Por Mónica Muñoz

Abandonarse a nuestra propia voluntad puede resultar contraproducente porque no siempre tomamos buena decisiones, pero ¿qué pasará si lo haces en manos de Dios?

Buenos Aires, jueves 11 diciembre (PR/25)El abandono en las manos de Dios es un acto que tal vez nunca se nos ha ocurrido porque dependemos totalmente de nuestras fuerzas para solucionar las vicisitudes de la vida. La confianza en nuestros semejantes falla, pero, ¿qué consecuencias tendría que nos apeguemos a la voluntad de Dios?

Los santos nos dan su ejemplo

Abundan los testimonios en los que los santos, después de luchar en contra de las fuerzas humanas, terminan cediendo el control a Dios. Y es cuando ocurren los milagros: las dificultades se solucionan porque el corazón ha comprendido que Dios sabe mejor que nosotros lo que necesitamos.

El padre Dolindo Ruotolo, Siervo de Dios, tuvo una vida colmada de pruebas que lo configuraron con Cristo crucificado.

Nació el 6 de octubre de 1882 en Nápoles. Desde muy niño sufrió enfermedades y maltratos, en sus primeros años por parte de su padre que tenía muy mal carácter y era avaro.

Aprender abandonándose a Dios

Dolindo – que significa «dolor» – No tuvo una educación formal y era incapaz de comprender lo que estudiaba cuando tuvo la oportunidad de ingresar en la Escuela Apostólica de los Sacerdotes de la Misión.

Sin embargo, su docilidad y amor por Dios y la Santísima Virgen le abrieron la inteligencia. Él mismo contó en su autobiografía:

Yo frecuentaba el primer curso. Como de costumbre, aprendía las lecciones de memoria; pero donde se pedía la inteligencia y la reflexión, yo no lograba nada. Entonces fue cuando me encomendé a Jesús y a la Virgen para que me ayudaran. Y sucedió un hecho curioso. Era el 15 de junio 1896.

El padre Ruotoldo cuenta que, rezando el Rosario, pidió a la Virgen que le diera inteligencia, si quería que fuera sacerdote. Fue entonces que ocurrió el prodigio:

Y de pronto, así como estaba, arrodillado, empecé a dormitar: la imagen se movió por el viento o por otra razón, no sé decirlo. Me tocó la frente y yo me desperté de ese sopor con mi pobre mente ágil y lúcida. Era una gran misericordia de Dios. Ya estaba fuera de los peligros externos del mal y la inteligencia podía ayudarme o conocer y amar a Dios.

Después de eso, se convirtió en el mejor alumno, comprendiendo tan bien todo lo que se le enseñaba que incluso le llamaban el «enciclopédico».

Confiar totalmente en Dios

El padre Dolindo nos enseña que el ser humano puede ser muy injusto, pero Dios siempre saldrá en auxilio de quien confíe absolutamente en Él. Por eso, leemos en el libro del padre Ángel Peña O. A.R. «Padre Dolindo Ruotoldo, un santo de nuestros días»

«el 20 de agosto de 1896, Dolindo hizo un acto completo de abandono en Dios: puso su entera existencia en sus manos, para que Él dispusiera de su vida como quisiera para el bien de las almas».

Nuestra propia experiencia de la confianza en Dios puede ser incipiente, pero si queremos que Él sea quien guíe nuestra vida y las consecuencias nos conduzcan a nuestra salvación, ejercitémonos en el abandono orando constantemente como el padre Dolindo:

Jesús, me entrego a ti, tú te encargas de todo.
¡Si nos entregamos con confianza, El lo soluciona todo!

 

Oración de entrega de San Ignacio de Loyola

Toma, Señor, y recibe
toda mi libertad, mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Tú me lo diste,
a Ti, Señor, lo retorno.
Todo es Tuyo: dispone de ello
según Tu Voluntad.
Dame Tu Amor y Gracia,
que éstas me bastan.
Amén.

 

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Fuente: Aleteia