Entre médanos, agua turquesa y una calma casi intacta, este destino se posiciona como una de las joyas más tranquilas y auténticas de la costa bonaerense.
Buenos Aires, miércoles 19 noviembre (PR/25) — A veces, para desconectar de la rutina no hace falta recorrer cientos de kilómetros ni buscar destinos masivos.
En el sur de la provincia de Buenos Aires existe un pequeño refugio marítimo que conserva el encanto de lo simple: Orense, un balneario diminuto, con apenas 70 habitantes permanentes, que sorprende por sus 23 kilómetros de playa ininterrumpida y un ambiente familiar imposible de replicar en otros puntos de la costa.

Formado alrededor de una plaza circular a sólo una cuadra del mar, el balneario mantiene una identidad serena y despojada. Sus calles cortas –todas con nombres de árboles–, un puñado de casas bajas y dos hoteles históricos, el Hotel Punta Desnudez y el Hotel Bahía, dibujan el paisaje de un destino que comenzó a crecer en los años 80 y que, tras la pandemia, volvió a ser elegido por quienes buscan un lugar donde incluso “no haga falta cerrar la puerta con llave”.

El balneario combina naturaleza, serenidad y tradición en un entorno costero ideal para descansar. 

El mayor imán de Orense es, sin duda, su playa. Una costa amplísima, de arena dorada y olas suaves, perfecta para familias, caminatas eternas o simplemente para sentarse a mirar el horizonte sin interrupciones. Su tranquilidad se mantiene incluso en plena temporada: en enero y febrero llegan unos 4.000 visitantes, un número mínimo frente a otros balnearios bonaerenses.

Llegar hasta allí implica un recorrido entre paisajes rurales. El camino más habitual es por la Ruta Nacional 228, que une Necochea con Tres Arroyos, y luego por las rutas provinciales 72 o 73, que conducen directamente al balneario. El viaje, de entre seis y siete horas desde CABA, permite adentrarse en una zona donde el ritmo se desacelera casi automáticamente.

Además de su costa serena, Orense invita a recorrer su plaza central, el corazón del pueblo, y a conocer el Médano 40, una duna de 40 metros de altura ideal para los amantes del senderismo y las vistas panorámicas. A poca distancia también se encuentra el Arroyo Cristiano Muerto, un rincón perfecto para quienes buscan naturaleza en estado puro y silencio total.

Las playas de Orense se destacan por su amplitud, su calma y su ambiente familiar durante todo el verano.

 

Para quienes disfrutan del turismo cultural y religioso, la Gruta de la Virgen de Lourdes es una visita obligada. Construida por los vecinos e inaugurada en 1976, se transformó con los años en un lugar de encuentro espiritual, especialmente durante Semana Santa.

Con sus playas extensas, su ambiente familiar y una tranquilidad difícil de encontrar en otros destinos costeros, Orense se posiciona como una escapada ideal para quienes buscan desconectarse del bullicio urbano y disfrutar de unos días rodeados de naturaleza, mar y calma absoluta.

Fuente: Revista Gente

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