En este contexto, el Pontífice destacó: “María, que Cristo resucitado ha llevado consigo a la gloria en cuerpo y alma, resplandece como icono de esperanza para sus hijos peregrinos en la historia”.

A continuación, el Santo Padre precisó que “esta verdad de nuestra fe” es perfectamente coherente con el tema del  Jubileo que estamos viviendo, cuyo lema es “Peregrinos de esperanza”.

Para el Papa León XIV, el peregrino necesita “una meta que oriente su viaje”, una meta “hermosa, atrayente, que guíe sus pasos y lo anime cuando esté cansado, que reavive siempre en su corazón el deseo y la esperanza”.

Por ello, subrayó que en el camino de la existencia “esta meta es Dios, Amor infinito y eterno, plenitud de vida, de paz, de alegría, de todo bien”.

Sin embargo, subrayó que “ahí está la gracia”: “Dios ha salido a nuestro encuentro, ha asumido nuestra carne, hecha de tierra, y la ha llevado consigo, simbólicamente decimos ‘al cielo’, es decir, con Dios”.

“Es el misterio de Jesucristo, encarnado, muerto y resucitado para nuestra salvación; e inseparable de Él está también el misterio de María, la mujer de la cual el Hijo de Dios ha tomado la carne, y de la Iglesia, cuerpo  místico de Cristo”, señaló.

“Como Jesús ha dicho ‘sí’, también María ha dicho ‘sí’, ha creído en la palabra del Señor. Y toda su vida ha sido un peregrinaje de esperanza junto al Hijo de Dios y suyo, una peregrinación que, a través de la cruz y la  resurrección, la hizo alcanzar la patria, el abrazo de Dios”, agregó.

Por último, el Papa León XIV animó a los fieles: “Mientras estamos en camino, como individuos, como familia, en comunidad, especialmente cuando aparecen las nubes oscuras y el camino se percibe incierto y difícil, levantemos la mirada, contemplémosla a ella, nuestra Madre, y volveremos a encontrar la esperanza que no defrauda”.

Al finalizar el rezo del Ángelus, el Santo Padre pidió la intercesión de la Virgen María a favor de la paz. “Como madre, sufre por los males que afligen a sus hijos, especialmente a los pequeños y débiles”, indicó.

El Pontífice precisó que así lo ha confirmado la Virgen María con tantos mensajes y apariciones a lo largo de la historia y recordó que la proclamación del dogma de la Asunción de la Virgen al cielo tuvo lugar cuando en el mundo aún se vivían las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial.

“No debemos dejar de esperar, Dios es más grande que los pecados de los hombres, no debemos resignarnos al prevalecer de la lógica del conflicto y de las armas. Con María,  creemos que el Señor continúa salvando a sus hijos, con su Misericordia. Sólo con ella es posible encontrar el camino para la paz”, destacó el Pontífice.

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Fuente: ACI Prensa