Robert Prevost estuvo en 2013 en la ordenación de monseñor Bochatey como obispo auxiliar platense; también viajó en 2004, cuando coincidió con Bergoglio.
De aquella visita, que no fue la única, queda el recuerdo de su paso por la catedral platense y por el colegio de San Agustín, en Las Heras y Austria, donde ofició una misa con Bochatey.
Este obispo, agustino como él, estudió junto a Prevost en Roma. Lo describe como un “hermano” de la orden. “Hasta hace poco, cuando terminaba de trabajar en el Vaticano, comía en la comunidad agustina y hasta ayudaba a levantar la mesa”, relató el obispo en una entrevista con Cadena 3.

Prevost aceptó la invitación de Bochatey para su ordenación como obispo auxiliar de La Plata. Era entonces el superior general de la orden de los agustinos y vivía en Perú. Asistió el sábado 9 de marzo a la misa celebrada en la Catedral de la ciudad, que encabezó monseñor Héctor Aguer. Faltaban apenas cuatro días para que, en Roma, Jorge Bergoglio fuera elegido Papa.
Concelebraron el nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig, y 38 arzobispos y obispos de distintas diócesis de la Argentina y de otros de países de América Latina, además de Prevost y otros y 140 sacerdotes diocesanos y religiosos.
De esa celebración sobreviven varias imágenes en las que el actual León XIV posa siempre a la derecha de Bochatey.
El ordenando hizo la profesión de fe y formuló las promesas episcopales. Todo el público de rodillas cantó las letanías de los santos, pidiéndoles “rueguen por nosotros”; todos los obispos impusieron sus manos sobre el electo para el cuerpo episcopal, a quien el consagrante le impuso los Evangelios sobre la cabeza. Prevost participó de la escena.
“Francisco lo quería mucho, lo descubrió y le dio responsabilidades clave”, recordó Bochatey, poco después de la noticia que repercutió en el mundo entero.
La amistad con Bergoglio
Prevost y Bergoglio se habían conocido en una visita anterior del agustino a Buenos Aires.
Fue en 2004, cuando vino a la Argentina para, entre otras actividades, inaugurar la Biblioteca Agustiniana (en el barrio porteño de Villa Pueyrredón). Entre otras autoridades de la Iglesia argentina lo acompañó monseñor Mario Poli, que años después sería designado arzobispo de Buenos Aires.


Participó también del Congreso Agustiniano de Teología, cuya misa de clausura fue celebrada por Bergoglio.
Fueron tres días, entre el 26 y el 28 de agosto de aquel año, que se repartieron entre la iglesia de San Agustín y la Biblioteca Agustiniana.
La apertura del congreso estuvo a cargo de monseñor Estanislao Karlic. Participaron especialistas como Vittorino Grossi y Robert Dorado, de Roma; Luis Marín, de Madrid; Rafael de la Torre, de San Pablo, y el padre Prevost, que llegó desde Perú. Disertaron sobre el santo como padre de la Iglesia, doctor de la gracia y doctor en teología. Analizaron su pensamiento y espiritualidad, sus huellas en la poesía española, la filosofía y los catecismos.

Prevost cerró el debate de la segunda jornada, con una presentación titulada: “Los agustinos y el estudio de la patrología”. Lo cerró con esta invocación: “Es nuestra esperanza que a todos ustedes, y en toda la Iglesia, podamos lograr a incentivar un estudio siempre más completo de san Agustín y de los Padres, y que este servicio sirva para ayudar a la Iglesia en su misión de ser ‘sal de la tierra’ y ‘luz del mundo’, promoviendo diálogo y apertura, comunión, y una auténtica santidad”.
Según la descripción de Bochatey, León XIV es “un hombre de carne y hueso”, “honesto, sin dobleces, y un gran amigo”. Le encanta manejar autos, jugar ping-pong y compartir una pizza, añadió. “Es muy afable, sabe escuchar, pero siempre vuelve a lo profundo, no es superficial”.
