Guerras, crisis humanitarias, violencia política, disolución social. El mundo enfrenta grandes retos mientras los líderes mundiales se sumergen en contiendas absurdas, en realidades paralelas y en la exclusiva búsqueda de objetivos individuales. La muerte del Papa Francisco sacudió al adormilado planeta dejando como semilla de cambio a una figura que podría guiar al planeta hacia un nuevo rumbo: León XIV, un papa estadounidense pero latinoamericanizado que inauguró su reinado hablando de “paz” hace un mes.
Por Andrés Repetto
Buenos Aires, domingo 8 junio (PR/25) — La inteligencia artificial aún no nos ha impactado de lleno, pero ya vivimos en una Matrix, una realidad paralela y global que, gracias a un relato cada vez más escandaloso construido por los maestros oscuros de la comunicación (como Goebbels), hace que la verdad se escurra frente a la fabricación de situaciones que sustituyen lo que vemos con nuestros propios ojos. Quizás no debería extrañarnos, teniendo en cuenta que cientos de millones de personas se autoconvencen de que es real la vida que llevan en las redes sociales. ¿Por qué no entender entonces que eso que sucede en las distintas plataformas se está reproduciendo en nuestra vida de todos los días? Hay una realidad que sentimos en el cuerpo cuando nos golpea, y no es la que transcurre detrás de una pantalla.
Las mentiras por momentos son tan grandes y recurrentes que no vemos al elefante en la habitación, tal vez porque está rodeado de otros elefantes en el mismo cuarto.
El relato global avanza entre promesas de paz. Desde el primer instante en que se piensan y se promueven, todos saben que no son ciertas. Y a esto se suman las distorsiones, la falta de liderazgo, el temor a llevar adelante las medidas necesarias para provocar cambios de rumbo reales y positivos, y también una sociedad atrapada en ese universo paralelo.
Por estos días, las promesas de cese del fuego en conflictos como la guerra en Ucrania llevaron a anuncios que tienen la espectacularidad de una gran show, fuegos artificiales que obnubilan con sus luces pero que al caer rápidamente se convierten en bombas.
La ilusión dura poco mientras la guerra se profundiza. Quienes tienen el superpoder de ver entre tanta escenificación buscan prepararse para la realidad que avanza mientras Rusia y EEUU siguen prometiendo lo que no cumplen.
Vienen a la mente flashes de aquella famosa serie “El superagente 86”, en la que Maxwell Smart, el agente de Control, aseguraba estar en un falso departamento dentro de un falso edificio. Una realidad paralela como las falsas cumbres (por ejemplo, la de Turquía), en las que finalmente Vladimir Putin y Volodímir Zelenski nunca se encontraron (al menos hasta el momento de escribir estas líneas).
En este contexto, no es de extrañar que el país invadido tuviera que hacer el esfuerzo de enviar a su máximo representante a Turquía para demostrar que eran los ucranianos los que buscaban la paz y terminar la guerra, cuando fueron los rusos y el mismo Putin quienes convocaron a esa cumbre de negociaciones directas, a las que finalmente el mandatario ruso no fue (y ni siquiera envió una delegación de alto nivel).
Al mismo tiempo, EEUU presionó al mandatario ucraniano para que fuera a la cumbre para luego, una vez fracasada, demostrar que nada sucede si no es Donald Trump quien se reúne con Putin. Mientras juegan a las escondidas, la guerra en Ucrania continúa. Y los soldados rusos siguen avanzando.
EN BUSCA DE UN LÍDER
En tiempos en los que el qué dirán no importa en lo más mínimo y en los que lo que se decía en privado ahora se dice en público, se vuelve evidente que el rey ha quedado desnudo. Trump lleva un traje invisible y nadie se atreve a contradecirlo.
El expresidente uruguayo Pepe Mujica, fallecido hace pocas semanas, decía que “triunfar es caer y levantarse una y otra vez”. Lamentablemente, en este contexto geopolítico las verdaderas intenciones no son las compartir éxitos, sino alcanzar logros personales a como dé lugar, sin importar cómo se llegue a ellos y ni siquiera si la victoria es real.
No se avizora en estos tiempos un liderazgo global capaz de unir voluntades en pos del bien común, un liderazgo en positivo en el mundo de la política internacional. Por eso, la llegada del Papa León XIV abre una posibilidad certera y necesaria.
La primera palabra clave del pontífice fue “paz” y, rápidamente, el mundo entendió la seriedad de la situación en la que nos encontramos. Y, al mismo tiempo, comprendió cual sería uno de los caminos principales de su papado (algo que dejó aun más claro con el correr de las semanas).
Mientras los falsos profetas de la paz continúan lanzando al aire fuegos artificiales que distraen la atención, los combates en los diferentes escenarios de guerra son cada vez más sangrientos. Ahora el Vaticano busca públicamente relanzar acuerdos de entendimiento en distintos conflictos con una diplomacia que viene trabajando desde hace largo tiempo fuera de las cámaras, con una experiencia de cientos de años en la materia.
Es mucho lo que está en juego. ¿Podrá un solo hombre, aunque tenga en sus espaldas el apoyo del Vaticano, revertir esta política global de imposición de la fuerza como nueva ley?
Hoy, quien tiene la fuerza ejerce su voluntad. Los límites y fronteras pueden borrarse y remarcarse en cualquier momento y en cualquier lugar. Si no, alcanza con preguntarles a los políticos dinamarqueses que aún no saben cómo reaccionar y responder a los ataques -por ahora diplomáticos- de Trump cuando repite como un mantra que quiere quedarse con Groenlandia. O a los europeos por su nueva relación con quien era un viejo aliado. O a los canadienses, quienes encontraron de repente que la definición de “vecino” ya no encierra la positiva idea de alguien que vive a tu lado puede convivir en armonía.
Los mapas se están reconfigurando en todo el mundo. Algunas de esas líneas están siendo borradas por los tanques y los bombardeos aéreos, como ocurre en la Franja de Gaza por acción de Israel. Pero otros focos podrían encenderse en cualquier momento, como es el caso de la crisis en torno a Irán, a causa de su desarrollo atómico y su enfrentamiento cada vez más directo con Israel. La lista se expande en todas las direcciones.
No hay sanciones efectivas ni reacción por parte de la comunidad internacional. ¿Por qué entonces China se detendría a las puertas de Taiwán si no considera que avanzar sobre este territorio sería “una invasión”, sino la defensa de los intereses propios?
El nuevo Papa marcó con claridad la gravedad del escenario mundial y con sus palabras buscó ir más allá del rol que le otorga la Iglesia Católica como Sumo Sacerdote. Sus primeros pasos, impulsados por la movilizante y popular figura de Francisco, parecen canalizar esa energía de cambio latente en el mundo para sacudir la somnolencia colectiva. León XIV es un líder religioso, pero también un esperado líder político. ¿Tendrá éxito? ¿Y nosotros? ¿También podemos ser actores de ese cambio desde nuestros lugares? Ya no hay lugar para respuestas a medias.
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Fuente: Newsweek