Buenos Aires, 10 diciembre (PR/19) — De familia con más de 100 años en la ganadería chaqueña, Maya Lagerheim dejó el rodeo de vacas y empezó a recriar y engordar terneros Brangus. Hoy, con un manejo artesanal del pastizal, produce novillos pesados para mercados exigentes. Desde su campo, un bajo con palmares e inundaciones frecuentes, cuenta su experiencia.

“Heredé animales de cría, o sea, vacas de calidad, pero después me fui dando cuenta de que no podían parir en el agua. Trabajamos en ambientes difíciles, con subidas de agua desde los ríos cada vez más frecuentes y había muchas pérdidas. Entonces, las vendimos y empezamos a comprarle terneros Brangus a mi hermano, que tiene un campo alto, enfrente, ruta de por medio. Los recriamos y engordamos y salen como novillos pesados tipo exportación”, contó a Valor Carne la médica veterinaria  Maya Lagerheim, dueña del establecimiento San Francisco, ubicado en el este del Chaco, a 10 km de Resistencia.

Cambiar las vacas por terneros no fue una decisión fácil para la mujer, que proviene de una familia de larga trayectoria en la ganadería provincial. “Siempre viví en el campo, mi abuelo era sueco, llegó en 1887 y compró 21 mil hectáreas, que se fueron repartiendo en forma ordenada, dejando unidades económicas para sus hijos. Mi padre fue veterinario y recibió hacienda criolla, que fue absorbiendo con Aberdeen Angus. Fue uno de los primeros que hizo inseminación artificial en la provincia y logró importantes avances en genética”, recordó. Y prosiguió: “a mí, en 2000, me tocó parte de la superficie de bajos, sin aptitud agrícola; y un rodeo de cría, que empecé a manejar junto a mi marido, también veterinario. Pero pronto empezamos a ver los problemas”.

El campo es un bajo tendido hacia el Paraná con anegamientos frecuentes. “Permanentemente hay un pelo de agua, que puede estar más arriba o más abajo. Los animales descansan en dormideros o mogotes que quedan de los palmares, que son superficies más altas. Pero aún así no podíamos saber qué ocurriría en la época de parición. Más de una vez, nos vino una inundación, tuvimos que sacar los terneros y varios murieron”, detalló Lagerheim, aludiendo a los ciclos húmedos que afectaron a la zona en los últimos años.

Al poco tiempo, en 2004, el marido de la empresaria falleció en un accidente y ella se hizo cargo de todo el establecimiento. “La verdad es que no es bueno producir en soledad, cuando se está apalancado por pares es diferente. Por eso, para mí fue extraordinario ingresar al CREA, aprendí a llevar la gestión en forma más finita y me di cuenta de que estaba perdiendo plata. Con los números a la vista y el apoyo del grupo, puede tomar la decisión de dejar la cría”, recordó, señalando que, en poco tiempo, pasó a ser la primera invernadora entre las nueve empresas del CREA Arandú.

El establecimiento San Francisco se inició en la recría y terminación de hacienda propia Brangus y de terceros, incluyendo algo de Braford, en capitalización. “Mi responsabilidad empieza con los terneros destetados, los tomo con 190-200kg y los llevo a pasto a 480-500 kg. Vendemos unos 500 novillos/año, de tres años de edad”, afirmó.

Contra viento y marea

A pesar del giro del negocio, las dificultades del ambiente continuaron limitando la productividad. “Es imposible aumentar la carga con pasto natural y con la inestabilidad climática que estamos atravesando”, aseguró. En los últimos en tres años, el campo tuvo inundaciones frecuentes y, en este 2019, hasta diciembre, ya llovieron 1.822 mm cuando la media histórica es de 1.200 mm/anuales. “Hubo que sacar los terneros. Habitualmente entran en marzo-abril, pero en enero habían caído 600 mm y el agua no bajaba. Entonces, los tuve que mandar a capitalizar afuera, sobre Gatton Panic”, precisó.

