“Contemplar el misterio de Dios y de la historia con la mirada interior de María nos protege de las mistificaciones de la propaganda, la ideología y la información enferma, que nunca sabrán llevar una palabra desarmada y desarmante, y nos abre a la gratuidad divina, que sola hace posible el caminar juntos de las personas, los pueblos y las culturas en la paz”, resaltó el Santo Padre en su discurso en el Aula Pablo VI en el Vaticano este sábado.

Por eso, explicó el Pontífice, “la Iglesia necesita la mariología; necesita que se piense y se proponga en los centros académicos, en los santuarios y en las comunidades parroquiales, en las asociaciones y en los movimientos, en los institutos de vida consagrada”, valorando “las innumerables sugerencias que ofrecen el arte, la música y la literatura”.

La Virgen María, Madre de la Iglesia

León XIV resaltó además que “la Virgen María, Madre de la Iglesia, nos enseña a ser el pueblo santo de Dios; de ahí deriva también la importancia de esta Academia Pontificia, un cenáculo de pensamiento, espiritualidad y diálogo que se encarga de coordinar los estudios mariológicos y a los estudiosos de la mariología, al servicio de una piedad mariana genuina y fructífera”.

El Santo Padre reconoció asimismo que en este congreso los participantes “se han preguntado si una Iglesia con rostro mariano es un remanente del pasado o una profecía del futuro, capaz de sacudir las mentes y los corazones de la costumbre y el pesar de una ‘sociedad cristiana’ que ya no existe”.

Mujer “jubilar” y “sinodal”

León XIV destacó que “como mujer ‘jubilar’, María nos parece siempre capaz de volver a empezar a partir de la escucha de la Palabra, según la actitud descripta por San Agustín: ‘Cada uno te consulta lo que quiere, pero no siempre oye la respuesta que quiere. Tu siervo más fiel es aquél que no busca oír de ti lo que quiere, sino querer lo que oye de ti’ (Confesiones, X, 26)”.

El Pontífice resaltó también que “una Iglesia con corazón mariano custodia y comprende cada vez mejor la jerarquía de las verdades de la fe, integrando razón y afecto, cuerpo y alma, universal y local, persona y comunidad, humanidad y cosmos”.

“Es una Iglesia que no renuncia a plantearse a sí misma, a los demás y a Dios preguntas incómodas —‘¿cómo será esto?’ (Lc 1,34) — y a recorrer los exigentes caminos de la fe y del amor — ‘He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra’ (Lc 1,38)”.

El Santo Padre indicó asimismo que si “en la vocación de la Madre del Señor es posible leer la vocación de la Iglesia” entonces “la teología mariana tiene la tarea de cultivar en todo el pueblo de Dios, en primer lugar, la disponibilidad a ‘recomenzar’ a partir de Dios, de su Palabra y de las necesidades del prójimo, con humildad y valentía”.

Debe cultivar también “el deseo de caminar hacia la unidad que brota de la Trinidad, para dar testimonio al mundo de la belleza de la fe, la fecundidad del amor y la profecía de la esperanza que no defrauda”.

María, la Madre de Jesús, es “vía de encuentro y diálogo entre las culturas: ella, en efecto, cooperadora perfecta del Espíritu Santo, no cesa de abrir puertas, tender puentes, derribar muros y ayudar a la humanidad a vivir en paz en la armonía de las diversidades”.

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Fuente: ACI Prensa