Buenos Aires, 7 agosto (PR/20) — Argentina celebra hoy 7 agosto a San Cayetano, “Patrono del pan y del trabajo”
En un videomensaje, el Cardenal Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires y Primado de Argentina, en proximidad de la Fiesta del Santo Patrono del pan y del trabajo, invitó a los fieles a rezar en casa, encendiendo una vela votiva a San Cayetano en los altares domésticos.

Este año, debido a la pandemia de Covid 19, las misas se celebrarán en los santuarios sin participación del pueblo y se transmitirán en directo por televisión y en la web.

“Estamos en un momento difícil, el tema del trabajo es una preocupación de todos los padres de familia”: son las palabras del cardenal Poli, contenidas en el video mensaje distribuido para la Fiesta de San Cayetano, cuya memoria litúrgica se celebra el 7 de agosto.

Conocido como el “Patrono del pan y del trabajo”, San Cayetano es muy honrado en Buenos Aires, ciudad que le ha dedicado un grande santuario.

“Cuando se abren las puertas del santuario,” dijo el cardenal Poli, “se abre también la esperanza y se abre la providencia, porque aquellos que buscan a Dios a través de sus Santos, Dios nunca nos suelta de la mano. Y ha mostrado muchas gracias a través de San Cayetano y tantos santos, amigos del cielo, que siempre están dispuestos a concedernos las gracias materiales y espirituales, que necesitamos para seguir caminando”.

Reseña de la vida de San Cayetano
En el año 1480 nace Cayetano. Su padre es Gaspar, Conde de Thiene
y su madre María Porto. Tiene dos hermanos: uno mayor, Juan
Bautista y Alejandro, el menor. A los dos años quedan huérfanos de
padre.

Con el comienzo del nuevo siglo, poco después del descubrimiento
de América, Cayetano cursa la carrera de abogado. Sus compañeros
lo eligen delegado estudiantil en la Facultad y sus profesores lo
alaban por las altas notas obtenidas. Responde con sencillez:
«Creo que valgo por lo que soy, y no por lo que los demás digan de
mí.»

El Papa Julio II nombra a Cayetano, Conde de Thiene, en un
importante puesto en la Cancillería de los Estados Pontificios.

Uno de sus secretarios escribe: «A pesar del puesto; Cayetano no
se da ninguna importancia. Viste con sencillez, atiende a todo el
mundo aunque sea fuera del horario de oficina. Siempre activo
donde lo necesitan. Trata a todos igual, ya sean ricos o pobres.
Si mantiene esta actitud tan servicial llegará a ser un hombre muy
importante…»

Con un grupo de diplomáticos logra evitar la guerra entre la
República de Venecia y los Estados Pontificios, cuyos resultados
podrían haber sido desastrosos. Gracias al acuerdo Cayetano gana
enorme prestigio y comienza a sentir los halagos de la gloria.

Sin embargo, sabe que su vida necesita seguir el camino de Jesús.
Así explica: «Siento que día a día mi vida suspira por amar a
Dios. Mis años de abogado me enseñaron que el pueblo necesita
palpar a Dios a través de las obras de los cristianos, de su
acción, de sus enseñanzas, de su entrega. Quisiera hacer siempre
la voluntad de Dios: esto deseo, y a esto aspiro. Ahora voy a dar
otro rumbo à mi vida. Mi camino es dejar todo sin mirar atrás.
Uniré mi propia vida a la Cruz de Cristo. Seré sacerdote.»

A los 36 años, el 30 de septiembre de 1516, Cayetano es ordenado
sacerdote. Comienza su acción apostólica en Venecia.

Le preocupa el excesivo lujo de los palacios y la miseria de los
suburbios. Se propone «no dejar de luchar hasta que vea a los
cristianos correr hambrientos para nutrirse del Pan Sagrado.»

Organiza el primer Hospital de Enfermedades Infecciosas y cuando
no queda dinero para pagar el sueldo a los mejores médicos de la
ciudad ni para alimentar a los enfermos, ordena la venta de su
biblioteca, lo último que queda de sus bienes: «Jamás dejaré de
entregar lo mío a los necesitados hasta que me vea en tal pobreza
que no me quede ni siquiera un metro de tierra para mi tumba, ni
tenga un centavo para mi entierro.»

Son tiempos difíciles. En Alemania Martín Lutero, un monje,
proclama la separación del Papa y se independiza de la Iglesia de
Roma. Cayetano responde con un nuevo proyecto: «Creo que la
Iglesia es siempre la Iglesia. Como esposa de Cristo no tiene
ninguna mancha, ninguna arruga, es blanca y pura; pero por culpa
de los hombres aparece corrompida… Quisiera presentar ante los
ojos del clero un grupo de sacerdotes que vivan juntos, cumplan
con el celibato, no busquen el dinero, sepan ser pobres… entonces
el ejemplo arrastrará y comenzaremos la reforma desde nosotros
mismos.»

