
¿Por qué, siendo la mayoría de la población de centro, con inclinaciones moderadas, las terceras vías están tan subrepresentadas en las urnas? Que Provincias Unidas no haya obtenido los votos suficientes ni siquiera para un diputado en la numerosa provincia de Buenos Aires y Randazzo quedara fuera del Congreso.
Que en la Ciudad de Buenos Aires Lousteau tuviera que esperar el recuento final de votos para que su ingreso como diputado quedara confirmado cuando estaba en duda. Y que la vicegobernadora de la alianza entre radicales y socialistas de Santa Fe, que viene de ganar las últimas dos elecciones, saliera tercera después de LLA y el PJ, sumado al paroxismo de que el prócer de Córdoba, Juan Schiaretti, el político con más popularidad después de haber gobernado un distrito con casi el 80% de aprobación, haya obtenido solo el 28% de los votos, casi un tercio de quienes lo aprueban. Todo genera perplejidad.
Más allá de que los argentinos son votantes sofisticados y saben diferenciar una elección provincial de una nacional, estaban eligiendo los representantes de sus provincias al Congreso Nacional. No obstante, por las razones que todos conocemos, al convertirse la elección legislativa en un referéndum, se votó a favor o en contra de Milei.
Pero más allá de Milei, otras interpretaciones más plausibles explicarían por qué el voto de la mayoría del electorado que es moderado votó contra la moderación tanto en 2023 como en 2025, lo que de alguna manera concluye en el título de esta columna sobre que para lograr la moderación primero no haya que ser moderado.
La primera es que la propia existencia de la posición de centro comunica que la situación no es tan grave al proponer un cambio gradual y una mantención también gradual del statu quo. El centro funciona como un significante de la desdramatización de la crisis, contradice la idea de que todo está mal, o tan mal, generando que quienes se sienten víctimas de la situación se ofendan con la sola posición del centro porque tácitamente los acusa de quejosos.
Y la segunda es que ese saber no sabido del inconsciente colectivo, que no se manifiesta en palabras sino en actos, comportamientos y, precisamente, elecciones, sabiendo que lo que necesita el país es el centro como lugar de la moderación, al entender que uno de los campos de la polarización es tan intenso –el kirchnerismo–, la única forma de llegar al centro es primero corriendo el péndulo al sector opuesto, aplicando como antídoto el mismo veneno de la falta de moderación, para luego poder alcanzarla.
Dado que menos por menos da más, como si Cristina por Milei diera un estadista. Que Macri, siendo opuesto ideológicamente a Cristina, al ser “tibio”, no “erradicó el mal”, sino que lo trajo de vuelta. Votantes que, estando tan distantes del extremismo terraplanista de ambos, sin compartir la falta de moderación de Milei, lo consideren una herramienta para llegar a alcanzar la moderación cuando la misión del actual presidente esté cumplida.
La paradoja sería que, siendo moderado, no se alcanza la moderación.
Esa mayoría de los votantes disiente de la citada frase “si quieres la paz, prepárate para la guerra” junto a la idea de guerra justa (bellum iustum), típica de los cruzados, como se autopercibe Milei. Y acuerdan con la idea de que la verdadera paz es una paz desarmada pero que hoy Milei les resulta un mecanismo para reequilibrar el péndulo.
El filósofo Michael Polanyi sostuvo: “Podemos saber más de lo que podemos decir”. La mayéutica de Sócrates era el proceso a través del cual el filósofo, mediante preguntas, ayudaba a “parir” (mayéutica) el saber latente del individuo aún no expresado. Los neurocientíficos hablan de una memoria implícita, algo que “el cuerpo sabe” siendo el autor de las decisiones viscerales que se expresan por debajo de la consciencia y no se pueden explicar racionalmente.
Mi optimismo hegeliano me impulsa a encontrar razones bien fundadas aun en aquello que no voto.
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Fuente: Perfil













