León XIV asegura que el camino del diálogo entre las distintas confesiones cristianas no apunta a un “retorno a formas previas a las divisiones”, ni a un “simple reconocimiento del statu quo” sino a“un ecumenismo orientado al futuro de reconciliación en el camino del diálogo, de intercambio de nuestros dones y patrimonios espirituales”.

El Pontífice ha publicado este documento magisterial en la solemnidad de Cristo Rey, una semana antes de protagonizar junto al Patriarca Bartolomé un acto ecuménico el domingo 30 de noviembre antes de viajar a Líbano.

“El restablecimiento de la unidad entre los cristianos no nos empobrece, al contrario, nos enriquece”, escribe el Pontífice que también constata que la unidad de los cristianos es un “desafío teológico» y «espiritual”.

El Santo Padre recuerda que en las últimas décadas, el movimiento ecuménico ha visto avances significativos apoyados en el “único bautismo” y en el Credo niceno-constantinopolitano, verdadero punto de encuentro entre tradiciones cristianas.

“El Credo de Nicea puede ser la base y el criterio de referencia de este camino», afirma el Papa que apela a un modelo de comunión donde la unidad y la diversidad no se excluyen.

 

Examen de conciencia

En In unitate fidei (“En unidad de fe”), el Santo Padre también propone a la Iglesia universal “un renovado impulso” en la profesión de la fe en que Jesús es el Hijo de Dios.

“El Credo de Nicea nos invita entonces a un examen de conciencia. ¿Qué significa Dios para mí y cómo doy testimonio de la fe en Él? ¿Es el único y solo Dios realmente el Señor de la vida, o hay ídolos más importantes que Dios y sus mandamientos?”, plantea el Pontífice.

Así, proyecta en el texto una serie de preguntas como un itinerario que va desde la relación íntima con Dios hasta la responsabilidad ética del creyente ante la creación y los bienes de la tierra. “¿Uso la creación con gratitud o la exploto, la destruyo, en lugar de custodiarla y cultivarla como casa común de la humanidad?”, invita a cuestionarse.

En este sentido, denuncia que, “en nombre de Dios se han librado guerras, se ha matado, perseguido y discriminado”. “En lugar de anunciar a un Dios misericordioso, se ha hablado de un Dios vengador que infunde terror y castiga”, escribe León XIV.

Reconstrucción histórica del Concilio de Nicea

En su nueva carta apostólica, el Papa reconstruye las circunstancias históricas que llevaron a la convocatoria del Concilio de Nicea (325). En el centro del conflicto se encontraba la enseñanza de Arrio, presbítero de Alejandría, que negaba la plena divinidad de Jesucristo. La cuestión, afirma el Papa, provocó “una de las mayores crisis en la historia de la Iglesia del primer milenio”.

León XIV recuerda que muchos de aquellos obispos “llevaban aún las marcas de las torturas” sufridas durante la persecución, una señal del precio que habían pagado por su confesión de fe.

 

La cuestión decisiva: ¿qué significa confesar que Jesús es el Hijo de Dios?

La asamblea fue casi enteramente oriental — solo cinco obispos latinos estuvieron presentes— y quiso clarificar cómo debía entenderse la expresión “Hijo de Dios” sin comprometer el monoteísmo bíblico.

Para hacerlo, los Padres emplearon los términos ousia (“sustancia”) y homooúsios (“de la misma sustancia”), vocabulario que no se encuentra explícitamente en la Sagrada Escritura.

 

León XIV advierte, sin embargo, que esta elección no supone una sustitución de la Biblia por la filosofía griega; al contrario, constituye un modo de afirmar “con claridad la fe bíblica, distinguiéndola del error helenizante de Arrio”.

La acusación de helenización, señala, recae sobre la doctrina arriana, no sobre los Padres conciliares que permanecieron “firmemente fieles al monoteísmo bíblico y al realismo de la encarnación”.

Expone, además, que la proclamación de Jesucristo como verdadero Dios es reafirmar que Dios no es “inalcanzablemente lejano a nosotros”, sino que, por el contrario, se ha hecho “cercano y ha salido a nuestro encuentro”.

Su inmensidad, continúa el Papa, se manifiesta en el hecho de que “se hace pequeño, se despoja de su infinita majestad haciéndose nuestro prójimo en los pequeños y en los pobres”. “Esto revoluciona las concepciones paganas y filosóficas de Dios”, afirma.

“Se hizo carne”: la integridad de la humanidad de Cristo

El texto dedica especial atención a la expresión “se encarnó” del Credo, precisada en Nicea mediante la adición de la palabra “hombre”. Esta aclaración buscaba evitar interpretaciones que afirmaban que el Logos (la Palabra de Dios) habría asumido un cuerpo sin alma humana, anulando la plenitud antropológica de Cristo.

Nicea anticipa así la formulación que se hizo en el Concilio de Calcedonia (451) de que “Dios ha asumido y redimido al ser humano entero, con cuerpo y alma”, escribe el Santo Padre.

León XIV recoge la célebre síntesis de San Atanasio —“El Hijo de Dios se hizo hombre para que nosotros pudiéramos ser divinizados”— y la inserta en la tradición patrística que prepararon san Ireneo de Lyon y Orígenes, y que floreció particularmente en la espiritualidad oriental.

En todo caso, explica que la divinización no equivale a una “auto-deificación” humana; al contrario, afirma el Pontífice, es una protección frente a la tentación de “querer ser como Dios”.

“La divinización es, por tanto, la verdadera humanización. He aquí por qué la existencia del hombre apunta más allá de sí misma, busca más allá de sí misma, desea más allá de sí misma y está inquieta hasta que reposa en Dios”, escribe el Papa en el documento.

 

Un Credo que debe ser vivido

León XIV insiste en que esta profesión de fe no es un simple legado doctrinal y asegura que lo que “decimos con la boca debe venir del corazón, de modo que sea testimoniado en la vida”. “¿Qué ha sido de la recepción interior del Credo hoy? ¿Sentimos que concierne también a nuestra situación actual? ¿Comprendemos y vivimos lo que decimos cada domingo?”, insta a preguntarse.

Con este nuevo documento magisterial, el Pontífice subraya con fuerza la centralidad de seguir a Cristo, un compromiso que se traduce en “seguir a Jesús como Maestro, compañero, hermano y amigo”.

En este sentido, en un mundo herido por guerras, catástrofes y miseria, el Papa asegura que sólo se puede “testimoniar la misericordia de Dios a las personas que dudan de Él solo cuando ellas experimentan su misericordia a través de nosotros”.

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Fuente: ACI Prensa