Ago 26, 2021 | Desarrollo Humano
Lectura del santo evangelio según san Mateo (24,42-51):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.»
Palabra del Señor
Ago 25, 2021 | Desarrollo Humano
Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,27-32):
En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas”! Con esto atestiguáis en contra vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!»
Palabra del Señor
Ago 24, 2021 | Desarrollo Humano
Buenos Aires (AICA), 24 agosto 2021: Con dos años como sacerdote castrense, el presbítero Santiago García del Hoyo ya tiene en su haber cuatro meses como capellán de una Misión Antártica del rompehielos Almirante Irízar. Es el primer sacerdote ordenado por el actual obispo castrense de la Argentina, monseñor Santiago Olivera , y a fines de 2020 le fue encomendada una misión muy especial.
En diálogo con AICA, el sacerdote relató lo que significó esta experiencia, que renovó su vocación como capellán, y lo fortaleció espiritualmente ayudando a reconfirmar su ‘sí’ como sacerdote castrense, para acompañar a los militares en su “consagración” a la Patria.
Con 126 días de misión, de diciembre de 2020 a abril de 2021, se trató de “la navegación más larga de la historia de la Armada Argentina sin bajar en un puerto”. Sucedió que, a causa de la pandemia del Covid-19, la tripulación -compuesta por unas 260 personas, en su mayoría de miembros de la marina, pero algunos también de fuerza aérea y ejército- sacrificó las oportunidades de descanso en tierra, para mantener una misma burbuja durante toda la misión.
Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua. Las fiestas más importantes para un católico fueron vividas a bordo del rompehielos Irízar, y la misión del padre García del Hoyo fue sostener la fe de cada tripulante. Misa diaria y “misionera” en distintos sitios del barco, rosario, bendiciones y confesiones, fueron parte de la rutina diaria que le tocó ejercer.

El objetivo del capellán en la Misión Antártica
Cada verano, la Misión Antártica tiene como objetivo hacer el relevo y el abastecimiento de las dotaciones antárticas. Es decir, hacer el cambio de turno de los soldados que han pasado el año en la base; y proveer de alimentos, materiales y armamentos para la subsistencia durante los próximos doce meses.
En la Antártida Argentina hay trece bases de las cuales seis son de invernada, porque se mantienen todo el año. En estas últimas hay capillas donde está el Santísimo, entonces la misión del capellán es consagrar y dejar formas para todo el año. En cada base también hay un militar formado como Ministro de la Eucaristía, para celebrar la Palabra durante los domingos el año y las fiestas.
La visita a la base es muy breve. Unas 20 horas es el tiempo aproximado que se tarda en completar la misión. La función del sacerdote es celebrar misa, hacer la invocación religiosa, confesar, rezar por los muertos que hay en la base, bendecir la base, y bendecir a los que se quedan.
“Los militares son hombres de fe, entonces generalmente se confiesan porque saben que es la única vez en el año que van a ver un cura”, explica el padre García del Hoyo, cuya misión fue “acompañar a los que se quedan, pero también a los que vuelven a insertarse en el mundo, después de 14 meses en una base antártica, alejados de todo ”.
Por el clima hostil antártico -con temperaturas de -45 ° en verano y -60 ° en invierno-, se trata de una misión “de alto riesgo”. Por eso, el capellán recuerda cómo cada día, con el médico del barco, invocaban la protección de Nuestra Señora Stella Maris, patrona de los marinos y navegantes.
“Gracias a mi espíritu aventurero no tuve miedo”, afirma el padre Santiago. Sin embargo, la expedición se trató de su primera experiencia navegando. El paisaje también anima a alabar a Dios: “Todo el que tiene contacto con esa creación ya no queda indiferente. Es impresionante ver hielos gigantes, montañas y ballenas, y Dios creó todo eso para que el hombre lo encuentre. Ahí muchos cambian y se replantean cosas ”.

