Al inicio de su discurso, el Santo Padre expresó su gratitud al P. Alejandro Moral por los años de servicio y dio una cálida bienvenida al nuevo prior general, el P. Joseph Farrell, recientemente elegido.

Al referirse al Capítulo General como una ocasión para reflexionar sobre el don recibido, los desafíos y la actualidad de la orden, recordó a los agustinos la importancia de “la interioridad en el camino de la fe”.

Remarcó que esta interioridad no “es una huida de nuestras responsabilidades”, sino que “se vuelve a entrar en uno mismo para después salir con mayor motivación y entusiasmo hacia la misión”.

“Volver a nosotros mismos —añadió— renueva el impulso espiritual y pastoral: se retorna a la fuente de la vida religiosa y de la consagración, para poder ofrecer luz a quienes el Señor pone en nuestro camino”.

Las vocaciones y la formación de los jóvenes

Por el contrario, aclaró que, en el centro de todo está el amor, y que “la vocación cristiana, y en particular la vocación religiosa, nace sólo cuando se percibe la atracción de algo grande, de un amor que pueda alimentar y saciar el corazón”.

Por ello, reiteró que es indispensable ayudar, especialmente a los jóvenes, “a entrever la belleza de la llamada y a amar lo que, abrazando la vocación, podrán llegar a ser”. Y agregó: “La vocación y la formación no son realidades predeterminadas: son una aventura espiritual que involucra toda la historia de una persona, y se trata ante todo de una aventura de amor con Dios”.

“En el conocimiento de Dios nunca es posible llegar a Él solo con nuestra razón ni con un conjunto de informaciones teóricas; se trata, ante todo, de dejarse sorprender por su grandeza, de interrogarse a uno mismo y sobre el sentido de los acontecimientos para descubrir en ellos las huellas del Creador, y sobre todo, de amarlo y de hacerlo amar”, señaló

También exhortó a sus hermanos agustinos a ser generosos y humildes, dos cualidades que nacen precisamente del amor, a tener como referencia el “don inefable de la caridad divina” y a ser “fieles a la pobreza evangélica”.

“Este espíritu misionero no debe apagarse, porque también hoy se necesita mucho. Os exhorto a avivarlo, recordando que la misión evangelizadora exige el testimonio de una alegría humilde y sencilla, la disponibilidad al servicio, la participación en la vida del pueblo al que somos enviados”, subrayó.

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Fuente: ACI Prensa