Durante su audiencia general en la Plaza de San Pedro, el Papa recordó que Dios «perdona, eleva y restaura la confianza». «Jesús ofrece sus heridas como garantía de perdón», afirmó.

Ciudad del Vaticano, jueves 2 octubre (PR/25) — «Jesús ofrece sus heridas como garantía de perdón. Y demuestra que la resurrección no es la erradicación del pasado, sino su transformación en esperanza de misericordia», señaló este miércoles el papa León XIV durante la audiencia general, celebrada en la Plaza de San Pedro, ante miles de fieles y peregrinos de todo el mundo.

Continuando con sus reflexiones sobre la Pascua de Jesús, el Santo Padre comenzó recordando que el centro de nuestra fe y el corazón de nuestra esperanza se arraigan firmemente en la Resurrección de Cristo.

Cuando leemos atentamente los Evangelios, descubrimos que este misterio sorprende no solo porque un hombre -el Hijo de Dios- resucitó de entre los muertos, sino también por el modo en que decidió hacerlo.

«En efecto, la Resurrección de Jesús no es un triunfo grandilocuente, ni una venganza ni una represalia contra sus enemigos», reflexionó el pontífice. «Es, más bien, un testimonio maravilloso de cómo el amor es capaz de resurgir tras una gran derrota para continuar su camino imparable»

En qué se diferencia nuestra mentalidad de la de Dios
El Papa destacó cómo nuestra mentalidad y nuestras reacciones suelen ser muy distintas a las de Cristo.

«Cuando nos levantamos tras un trauma causado por otros, a menudo la primera reacción es la ira, el deseo de que alguien pague por lo que hemos sufrido», pero «el Resucitado», dijo el Santo Padre, «emerge del inframundo de la muerte» y «no se venga». «No regresa con gestos de poder, sino que manifiesta con mansedumbre la alegría de un amor más grande que cualquier herida y más fuerte que cualquier traición».

Ya no estoy paralizado
Además, subrayó el Papa León, Jesús no siente ninguna necesidad de reiterar ni afirmar su propia superioridad, sino que se aparece a sus amigos y «lo hace con extrema discreción, sin forzar el ritmo de su capacidad de acogida, solo con el deseo de restablecer la comunión con ellos, ayudándolos a superar el sentimiento de culpa».

De hecho, el Papa León recordó que, en el Cenáculo, Jesús «entra en la habitación cerrada de quienes están paralizados por el miedo, llevándoles un don que nadie se habría atrevido a esperar: la paz».

‘La paz sea contigo’
El saludo del Señor, «¡La paz esté con ustedes!», comentó maravillado el Santo Padre, nos impacta por ser tan sencillo y casi cotidiano. Pero, señaló, va acompañado de un gesto «tan hermoso que resulta casi desconcertante», cuando Jesús muestra a los discípulos sus manos y su costado, con las marcas de la Pasión.

El Obispo de Roma observó que no hay ni una sombra de resentimiento, porque Jesús está ahora plenamente reconciliado con todo lo que sufrió.

El Señor, al mostrar sus llagas, aclaró el Papa León, no lo hace para reprochar, sino para confirmar un amor más fuerte que cualquier infidelidad, y «son la prueba de que, incluso en el momento de nuestro fracaso, Dios no retrocedió. No nos abandonó».

Transfiguración en esperanza de misericordia
Cuando las traiciones nos hieren, reconoció el Papa, a menudo podemos decir: «no importa», «todo es cosa del pasado», pero «no estamos verdaderamente en paz».

Sin embargo, subrayó, Jesús no actúa ni razona así, pues el Señor «ofrece sus llagas como garantía de perdón» y «muestra que la Resurrección no es la cancelación del pasado, sino su transfiguración en esperanza de misericordia».

Dios perdona, eleva y restaura la confianza
León XIV destacó que el Señor, con palabras de paz, confía a los apóstoles la responsabilidad de ser instrumentos de reconciliación en el mundo, soplando sobre ellos y entregándoles el Espíritu Santo, el mismo Espíritu que lo sostuvo en la obediencia al Padre y en el amor hasta la Cruz.

«A partir de ese momento», observó el Santo Padre, los apóstoles ya no podrán callar lo que han visto y oído, es decir, «que Dios perdona, eleva y restaura la confianza».

Nosotros también somos enviados
Con esto en mente, el Papa León afirmó: «Este es el corazón de la misión de la Iglesia: no administrar poder sobre los demás, sino comunicar la alegría de quienes son amados precisamente cuando no lo merecen».

«Es la fuerza que dio origen a las comunidades cristianas y las hizo crecer», afirmó.

Finalmente, el Santo Padre recordó a los fieles que «nosotros también somos enviados». «El Señor nos muestra sus llagas y nos dice: ‘La paz sea con ustedes'», y, recordó el Papa, «nos pide que también seamos testigos de su paz».

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Fuente: AICA