Conversiones y vocación al extremo
“Cuando estás en un cuartel, vas acompañando la vida de los militares; pero estando en una misión de riesgo, donde el militar se pone mal porque está lejos de la familia, puede morir, no sabe cuándo vuelve, o la misión puede cambiar; ahí se ve cómo Dios obra en las almas y suscita conversiones ”, relata el sacerdote.
“Las personas se replantean su vida en esa situación extrema. Confesiones hermosas de muchísimos años, conversiones, gente que quiere arreglar su vida, casarse, bautizar a los hijos. El que va a invernar se da cuenta que no va a poder confesarse en todo el año, y piden un examen de conciencia para arreglar su vida ”, continúa, haciendo referencia a la tarea fundamental que cumple el capellán al que le toca estar en la misión.
Se trata de una misión para “vivir la vocación al extremo y entregarse a ellos 24 horas”. El sacerdote nos relataba cómo ratificó allí su vocación de capellán, y con mucho entusiasmo preparaba cada día las prédicas y visitaba cada rincón del Irízar.
El militar debe “defender a la Patria, defender la soberanía nacional y dar la vida por la Patria”, entonces “son gente de fe porque saben que dar la vida por la Patria es algo superior. La patria viene de Dios. Es una vocación. Ellos dicen que la vida militar es como un sacerdocio, pero con una consagración a la Patria. Y esto implica una visión trascendental en la que tiene que haber fe ”, concluye.+ (Guadalupe García Corigliano)
Primicias Rurales
Ago 24, 2021 | Desarrollo Humano
Lectura del santo evangelio según san Juan (1,45-51):
En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret.»
Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?»
Felipe le contestó: «Ven y verás.»
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.»
Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?»
Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.»
Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»
Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has ver cosas mayores.» Y le añadió: «Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»
Palabra del Señor
Ago 23, 2021 | Desarrollo Humano
Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,13-22):
En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis digno del fuego el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga!” ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro? O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga.” ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar jura también por todo lo que está sobre él; quien jura por el templo jura también por el que habita en él; y quien jura por el cielo jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él.»
Palabra del Señor
Ago 23, 2021 | Desarrollo Humano
Buenos Aires, 23 agosto (PR/21) –Isabel Flores de Oliva nació en Lima (Perú) el 20 de abril de 1586 y fue bautizada el 25 de mayo de ese mismo año. Aunque su nombre era Isabel -puesto en honor a su abuela materna-, una india que servía en su hogar la empezó a llamar de cariño Rosa, debido a su belleza y al color que lucían sus mejillas. Poco a poco esa forma cariñosa de llamarla sería adoptada por sus propios padres, aunque su uso se limitó al entorno familiar.
Rosa recibió una esmerada educación, así como una profunda formación espiritual. En ese proceso, tuvo noticia de la figura de Santa Catalina de Siena, a quien admiraría el resto de su vida.
Cuando tenía once años tuvo que mudarse con su familia a Quives, un pueblo ubicado en las serranías de Lima, como consecuencia de los problemas económicos que acarrearía el fracaso de su padre en la explotación de una mina. Ciertamente fueron tiempos difíciles para los Flores de Oliva, pero en los que también llegaron muchas bendiciones.
En 1597, Santo Toribio de Mogrovejo, entonces Arzobispo de Lima, durante una visita a Quives, le administró el sacramento de la Confirmación. De acuerdo a la costumbre, quien se confirmaba podía recibir un nuevo nombre. Ella recibió el de Rosa.
Al cumplir 20 años, la familia volvió a la capital. Isabel trabajaba todo el día en el huerto y durante la noche cosía ropa para familias pudientes, con lo que contribuía al sostenimiento de su hogar. A pesar de las dificultades, era una mujer feliz. Para ese entonces, ya dedicaba muchas horas a la oración y a la práctica de la penitencia.
