San Pablo siempre fue claro y directo con los cristianos de su época, por eso cada exhortación aun es válida para nosotros y para los jóvenes de hoy
España, domingo 2 agosto (PR/25) — San Pablo, el Apóstol de los gentiles, fue un hombre directo y claro en sus enseñanzas. No tenía miramientos para decir las cosas como eran, y por cada exhortación, fue amado por muchos y odiado por los que no se sintieron cómodos con sus palabras, como podemos leer en Hechos 17.

Y hay que agregar que sus exhortaciones son tan válidas como en sus tiempos, pues el ser humano será el mismo en todas las épocas: la creación más perfecta de Dios, hecho a su imagen y semejanza y que necesita recibir la Buena Nueva para convertirse y salvarse, tal como Pablo les anunció en el Areópago:

«Él hizo salir de un solo principio a todo el género humano para que habite sobre toda la tierra, y señaló de antemano a cada pueblo sus épocas y sus fronteras, para que ellos busquen a Dios, aunque sea a tientas, y puedan encontrarlo. Porque en realidad, él no está lejos de cada uno de nosotros» (Hch 17, 26-27).

El «regaño» a los tesalonicenses

Ahora bien, entre esas anécdotas, encontramos en la Segunda Carta a los Tesalonicenses un «regaño» que bien puede aplicarse a los jóvenes – y no tan jóvenes – de hoy: comer solo si se ha trabajado. Además, no meterse en los asuntos ajenos:

«Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos enterado que hay entre ustedes algunos que viven desconcertados, sin trabajar nada, pero metiéndose en todo. A estos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen en paz para comer su propio pan. Ustedes hermanos, no se cansen de hacer el bien»

Esa llamada de atención no pasa de moda. Hoy nos encontramos con adolescentes rebeldes que han recibido todos los bienes materiales de los que sus padres carecieron. Y como resultado, encontramos jóvenes que no quieren trabajar, pero eso sí, echan en cara que «no pidieron nacer», perdiendo el tiempo en las redes sociales que les están enseñando cómo inmiscuirse en las vidas ajenas, de las que se permiten opinar con toda clase de calificativos.

Estamos en el momento justo en el que podemos emular a san Pablo y decirle a nuestra juventud que «no se cansen de hacer el bien» y que se ocupen en ser personas útiles a su familia, a la sociedad y a la Iglesia, porque eso es lo único que vale la pena en la vida y que, finalmente, nos alcanzará la gloria eterna.

Jóvenes palestinos en Roma

A pesar de su dramática situación geopolítica, 24 jóvenes palestinos consiguieron hacer el viaje desde Tierra Santa para participar en el Jubileo de los Jóvenes esta semana en Roma. Aleteia ha recogido los testimonios de varios miembros de este grupo, que están llevando a los jóvenes de todo el mundo un testimonio inspirador de alegría y esperanza en la Resurrección

«Es hermoso ver a jóvenes cristianos aquí, rezando unos por otros… Demuestra que somos el cuerpo de Cristo, y que la Iglesia nunca fallará, que nunca cerrará sus puertas»: María, natural de Nazaret, irradia fe. Esta joven estudiante de investigación biomédica, que lleva el nombre de pila de la madre de Jesús y vive en la ciudad donde Cristo pasó su infancia, vive esta semana su segunda visita a Roma, pero ésta es su primera experiencia en un encuentro internacional.

«Sentimos que Dios quiere trabajar con nosotros, así que llevamos a Jesús con nosotros, y nos encontramos con Él en otros grupos. Nos da mucha alegría ver que el amor está en todas partes, ¡a pesar de todas nuestras diferencias!», dice la joven, tranquilizada al «ver cristianos por todas partes».

«Necesitamos oraciones», explica, y subraya que, a pesar de su escaso número, los jóvenes cristianos de Tierra Santa siguen siendo dinámicos y activos, sobre todo acogiendo a los peregrinos que se animan a venir a pesar de las guerras. La joven explica que vivir en Tierra Santa es «una inmensa bendición», porque «Dios está ahí, en todas partes», en esta tierra pisada por Cristo.

