Asesoramiento: Camila Enrique, Licenciada en Nutrición (MN 10891 – MP 6110) miembro del Departamento de Nutrición de New Garden -principal cadena de tiendas de alimentos naturales de Argentina-.

Buenos Aires, 6 noviembre (PR/23) — El ritmo de vida, la rutina diaria y el clima frío no siempre nos invitan a movernos. Llegan los primeros calores acompañados del próximo cierre del año, y es muy frecuente la preocupación por el cuidado del cuerpo, los chequeos médicos olvidados, como “la falta de tiempo” para priorizar la salud.

La obesidad es una enfermedad crónica que se caracteriza por una acumulación excesiva de grasa en el cuerpo. La misma es producida por un desequilibrio entre el ingreso y el gasto de energía. Ningún extremo es bueno, por lo cual, cuando hay un exceso de tejido adiposo, la salud se ve afectada.

Una Enfermedad Multi Orgánica. Se la considera así ya que afecta varios sistemas de órganos, siendo éstos clave en el desarrollo de enfermedades como Hipertensión, Diabetes y Dislipemias. También cabe destacar las consecuencias que puede ocasionar a nivel psicosocial como: depresión, baja autoestima y aislamiento, los cuales impactan negativamente en la calidad de vida.

A nivel mundial, los datos muestran que la cantidad de personas obesas se triplicó en los últimos 40 años. En Argentina, el sobrepeso y obesidad representan un grave problema de salud pública. “Como población consumimos poca cantidad y variedad de frutas y verduras, muchas veces sin alcanzar las recomendaciones diarias. Generalmente nos cuesta elegir para beber opciones naturales, como el agua, y preferimos el consumo de bebidas azucaradas, con altos contenidos de sodio y azúcar”, comenta al respecto, la Lic. Camila Enrique (MN 10891 – MP 6110) miembro del Departamento de Nutrición de New Garden -principal cadena de tiendas de alimentos naturales de Argentina-.

Por otro lado, la Encuesta de Factores de Riesgo (ENFR – 2018), registró que más de la mitad de la población argentina (66,1%) presenta un exceso de peso. Dentro de este valor, se puede diferenciar un 33,7% atribuido al sobrepeso y un 32,4% a la obesidad. “Los números son alarmantes y nos llevan a reflexionar sobre cómo comemos y qué llevamos a nuestro plato.”

Diversos Factores Involucrados

Hoy en día se sabe que las causas de esta enfermedad pueden ser tanto nutricionales –relacionadas con la selección y calidad de alimentos que consumimos, así como la cantidad de los mismos- pero también existen condiciones genéticas, hormonales y sociales que afectan el cuadro de salud.

A su vez, hábitos que nos acompañan a diario y predisponen a la obesidad son la falta de movimiento, el sedentarismo, el estrés, el mal descanso o falta de horas de sueño, el consumo de sustancias nocivas como alcohol y tabaco.
La adopción de hábitos saludables, el rol que ocupa la comida nuestra vida y la realización de actividad física son pilares claves en el tratamiento.

Muchas veces, buscamos soluciones rápidas, como saltear comidas y realizar dietas restrictivas, pero no suelen ser un buen camino para el descenso de peso. Las mismas resultan difíciles de sostener en el tiempo, cayendo en la frustración y desmotivación. A la hora de cambiar hábitos el foco se encuentra en detectar qué alimentos consumimos, por qué, cómo, cuándo… ¡Cuestionarse! Teniendo en cuenta que, para tales cambios es necesario: paciencia, perseverancia y constancia en el proceso, obteniendo resultados que perduren en el tiempo.

Para esto es importante la planificación y organización tanto en las compras como en la cocina, con el fin de tener siempre disponible aquellos alimentos que fomentan buenos hábitos alimentarios. Aquí, la recomendación es siempre una consulta con un especialista en nutrición, y equipo de salud, para tener un abordaje integral e individual.

Y recuerda:
– Sumar más frutas y verduras de todo tipo y color.
– Incluir legumbres, cereales integrales y granos para aportar fibra y sumar saciedad.
– Evitar gaseosas, aguas saborizadas y bebidas alcohólicas. De preferencia consumir agua y/o limonadas caseras.
– Disminuir el consumo de alimentos ultra procesados, ya que suelen tener un alto contenido de grasas y azucares, al igual que conservantes y aditivos que estimulan el hambre.
– De consumir carne, optar por cortes magros (retirarle la grasa visible), y disminuir el consumo de fiambres, embutidos y achuras.
– Incorporar frutos secos y semillas ya que brindan fibra y grasas saludables protectoras de la salud cardiovascular.

¡No te olvides de incluir alimentos reales en tus comidas! Animate a probar nuevos colores y sabores.

Un impulso motivador. Otro de los factores que cobra importancia en la prevención y tratamiento para esta enfermedad es la realización de actividad física regular. Esta resulta tan importante como una alimentación equilibrada. Es fundamental incentivar la búsqueda de una actividad que divierta y motive a superarse al realizarla, de esta manera se incorpora fácilmente como hábito.

Por último, y no menos importante, “hoy en día se habla mucho del descenso de peso por motivo estético, sin cuestionarse cómo está nuestro cuerpo, qué nos pasa por dentro a nivel físico, emocional y social. Preguntarse qué relación tenemos con la comida y si comemos realmente por hambre o si, en esta sensación, se confunde u oculta algún sentimiento de tristeza, enojo, felicidad o aburrimiento. Distinguir el hambre real del emocional es un ejercicio fundamental en el camino de aprender a alimentarnos”, finaliza la Licenciada Enrique.

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Fuente: New Garden