Su intenso amor por el Crucificado la llevó a hacer un voto de virginidad. Tal amor crecía conforme Rosa se esforzaba por asistir a misa con frecuencia y recibir la comunión casi a diario. Su alma se abría cada vez más a la dimensión mística y a la contemplación. Ella misma era un signo de contradicción en medio de una ciudad que no siempre reflejaba su espíritu cristiano, cuando no caía simplemente en la frivolidad.
En una ocasión, su madre le puso una corona de flores en la cabeza para lucirla en algún evento social. Rosa se clavó una de las horquillas para hacer penitencia. Había aprendido a aprovechar este tipo de circunstancias para unir su alma al Cristo sufriente al que dedicaba sus días. Cuando una mujer halagó la suavidad de sus manos y la finura de sus dedos, ella cubrió sus manos con barro. Santa Rosa de Lima era muy consciente de cuán difícil es dominar el amor propio y la vanidad del corazón, así como preservar el corazón exclusivamente para quien consideraba su esposo, el Señor Jesús. Rosa realizaba intensos ayunos y pasaba las noches en vela haciendo oración por los pecadores, especialmente por aquellos que se cerraban a Dios.
Se sometió a rigores físicos y a distinto tipo de mortificaciones, siempre con el deseo de alejar de sí las distracciones, ofreciendo lo que hacía por los más necesitados.
A pesar de que sus padres intentaron casarla, ella se negó y defendió aquello que entendía como una vocación particular a la que Dios la llamaba. Así, el 10 de agosto de 1606 ingresó como Terciaria en la Orden de Santo Domingo, inspirada por Santa Catalina de Siena, su “maestra espiritual”. Por sugerencia de un sacerdote dominico, aceptó que la llamaran Rosa de Santa María.
Con la ayuda de su hermano Hernando construyó una ermita en un rincón del huerto de su casa, donde oraba y se mortificaba. Ahí, de jueves a sábado, comenzó a tener experiencias místicas, entre las que se contaba los sufrimientos de la Pasión.
Es cierto que Rosa pasaba gran parte del tiempo recluida en su ermita, pero no menos cierto es que salía siempre para ir a la iglesia de la Virgen del Rosario, o para atender a los enfermos abandonados o a los esclavos maltratados. En medio de esas labores fue que conoció a San Martín de Porres, con quien compartía el mismo afán de asistir a quienes, por su sufrimiento, eran como otros Cristos, escarnecidos y llagados. Ambos santos se hicieron amigos en virtud de la caridad.
Rosa tenía el alma ardiendo de amor por Dios y por los hermanos. Se cuenta cómo su tono de voz cambiaba y su rostro se encendía cuando hablaba de Él, lo mismo cuando se ponía en presencia del Santísimo Sacramento o cuando comulgaba. Por supuesto, eso no la eximió de la incomprensión, las burlas de muchos e incluso de alguna falsa acusación o rumor. Pero ya, inevitablemente, los limeños habían empezado a reconocerla, amarla y a ver en ella santidad.
Es así que, en 1615, un grupo de piratas quiso atacar la ciudad de Lima, atraídos por las leyendas sobre sus tesoros y riquezas. Estando anclados frente a las costas del Callao, Santa Rosa y otras mujeres fueron a la iglesia de la Virgen del Rosario para rezar ante el Santísimo Sacramento y pedir a Dios que los libre del saqueo de la ciudad. La Santa se quedó delante del sagrario con ánimo de protegerlo. Un par de días después, corrió la noticia de que el capitán de la embarcación pirata había muerto y que el barco se había retirado. Los limeños entonces empezaron a decir que esto había sido un milagro, y se lo atribuyeron a Rosa.
En sus últimos años de vida, la salud de la santa decayó mucho y tuvo que ser recibida en casa de una familia de esposos muy piadosos, Don Gonzalo de la Maza y Doña María Uzategui. La pareja la consideraba como una hija y velaron por ella por casi tres años, hasta el día de su muerte.
En medio de los sufrimientos a causa de su débil salud, Rosa oraba así: “Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor”.
Redacción ACI Prensa
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