Su amiga Claire, profesora en Jerusalén, coincide en que la situación es dolorosa para la pequeña minoría cristiana de Tierra Santa. «Somos un pequeño porcentaje de cristianos en Tierra Santa, menos del 1% creo, y vivimos tiempos difíciles, porque somos árabes cristianos, doblemente discriminados: se nos discrimina como árabes y se nos discrimina como cristianos. Pero seguimos siendo fuertes gracias al amor de Cristo», asegura.

Caminando tras las huellas de Jesús

En un contexto de violencia, esta experiencia jubilar es una gran fuente de consuelo. «Muchos jóvenes nos han dicho que quieren visitar Tierra Santa, venir a ver los lugares donde Jesús nació, vivió, caminó, fue crucificado y resucitó… ¡Esto nos recuerda que después de la muerte, siempre habrá la Resurrección!».

Claire

«Cuando tienes a Jesús en el corazón, siempre tienes la convicción de que después de la guerra, habrá paz», insiste la joven, que explica que este grupo de jóvenes palestinos tiene «un mensaje que dar al mundo: los cristianos siguen aquí, en Tierra Santa». Claire explica que en su trabajo como profesora quiere «llevar siempre esperanza a los jóvenes», para «darles toda la fuerza para ser fieles y fuertes en su fe».

Ivan, joven violinista y estudiante de música en Jerusalén, también da testimonio con sencillez y dulzura de su fe y su esperanza en la paz. «Sea cual sea la situación, siempre debemos dar testimonio de amor y perdón», dice el joven músico, que tiene vínculos con amigos musulmanes y judíos, y que cree que los cristianos que viven en la Ciudad Vieja de Jerusalén tienen «una misión especial» que cumplir.

«Vivir donde vivió Jesús nos da fuerza», dice Ivan. «Gracias a Dios, estamos seguros en Jerusalén», asegura este joven palestino cuya familia vive en Egipto. «Siempre esperamos la paz, en todas partes», asegura, agradeciendo el apoyo sin fisuras de León XIV a esta incansable búsqueda de la paz. «Es una verdadera bendición estar aquí en Roma, rezar con el Papa y con miles de cristianos», insiste este joven de 21 años.

Ivan

Cuando las amistades imposibles se convierten en posibles

Entre los acompañantes del grupo se encuentra la Hermana Rawan, originaria de Nazaret, que es Hermana de la Caridad de la Inmaculada Concepción de Ivrea, una congregación italiana. Actualmente, presta servicio en Jerusalén. Reconoce que «la situación es difícil», pero explica que el corazón de su vocación religiosa es dar testimonio de esperanza «desde la tierra del Señor Resucitado». «Rezando juntos, reforzamos nuestro sentido de pertenencia a nuestra tierra», subraya.

Rawan

En el marco de este Jubileo, ver a tantos jóvenes de otros países es «una gran fuente de consuelo».

«Estamos forjando vínculos con jóvenes que pensábamos que nunca conoceríamos. Por ejemplo, hemos podido hablar con libaneses y sirios: normalmente, no podemos encontrarnos, pero aquí en Roma hemos podido tener esta experiencia, y ha sido muy bonito», relata. «Todos fueron al encuentro del otro, y eso es señal de que el amor todo lo vence», dice la monja.

«Sentimos solidaridad con nuestra situación por parte de jóvenes de todo el mundo, y cierta curiosidad por nuestra forma de vivir. Somos cristianos, tenemos esta fuerte esperanza de un futuro mejor, de que llegue Cristo, con paz… Eso esperamos, por todos nosotros», asegura la monja palestina.

«Somos los que formamos Tierra Santa, y esperamos poder seguir existiendo y permanecer en nuestra tierra. Pedimos las oraciones del mundo, por la paz, y para que el Señor cambie los corazones de los que están en el poder», insiste la hermana Rawan.
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Fuente: Aleteia