Podríamos escribir una alegoría entre la ganadería argentina de las últimas décadas y la obra literaria Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, cuento infantil que relata la historia de una niña llamada Alicia (de ahora en más el empresario ganadero) y su viaje en un mundo imaginario y fantástico cuando entra en la madriguera de un conejo blanco (el negocio pecuario) que estaba persiguiendo. Cae por un túnel hacia el centro de la Tierra y, en un cuarto sin salida aparente, come, bebe, se encoge y se agiganta para luego viajar por sus propias lágrimas hasta el mundo de las maravillas.

La primera parte del libro se enfoca en la desorientación de Alicia en ese mundo fantástico y sus difíciles personajes, como, por ejemplo, cuando se encuentra con la Oruga, cuya lógica no comprende (representado por el Estado en sus tres niveles y sus comunicadores afines), el desprecio de la duquesa (usen su imaginación y pónganle nombre y apellido), un gato que desaparece y aparece cuando quiere (instituciones del sector y sus miembros) y el encuentro para tomar el té con personajes estrambóticos (¿la Mesa de las Carnes?).

Como Alicia, el empresario ganadero argentino parece estar atravesando un viaje por un mundo imaginario, persiguiendo ciega y apasionadamente su negocio, tratando de vislumbrar cualquier atisbo de lógica cuando es bombardeado diariamente con pregones motivadores que intentan convencerlo de que “la carne argentina está volviendo a ser un jugador importante en el mundo”, algo que es una verdad a medias, ya que nuestro principal comprador (China, que representa casi un 60% del volumen exportado), adquiere carne proveniente de vacas conserva y novillos faltonesno-Hilton.

En el imaginario de Las aventuras de los Argentinos en el País de las Maravillas, exportamos solamente lomos enfriados que se sirven en hoteles cinco estrellas de las principales capitales europeas. Pero la realidad es que nuestro principal comprador quiere cortes baratos provenientes mayormente de vacas conserva. Para China no somos exportadores de carne bovina, sino proveedores de proteínas animales sin identificación de origen que se emplean para elaborar guisos asiáticos.

“Argentina amplia su mercado de carne a China debido al evento sanitario fiebre porcina”. Invariablemente, los Argentinos en el País de las Maravillas esperan la salvación en un evento extraordinario en lugar de diseñar una política integral orientada a generar progreso sobre bases sólidas y sostenibles.

Además, a partir del proceso de liquidación de hembras que se registró en el último año, ¿cómo vamos a acomodarnos para satisfacer esa demanda china adicional de cortes de vacas? Nuestra oferta –recordemos– depende de procesos biológicos. ¿Cómo se va a resolver la limitante de la capacidad instalada de congelado de la industria frigorífica, sin cuyo crecimiento no puede pensarse en un aumento considerable de las exportaciones de carne?

“La situación comparada con el año pasado está mejorando en el sector que produce”. Seguramente. Pero, gracias a la devaluación del peso argentino, nuestro capital hacienda se diluyó significativamente en el último año sin que eso haya permitido crear oportunidades de negocios en mercados internacionales de alto valor. Nos va mejor respecto del desastroso año pasado. Pero somos más pobres si medimos la evolución de nuestro capital en una moneda dura (no en papeles pintados).

“Cuando llueve el campo se agranda”. Nunca resulta satisfactorio extrapolar los resultados de una región a todas. Actualmente existen miles de hectáreas en el norte de Santa Fe, sur de Chaco y sudeste de Santiago del Estero que resultan inaccesibles debido al exceso de agua.

“Vamos hacia un campo del Primer Mundo”. ¿Y cómo pensamos llegar hacia allí? ¿Con el actual diseño impositivo y laboral? ¿Sin resolver los problemas macroeconómicos que provienen del excesivo gasto público estatal? ¿Acaso pretendemos ser una isla de progreso en un mar de desatinos obstaculizantes?

A todas luces la realidad indica que el productor no puede realizar un proyecto de inversión a largo plazo porque no cuenta con reglas claras y mucho menos con certidumbre; resumiendo, no cuenta con una Política de Estado. Así va a ser difícil, tan difícil como ir a fondo en las curvas sin que la fuerza centrífuga no intente echarnos hacia afuera, sobre todo cuando el vehículo viene con los neumáticos desgastados y poco agarre.

En la segunda parte del libro, Alicia ya está más familiarizada con ese mundo y puede entonces mostrar su carácter al enfrentarse a sus absurdos personajes. Porque los empresarios ganaderos lo último que perdemos es la esperanza de que algún día dejemos de vivir de fantasías para comenzar a trabajar sobre bases sólidas.

Virginia Buyatti. Empresaria ganadera del norte de Santa Fe

Fuente: Valor soja

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