Hoy resulta urgente deshacernos del egoísmo y pensar en los demás, por eso, rescatar una actitud evangélica como el espíritu de servicio es más que necesario
Buenos Aires, miércoles 29 octubre (PR/25) — Estamos en la era del individualismo. Pocos son los que se preocupan por el bienestar de los extraños, aunque los vean en apuros. Por eso, desempolvar y rescatar una actitud completamente evangélica como el espíritu de servicio es indispensable.

Y lo percibimos en cualquier lugar en el que nos movemos. Hasta en las redes sociales encontramos ejemplos tristísimos de personas en desgracia mientras que una multitud observa… y graba con el celular.

Esta deshumanización nos apremia para que recordemos las palabras de nuestro Señor Jesucristo y recuperemos la razón de ser de todo aquel que se dice cristiano: Servir como Jesús lo hizo.

Cristo Servidor

Entonces, cada vez que escuchemos a alguien expresar a otro cuando le pida un favor: «¿acaso no tienes manos?», deberíamos transportarnos mentalmente a la época en la que el Señor Jesús dijo a sus discípulos:

…el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud» (Mc 10, 43-45).

Esta actitud es la base del cristianismo y una expresión concreta de la fe que profesamos. El papa Francisco así lo manifestó durante su homilía del 26 de abril de 2018 en casa santa Marta:

«Jesús nos enseña el servicio, como camino del cristiano». De hecho, «el cristiano existe para servir, no para ser servido». Y es una regla que vale «toda la vida». Todo está encerrado ahí: de hecho, «muchos hombres y mujeres en la historia», que se lo han «tomado en serio», han dejado «rastro de verdaderos cristianos: de amor y de servicio».

Hacer lo que Él nos diga

El Señor Jesús ordenó a sus Apóstoles durante la Última Cena que se amaran unos a otros y se sirvieran mutuamente mientras les lavaba los pies. Porque el amor debe ser palpable y no solo de dientes para afuera. Por supuesto que es muy difícil pensar en las necesidades de los demás a la par que en las nuestras.

Pero en eso estriba el poco mérito que podamos tener ante los ojos de Dios. Servir es amar y amar es servir. Los santos lo comprendieron muy bien y se desgastaron en el servicio.

«Hagan lo que Él les diga» (Jn 2, 5).

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Fuente: Aleteia