En las vastas llanuras de Argentina, donde el viento recorre las estepas patagónicas y el sol acaricia las tierras de pastoreo, la cría de ovejas no es sólo una actividad productiva: es una tradición ancestral que une al país con su historia  recordemos que las primeras reses enfriadas y congeladas que se exportaron fueron de ovinos ( El hito histórico se produjo en 1882, cuando el barco frigorífico «Dunedin» zarpó de Nueva Zelanda con un cargamento de 4.300 toneladas de carne de ovino congelada con destino a Londres, Reino Unido).
Y al mismo tiempo, abre puertas a un futuro lleno de posibilidades. La oveja, ese noble animal, no sólo es símbolo de sacrificio y trabajo, sino también de adaptabilidad y prosperidad en terrenos difíciles.

Buenos Aires, lunes 8 de diciembre (PR/25) — Por Ing. Agr. Pedro Lobos — En el contexto actual de la producción ganadera argentina, los ovinos se destacan por su rusticidad y resistencia, características que les permiten prosperar en zonas que otros animales no podrían habitar.

En regiones áridas y con recursos hídricos limitados, las ovejas encuentran una ventaja comparativa clave: su capacidad de sobrevivir con bajos niveles de agua. A diferencia de otras especies que requieren grandes cantidades de agua para mantenerse saludables y productivas, las ovejas pueden tolerar condiciones extremas, alimentándose de pastos más escasos y resistiendo las altas temperaturas sin comprometer su salud.

Esta capacidad de adaptación hace que la cría de ovinos sea una actividad viable y rentable en las zonas más desfavorecidas de Argentina, donde otras formas de ganadería podrían no ser posibles.

Pero las ventajas de la cría de ovejas no se limitan solo a su resistencia al clima. Uno de los factores que más destaca es su prolífica capacidad reproductiva. Las ovejas tienen una tasa de reproducción notablemente alta en comparación con otros animales de pastoreo , lo que las convierte en una opción sumamente eficiente para la producción de carne y lana .

  En un entorno económico que exige altos rendimientos con menos recursos, la prolificidad de las ovejas se convierte en un pilar esencial para garantizar la sostenibilidad y el crecimiento del sector. Las razas adaptadas a Argentina han demostrado que, con los cuidados adecuados, es posible obtener dos o incluso tres corderos por parto, lo que incrementa la cantidad de animales por unidad de superficie, generando un impacto directo en la rentabilidad de la actividad. En la raza Hampshire Down generalmente alto debido al buen instinto maternal. En rebaños bien manejados se han reportado porcentajes de destete del 124.6% de corderos por año por oveja

A nivel de producción, las ovejas no solo ofrecen carne de excelente calidad y lana de primer nivel, sino que también juegan un papel fundamental en la diversificación de la oferta agrícola de Argentina. Mientras la carne ovina sigue siendo un producto de nicho en el mercado interno, los productores han comenzado a ver un auge en las exportaciones de lana, que posicionan a Argentina como un jugador competitivo en el mercado global.

Esta expansión de mercados y el aumento en la calidad del producto han dado lugar a una nueva visión de futuro: uno en el que la ganadería ovina es más relevante que nunca, en parte gracias a las características naturales que hacen a los ovinos ideales para las condiciones del país.

La cría de ovinos enfrenta, por supuesto, desafíos. El clima impredecible, las fluctuaciones en los precios de los insumos y los problemas de seguridad en el campo siguen siendo obstáculos. Sin embargo, como el «Buen Pastor» que guía y protege a su rebaño, los productores argentinos siguen adelante con firmeza, conscientes de que los beneficios de la actividad ovina están más allá de las dificultades cotidianas.

Las ovejas, adaptadas a las condiciones más extremas, son un símbolo de resiliencia y perseverancia, una cualidad que se refleja en cada productor que, con esfuerzo y dedicación, mantiene viva la tradición ovina en Argentina.

Hoy, el stock de ovejas en Argentina supera los 14 millones de cabezas, y cada una de ellas representa una oportunidad, una posibilidad de crecimiento y de conexión con la tierra.

Con cada cordero que nace, con cada hilo de lana que se recolecta, los productores argentinos nos muestran que la actividad ovina es mucho más que una forma de vida: es un camino hacia el futuro, marcado por la esperanza, la superación y el progreso.

Al igual que en la metáfora bíblica, en la que el rebaño sigue al pastor con confianza y fe, el sector ovino argentino continúa su camino con la certeza de que, a través de la mejora constante, la adaptación y la innovación, el futuro está lleno de promesas.

La rusticidad, la prolificidad y la capacidad de adaptación de las ovejas a los distintos climas y paisajes argentinos se erigen como las bases de un futuro próspero para la producción ovina.

Como decía el Salmo: «El Señor es mi pastor; nada me faltará». Esta verdad, tan profundamente arraigada en la tradición cristiana, resuena hoy en el corazón de cada productor y en cada rincón de Argentina, guiándonos hacia un futuro de esperanza, abundancia y prosperidad.

En la cría de ovejas, no sólo se refleja el pasado de nuestra nación, sino también la promesa de un futuro lleno de crecimiento, de redención y de abundancia.

Con dedicación, trabajo y visión, la cría de ovinos no sólo sigue siendo un pilar en la agricultura argentina, sino que, como los rebaños que se multiplican, su potencial para seguir creciendo es inmenso.

Con fe en sus ventajas comparativas y en el compromiso de sus productores, la ganadería ovina en Argentina sigue avanzando hacia nuevos horizontes, con el viento a favor de la esperanza.

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Fuente: IA / Ing. Agr. Pedro A. Lobos