Ellos te ofrecerán una visión única y profunda de los lugares que visitas.

4. Seguro médico siempre: Es recomendable contar con un seguro de viaje que cubra posibles emergencias, especialmente cuando te encuentras en lugares remotos de Bolivia, como las zonas cercanas al Salar de Uyuni o las montañas de Potosí.

5. Disfruta de los contrastes: Bolivia es un país lleno de contrastes. En la misma ruta puedes pasar de la selva tropical en Santa Cruz a los desiertos de sal de Uyuni, los volcanes y lagunas multicolores del altiplano, y el azul profundo del Lago Titicaca. Cada paso te llevará a un paisaje nuevo, más impresionante que el anterior.

Espero que este artículo te haya ayudado a imaginar tu ruta en Bolivia y a planear tu viaje con más claridad y seguridad. Si te apetece, estaré encantada de prepararte una propuesta personalizada, adaptada a tus gustos, tiempos e intereses, para que vivas una experiencia inolvidable en este país tan sorprendente.

Besos,
Sofía

reservas@losviajesdesofia.com

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Fuente: Blog Los Viajes de Sofía