¿Hacer pasturas? “No puedo entrar con herramientas al campo, pero mis pastos naturales son excelentes, adaptados a la zona, tienen buen nivel de proteína y son engordadores. Además, con el tiempo, aprendimos a cuidar el ecosistema”, detalló Lagerheim, refiriéndose a las especies predominantes, como canutillo (Echinochloa), brachiarias nativas, gramilla de agua (Leersia) y pastito de agua (Luziola), que producen forraje en primavera-verano y otoño, y se mantienen verdes durante el invierno. “Trabajamos con una carga de 0,60 EV/ha, aunque con los excesos hídricos, ahora, estamos en 0,35 EV/ha, que es lo normal del CREA en esta zona”, indicó, detallando que, de cualquier modo, no puede comparase con los otros empresarios ya que son criadores con campos altos.

¿Suplementación estratégica? “En este momento no la hacemos. No siempre dan los números ni tenemos lugar como para alimentar los animales cuando viene el agua. Estamos pensando en alquilar un campo de altura, donde dejemos los terneros el primer invierno, para después llevarlos a los pastos naturales. Pero, hoy por hoy, nuestro costo de USD 0,53 por kilo producido, mientras que el grupo está en 0,81/kg, ya que la mayoría de las empresas suplementa los terneros”, argumentó.

Así las cosas, el manejo del pastizal es una de las claves del sistema. “Nos convertimos en artesanos del pastoreo. Y todavía estamos tratando de ajustarlo, no es fácil rotar en los campos bajos, porque hay alambre eléctrico y si el agua sube, hay que desconectar rápidamente. Tenemos que estar muy atentos”, explicó. En tal sentido, San Francisco cuenta con personal altamente capacitado, tres personas de a caballo, nietos de colaboradores del campo fundacional, y un operario que se dedica a mantener los alambrados.

Para Lagerheim, el manejo integral de las cuencas hídricas con obras de regulación cambiaría la historia. “Tenemos un problema con el Río Negro que pasa por la ciudad de Resistencia. Como se instalaron familias en la orilla, en vez de dejar que el agua fluya al Paraná, lo derivaron a un cauce que corre muy cerca de aquí. El daño fue enorme”, advirtió Lagerheim. Y detalló: “aún con los excesos de lluvia de este año, el nivel del Paraná estaba muy bajo, pero nuestro campo quedó inundado mucho tiempo”.

El Chaco exportador

Los novillos alimentados a pasto de San Francisco se destinan a exportación y son muy valorados para la cuota Hilton y otros nichos de calidad. “No tenemos frigoríficos para este producto en la provincia, los mandamos a Reconquista, Santa Fe, donde está la planta más próxima”, indicó.

¿A futuro? “Seguir avanzando en eficiencia y estabilizar el sistema de pastoreo. Estoy a cargo de la presidencia del consejo asesor del INTA Chaco-Formosa y junto con el CREA estamos midiendo los pastizales naturales. Necesitamos saber qué se produce en nuestros bajos, no en la loma, para poder aumentar la oferta forrajera “, planteó, señalando que en la Pampa Húmeda está todo escrito, pero en el norte aún falta información del ecosistema. “Entendemos que desde la zona pueden salir muchos kilos de carne a exportación, en forma rentable y amigable con el ambiente. Hoy, en nuestro establecimiento, con las contingencias climáticas, estamos produciendo 50 kg/ha y apuntamos a más de 60 kg/ha, a pasto”, aseveró.

¿Qué significa la vida en el campo? “Yo no cambiaría vivir en medio de la naturaleza, porque ennoblece al hombre. De chica, con mi hermano, fuimos a la escuela rural, junto con los hijos de los peones. Fue fantástico, contribuyó a forjarme como luchadora. Después, hice la Facultad en Corrientes, iba y venía todos los días, y también aquí crié a mis seis hijos”, rememoró la mujer. Y destacó: “Este campo, que fundó mi abuelo hace más de un siglo y continuó mi padre mejorando el ganado, me dio la oportunidad de llegar con carnes de calidad al mundo. Los empresarios tenemos que mirar la historia y comprender que siempre hay un futuro por delante”.

Por ingeniera agrónoma Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne

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