Buenos Aires, 3 de diciembre (PR/21) .– Sin lugar a dudas, Mendoza es una de las capitales más importantes de la industria vitivinícola. Esa impronta y fanatismo por el vino están marcados a fuego en varios enólogos mendocinos como es el caso de Gonzalo Tamagnini.

Su primera experiencia la tuvo a los 8 años cuando el médico de familia le prohibió que tome gaseosa y comenzó a mezclar unas gotitas de vino con soda para darle gusto.

Desde los 21 años trabajó en proyectos personales donde realizaba trabajos de poda y cosechas en viñedos a cambio de materia prima. “Me apasioné y desde ese momento no puedo alejarme ni un segundo”, recordó.

Si bien con el correr de los años continuó trabajando en otras empresas y fue enólogo de la Bodega Manos Negras, siempre tuvo la idea de emprender algo propio.

Hoy está 100% abocado a Desquiciado Wines y, además, junto a su socio Martín Cesto están lanzando también otro proyecto denominado “Be Rock”.

No sólo en su relato y en la forma de referirse a su actividad queda de manifiesto su pasión, sino al buscar el nombre de la Bodega y al elegir los nombres de cada producto. “Nosotros, con Desquiciado, queremos transmitir que siempre una parte de nuestras vidas está fuera de control y ese descontrol se tiene que ver ‘como dejarse fluir’ y no como algo malo. Queremos dejarnos fluir en el viñedo, elaborando el vino de la forma que el año nos indicó y haciendo una interpretación del terroir”, explicó.

Gonzalo Tamagnini, además de enólogo, se dedica al rubro de alimentos; es por eso que se apasiona al interpretar la materia prima desde su origen y con su balance natural aportándole su impronta personal.

Desquiciado busca la expresión y estilo particular de la vid y de quien elaboró el vino.

Hoy está de moda decir que hay que intervenir lo menos posible para que  haya una expresión del lugar. “Nuestra intervención no es química sino tecnológica y con técnicas aprendidas en otras partes del mundo, entendiendo que el vino se puede conservar de forma natural y no con el agregado de productos”, explicó el enólogo.

Junto a su socio, están realizando una inversión con el objetivo de producir vinos orgánicos porque sienten que, así como ellos modificaron su forma de consumir alimentos, la sociedad también lo está haciendo y quieren realizar productos acorde.

“Queremos hacer un producto rico y saludable para el consumidor, bajando la aplicación de agroquímicos a cero”, sostuvo y sumó que “el valor agregado del vino es el tiempo. El tiempo que se guarda en barril, que se estiba en la botella, y en estos tiempos que vivimos donde todo se quiere ya, el vino viene a enseñarnos que cuanto más estacionado esté, mayor valor agregado tendrá”.

El protagonista de la Pandemia

En las crisis más grandes de la humanidad, el vino siempre se volvió protagonista.

Si bien durante los últimos 30 años el consumo de vino fue bajando en Argentina a valores de 17,5 l/hab/año, este último año de pandemia creció un 40% su consumo y con él toda la industria como las embotelladoras, fabricantes de etiquetas, etc.

Este aumento fue impensado por todos, pero Tamagnini está convencido de que cuando una persona prueba un vino y le gusta, seguirá consumiendo el mismo por mucho tiempo. “Nuestros vinos son sanos y ricos, se puede tomar una botella por la noche y al otro día no tener resaca, trabajar, estudiar o hacer deportes”, expresó.

La industria vitivinícola

Argentina está dentro de los 10 países productores de vino a nivel mundial.

La industria del vino es muy interesante ya que no se desecha nada. Parte del vino que no se utiliza por su estado de depreciación se destina para generar alcohol que se reutiliza para sanear.

Durante la pandemia, Desquiciado donó parte de la producción para ser convertido en alcohol. 

Hoy se está tendiendo a generar una cadena entre las bodegas chicas con el objetivo de que los productores vendan su producción y no la comercialicen como commodities, obteniendo mayor rentabilidad y generando mayores puestos de trabajo.

Cuando dialogamos sobre las deudas pendientes en materia de exportaciones y promoción internacional, Tamagnini fue contundente: “El vino argentino en Brasil cuesta tres veces más que el vino chileno debido a la cantidad de impuestos y los diversos tratados de comercio exterior entre países. Esto hace que el vino argentino no sea competitivo en el exterior. Tenemos una materia prima que, transformada a dólar, es súper rentable; pero entrar a un país con tanta cantidad de impuestos logra que dejemos de ser competitivos.  Necesitamos ayuda para el productor que quiera empezar a exportar en botella y deje de vender a granel”, explicó

Relación costo-calidad

En relación al precio interno, en Desquiciado Wines están convencidos que se puede hacer un buen vino a un precio económico.

“Tenemos la variedad Listán Prieto que es la uva criolla chica o grande que produce mucha cantidad de uva y aplicando tecnologías se obtienen vinos de bajo costo pero de buena calidad y muy rentable. Una viña de uva criolla produce aproximadamente unos 400 qq/ha a diferencia de un malbec de alto nivel que produce 80 qq/ha. Estamos hablando de 3-4 veces más, por eso en la variedad ponemos el valor agregado”, expresó.

Hasta hace algunos años, al vino se lo apreciaba por el alcohol y el color, mientras que hoy en día, el consumidor prefiere vinos de menor alcohol y no se interesa por el color que es sólo un aspecto visual.

Se pueden generar vinos económicos para el consumidor y a su vez que sean muy rentables para así poder exportar algo propio.

El torrontés es una uva netamente argentina que se generó por un cruzamiento espontáneo y tiene  muy buenos rendimientos. En Estados Unidos y Canadá la consumen como una variedad argentina.

Para Tamagnini hay que darle valor y promoción a otras variedades. “El malbec nos representa y es la puerta de entrada a otros países pero luego hay que entrar con otras variedades y mayor volumen”, cerró.

Fuente: Agroempresario.com

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