Así evité la eutanasia de mi madre. El amor comprometido y fiel de Mónica fue clave para que su mamá recuperara las ganas de vivir
Madrid, sábado 26 julio (PR/25) — Fue “por casualidad”, conversando con un familiar, como Mónica se enteró de que su madre había iniciado el procedimiento de eutanasia para morir.
Hacía tiempo que la veía profundamente desanimada. Un derrame cerebral sufrido tras una operación para retirarle un tumor había dejado paralizada una parte de su cuerpo. Y no lo asimilaba.

“Las personas que, como ella, quedan inválidas, cuando han sido autosuficientes, ven cómo de repente su vida cambia completamente”, explica a Aleteia.

“Seas joven o mayor, sufres -continúa-. Y si nadie te ayuda, si no tienes un entorno fuerte en el que te sientas muy acogido, muy respaldado, puedes tener pensamientos suicidas”.

“La aislaron”

Mónica sabía que su madre sufría depresión, pero no imaginaba que pediría, en el ambulatorio, acabar con su vida.

Una joven médico de cabecera rotativa escuchó su petición, consideró que cumplía los requisitos de la ley de la eutanasia aprobada en España el año 2021 e inició el proceso.

“La aislaron de la familia amparándose en un derecho personal y privado para protegerla”, recuerda Mónica.

“Pero era lo contrario: la estaban privando de la verdadera protección –lamenta-. La decisión sobre su vida y su muerte quedó en manos de desconocidos”.

Consciente de que no disponía de mucho tiempo para reaccionar, Mónica buscó recursos.

Ayuda eficaz

En la asociación Speimater por la vida, con la que colabora desde que abortó, encontró ayuda médica y psicológica para su madre.

“Me enviaron a un voluntario del Proyecto Ángel, una persona capacitada para hablar a mi madre con un lenguaje diferente, que tiene que ver con el Amor”, explica.

“Los profesionales que comunican lo valiosa que es la persona y todas las cosas importantes que ha hecho en su vida ayudan a paliar el dolor emocional y a salir adelante”, asegura.

Medicación psiquiátrica

Así, uno de los voluntarios del Proyecto Ángel, de la asociación médico de paliativos, ayudó a Mónica a recabar toda la información médica de la paciente y “vio muchas lagunas sobre los informes médicos”, recuerda la joven.

Descubrió que a su madre no le habían revisado desde hacía tres años la medicación de psiquiatría.

La llevó a otro psiquiatra, que vio inadecuado su tratamiento y lo adaptó a sus necesidades de ese momento. “Mi madre cambió el chip mental”, afirma agradecida.

Abogados cristianos

Tras buscar sin éxito asesoramiento jurídico eficaz, una conocida le aconsejó acudir a la Asociación de Abogados Cristianos.

Ellos prepararon alegaciones ante el tribunal ético mediante un recurso contencioso administrativo. Argumentaron que la paciente, de 76 años, no cumplía los requisitos para la eutanasia.

Aunque sufría una enfermedad degenerativa, no padecía un sufrimiento imposibilitante crónico, explica Aleteia su abogado, José María Fernández Abril.

Basándose en su experiencia en casos de eutanasia, Fernández Abril afirma que “el sentimiento del dolor (“insoportable”) es muy subjetivo y puede variar”.

“Y las circunstancias cambian, se encuentran alternativas, como los cuidados paliativos…”, continúa.

“Se dio cuenta de que era amada y cambió”

“A veces cuando un paciente ve que le importa a alguien y se siente acompañado, desiste”, asegura el abogado.

Y eso fue exactamente lo que pasó. Al ver el acompañamiento de su hija, se dio cuenta de que era amada y cambió su decisión.

Mónica confirma que puso en marcha “un mecanismo en defensa de la vida de mi madre por Amor”.

Y añade: “Ella vio todo el amor que puse, la medicación ayudó y se dio cuenta de que no podía morirse así”.

Dios lo hace posible

A la vez reconoce que solo por sus medios no podría haberlo afrontado: “Dios capacita -asegura-. Me sostuvieron mis grupos de oración, me dieron la fuerza la fe, los sacramentos,…”.

“Dios es el amor, si te pones en sus manos, te llenas de amor y puedes hacer frente a todo”, añade.

“Una parte de la familia apoyaba la eutanasia y me veía pequeña como David ante Goliat”, reconoce.

“Pero el Señor me ayudó en esa situación, me usó como instrumento suyo y puso en mi camino las personas adecuadas para sacar a mi madre de esa situación”.

Transformación y agradecimiento

Y la vida de su madre siguió, con sus dificultades, pero también con nuevas esperanzas. “Ha tenido una conversión -asegura su hija-. Se ha confesado, ha comulgado y ha recibido la unción de enfermos”.

“Tras comulgar, dijo que había recuperado la alegría”, resalta su hija. Reconoce que su madre “tiene altibajos y sigue dependiendo de los demás, pero está muy cariñosa y agradecida”.

“Ha experimentado una transformación muy importante -añade- porque ha habido mucha oración de muchas personas de distintos países que han rezado por ella”.

“De todas maneras siempre tienes que estar vigilante -advierte-. Cuando siembras la semilla tienes que cuidarla”.

Ayudar a salir adelante

Después de esta experiencia familiar, Mónica se ha involucrado en la ayuda a víctimas de la eutanasia.

“Muchas personas están muriendo en esta situación, que se camufla como bondad -denuncia- pero a las cosas hay que llamarlas por su nombre”.

“Cuesta mucho esfuerzo buscar todos los informes médicos, llamar a abogados y poner a disposición las herramientas para salvar una vida”, reconoce.

“Y a veces la gente no tiene tiempo -constata- y se abandona a esa idea de bondad y en menos de un mes te has quedado sin padre, madre, hijo”.

“No es sabio tomar decisiones en momentos de tribulación”, subraya, citando a san Ignacio de Loyola. 

“Hacen decidir a personas con depresión, de manera impulsiva… y ahí puedes cometer el mayor error de tu vida: suicidarte”, advierte.

“Ahora hay hospitales donde personas esperan este tipo de muerte a diario”, lamenta, pero “las personas no quieren morir, quieren dejar de sufrir, que es diferente”.

“Si ves a una persona que se va a tirar por un puente, ¿le das la mano o le pegas una patada?”, pregunta.

“Hay que ayudar a las personas a salir adelante -responde-. Dios nos elige para algo, no nos podemos quedar callados, somos sal de la tierra”.

 

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Fuente: Aleteia