Las gracias de Dios nos ayudan a ser santos, por eso nos las regala de acuerdo con nuestras necesidades espirituales y en momentos específicos de nuestras vidas

España, viernes 14 noviembre (PR/25) — Hemos escuchado hablar de las gracias, y quizá estemos más familiarizados con la gracia santificante -que explicaremos brevemente – pero Dios, conocedor de sus criaturas, nos regala otras clases de gracia que nos ayudan en momentos y situaciones específicas de nuestra. vidas.

1La gracia santificante

Nacemos con pecado original y la única manera de deshacernos de él es mediante el bautismo con el que Dios nos lava y llena de su gracia santificante, como lo leemos en el Catecismo de la Iglesia católica:

La gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria: por el Bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo, Cabeza de su Cuerpo. Como “hijo adoptivo” puede ahora llamar “Padre” a Dios, en unión con el Hijo único. Recibe la vida del Espíritu que le infunde la caridad y que forma la Iglesia (CEC 1997).

No tenemos que pagar nada, Cristo ya lo hizo por nosotros, por eso decimos que es un regalo – un don – gratuito:

… es el don gratuito que Dios nos hace de su vida infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para sanarla del pecado y santificarla: es la gracia santificante o divinizadora, recibida en el Bautismo (CEC 1999).

¿Se puede perder esa gracia?, sí, con el pecado mortal. Por eso, la única manera de restaurarla en el alma es mediante el sacramento de la Reconciliación. Pero lo ideal es que vivamos alejados del pecado mortal y aprendamos a vivir en «gracia habitual», que es una «disposición permanente para vivir y obrar según la vocación divina» (CEC 2000)

2Las gracias sacramentales

Otra clase de gracia es la que Dios da en los sacramentos, por eso se llaman gracias sacramentales:

…la gracia comprende también los dones que el Espíritu Santo nos concede para asociarnos a su obra, para hacernos capaces de colaborar en la salvación de los otros y en el crecimiento del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Estas son las gracias sacramentales, dones propios de los distintos sacramentos (CEC 2003).

De esta manera, los que contraen matrimonio y los que recibe el Orden sagrado obtiene gracias que los ayudan a perseverar en su estado de vida.

Pero también hay gracias específicas para quienes reciben la unción de los enfermos, o se acercan a confesarse, a recibir la sagrada comunión o la confirmación, con las que Dios los fortalece y les ayuda continuar con sus vidas cerca de Él y observando los mandamientos y esforzarse en el camino de santificación.

3Carismas: gracias especiales

Existen también las gracias especiales o carismas:

Son además las gracias especiales, llamadas también carismas, según el término griego empleado por san Pablo, y que significa favor, don gratuito, beneficio (cf LG 12). Cualquiera que sea su carácter, a veces extraordinario, como el don de milagros o de lenguas, los carismas están ordenados a la gracia santificante y tienen por fin el bien común de la Iglesia. Están al servicio de la caridad, que edifica la Iglesia (cf 1 Co 12) (CEC 2003).

Estas gracias a veces son espectaculares, pero recordemos que no son para el bien de la persona que los tiene y mucho menos para presumirlos o lucrar con ellos, sino para servir a la comunidad.

Y entre estas gracias especiales, el Catecismo menciona las «gracias de estado que acompañan el ejercicio de las responsabilidades de la vida cristiana y de los ministerios en el seno de la Iglesia» (CEC 2004)

4Gracias actuales

Y tenemos las gracias actuales, que muchas veces pasan desapercibidas para nosotros, pero que son altamente eficaces:

las gracias actuales, que designan las intervenciones divinas que están en el origen de la conversión o en el curso de la obra de la santificación (CEC 2000).

Aquí podríamos mencionar las veces que sentimos deseos de ayudar a nuestros prójimos o de ir a Misa sin ser domingo, o de llamar a alguna persona que sabemos que está sola, en fin, nos ayuda a hacer el bien y evitar el mal, y como son tan cotidianas, ni siquiera nos damos cuenta de que las recibimos.

Sea cuales sean las gracias, no olvidemos que son gratuitas y que Dios, que nos ama tanto, nos envía raudales de ellas porque desea ardientemente que las aprovechemos y que nos salvemos. No nos cansemos de agradecer a Dios por tanto bien que nos dispensa.

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Fuente: Aleteia