El Papa Clemente VII aprueba el proyecto a pesar de la oposición
de algunos asesores. Cayetano con varios compañeros dicen: «Somos
célibes, como lo pide la Iglesia a todos sus sacerdotes. Queremos
ser pobres: no poseeremos rentas, ni tierras. Sólo aceptaremos las
donaciones espontáneas del pueblo. La riqueza no da al clero ni
paz ni libertad para el apostolado. No viviremos ni en conventos
ni en monasterios, sino en casas sencillas. Tendremos un superior
responsable y dependeremos directamente del Papa. Nos dedicaremos
al estudio de la Biblia, a la liturgia, a ayudar a los presos,
pobres, enfermos. Nos Ilamamos Clérigos Regulares.»

Los Clérigos Regulares viven en Roma. Han renunciado a todos sus
bienes y al grupo se une un obispo, Monseñor Carafa que con los
años Ilegará a ser el Papa Pablo IV. Se instalan en una humilde
casa de la calle Leonina, en un barrio suburbano.

Surgen alabanzas y críticas. Una noche alguien escribe en la
pared: «Carafa, Cayetano, y compañía: no reformen imposibles,
reformen sus cabezas de locos.»

Los jóvenes romanos se entusiasman. Comienzan las primeras
vocaciones y la casa resulta chica. Se mudan a una nueva vivienda,
en las afueras, casi pegados a la muralla de la ciudad.

El 6 de mayo de 1527 las tropas del emperador Carlos V saquean
Roma. El Papa huye por un túnel secreto. Las tropas se apoderan de los bienes, incendian casas, violan, profanan templos…

Al llegar a la casa de los Clérigos Regulares les exigen dinero.
Los sacerdotes responden que son pobres. La tropa no les cree y
torturan a Cayetano enganchando su cuerpo con una soga de la que tiran a través de una polea. Se desmaya. Golpean al resto de los compañeros y se alejan furiosos.

Otros soldados los encuentran. Los llevan prisioneros para pedir
el rescate a sus familiares. Si no entregan fuertes sumas de
dinero morirán como otros rehenes. Cayetano y sus amigos se
sienten más que nunca en las manos de Dios.

A raíz de un banquete entre varios jefes, entusiasmados por el
vino y la euforia, el jefe de la guardia los deja ir, convencido
de que nadie pagará por ellos. Huyen de Roma en una barcaza y un
barco de la República de Venecia los devuelve a la tierra natal.

Cayetano se traslada a Nápoles para comenzar a difundir el
espíritu y las energías de los Clérigos Regulares.
Sin perder un instante refuta los argumentos de otros religiosos
que se extrañan de su extrema austeridad y del estilo de vida.

Funda un monasterio, refugio para prostitutas arrepentidas y toma
la iniciativa de tramitar el establecimiento de un Banco Popular
que conceda crédito sin interés, quebrando el criminal negocio de
prestamistas usureros.

La actividad de los Clérigos Regulares en Venecia se multiplica:

• atención de hambrientos y enfermos cuando la gran sequía y peste de 1529 a 1532;
• proyecto de fundación de una imprenta para «ganar el pan con el
sudor de la frente»;
• organización de una comisión de ayuda a los presos;
• servicios religiosos y asistenciales;
• colaboración con Carafa, que es designado Cardenal, en los
estudios preparatorios de un Concilio. Se proyecta una amplia
reforma de la Iglesia.

El pueblo de Nápoles se rebela contra el Virrey, representante de
Carlos V. Tropas españolas y napolitanas se enfrentan en las
calles y en las plazas. La furia de la multitud masacra
brutalmente, el ejército imperial degüella sin contemplaciones.

Cayetano, con sesenta y siete años, busca un acuerdo entre los
rivales. Parece no conseguirlo. Enferma gravemente. Pide la
Comunión. A las cinco de la tarde del 7 de agosto de 1547 muere.

El pueblo le atribuye la paz, porque los embajadores del Emperador
traen un acuerdo justo.

El 12 de abril de 1671 el Papa lo declara santo junto con Rosa de
Lima y Luis Beltrán, ambos difusores del Evangelio en
Latinoamérica.

¿Por qué se representa al Santo del Pan y del Trabajo con un niño en brazos? … A San Cayetano se lo representa con un niño en brazos porque, en una visión en un momento de oración, la Virgen le entregó al Niño Dios recién nacido para que lo sostuviera en brazos.

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