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Buenos Aires, sábado 5 julio (PR/25) — El amor por la santísima Virgen es inmenso en muchos católicos. Y la oración del Ave María es una gran muestra de afecto, pero hay que rezar bien
Desde que éramos pequeños nos enseñaron a rezar, porque el cristiano que no hace oración no puede avanzar en su crecimiento espiritual, bien lo sabemos. Y una oración entrañable siempre ha sido el Ave María, con el que profesamos nuestro amor a la Virgen.
“Los textos evangélicos atestiguan la presencia del culto mariano ya desde los inicios de la Iglesia”.
La oración del Ave María
Con el paso de los años han surgido innumerables manifestaciones de amor mariano, por supuesto, muy loable porque no tenemos mejor intercesora ante Jesús que María. Y los santos insisten en que los cristianos cultivemos una relación cercana con Ella para alcanzar la santidad.
Por eso, el rezo del santo Rosario se ha convertido en la oración mariana preferida por la Iglesia para honrar a María santísima y alcanzar, a través de ella, los favores de Jesús.
El Ave María, que es el centro del Rosario, ensalza la misteriosa obra de Dios en la Virgen y se compone de dos partes. La primera está obtenida del evangelio de san Lucas y son las dos primeras frases de la oración:
1El saludo del Ángel
La primera es el saludo del Ángel Gabriel:
“El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: ‘¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo'” (Lc 1, 28).
2La visita a Isabel
y las palabras de santa Isabel, mismas que encontramos en el evangelio de san Lucas:
“(Isabel) exclamó: ‘¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!'”(Lc 1, 42)
El sacerdote español Antonio Royo María escribe en su libro La Virgen María. Teología y espiritualidad marianas que la Iglesia añadió el nombre de María al principio y el de Jesús al final (pág. 442, n. 416).
3La composición de la Iglesia
La tercera parte fue compuesta por la Iglesia. El padre Royo explica:
“La segunda parte comenzó a aparecer en la Iglesia en el siglo XIV, pero su uso no se hizo universal hasta que san Pío V, al promulgar el Breviario Romano en 1568, mandó que se rezase al principio de cada hora del Oficio divino, inmediatamente después del Pater noster.
Comienza también saludando a María con su título más excelso: Santa María, Madre de Dios, e inmediatamente se le pide que ruegue por nosotros en los momentos actuales y, sobre todo, en el trance tremendo de la muerte: ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”.
No añadir ni cambiar palabras
“No dijo el ángel: el Señor está en ti, sino: el Señor es contigo […] No solamente el Señor Hijo es contigo, al cual diste tu carne, sino también el Señor Espíritu Santo, de quien concibes, y el Señor Padre, que engendró al que tú concibes”. (pág, 450, no. 423).
O la parte donde rezamos “ruega por nosotros, los pecadores”, debes ser:
“Ruega por nosotros, pecadores, es decir, los que parece tenemos el oficio de pecar contra todos los mandamientos y virtudes; si no gravemente, por lo menos venialmente, con deliberación muchas veces”.
Y no agreguemos “Santa María, madre de Dios y madre nuestra” porque esa parte no está autorizada en ningún documento de la Iglesia.
Ahora que sabemos el origen de la oración, transcribimos el Ave María como debemos rezarla y que puede encontrarse en la página de noticias del Vaticano:
La oración
Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén