En el Nican Mopohua se muestra la doble misión guadalupana. Y ambas misiones se encuentran, no sólo presentes, sino muy evidentes en la Sagrada Escritura
Buenos Aires, viernes 12 diciembre (PR/25) — Sin lugar a dudas, el texto más conocido del Nican Mopohua es el de las palabras de la Virgen de Guadalupe a san Juan Diego, pronunciadas cuando éste decidió posponer su misión para ir a buscar ayuda espiritual de un sacerdote para su moribundo tío, Juan Bernardino. En tal ocasión, ante la angustia de san Juan Diego, la Virgen le abraza con estas palabras:
“¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?
Y continúa la narración con estas palabras, menos conocidas, pero esenciales para dimensionar el amor que no se queda en palabras, sino que se verifica en la caridad:
“Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe; que no te apriete con pena la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora. Ten por cierto que ya está bueno. (Y luego en aquel mismo momento sanó su tío, como después se supo)” (nn. 119-121).
- Relato de las Apariciones: Detalla las cuatro apariciones de la Virgen a San Juan Diego y su conversación con el obispo, culminando en la aparición de la imagen en la tilma.
- Lengua Náhuatl: Está escrito en náhuatl clásico, usando una prosa rica y poética, reflejando la cultura y cosmovisión indígena.
- Primer Testimonio: Es considerado la primera fuente escrita de las apariciones, ofreciendo una perspectiva más cercana a los eventos originales que otros relatos posteriores.
- Autoría: Se atribuye su autoría a Antonio Valeriano, un indígena educado, aunque fue publicado por Luis Lasso de la Vega en 1649.
- Significado Cultural: Es vital para entender el origen de la devoción guadalupana en México, uniendo lo prehispánico con el cristianismo a través del cerro sagrado del Tepeyac y la figura de la «Madre de Dios».
¿Existirán palabras más bellas, más tiernas, más consoladoras, amorosas, solidarias y, también, más estimulantes, como estas de una Madre a su hijo? Seguramente por ello se han convertido en testamento guadalupano de dominio público. Y no es de extrañar que, en la práctica, las tomemos como propias puesto que la Virgen de Guadalupe no solo es Madre de Juan Dieguito, sino de todos nosotros:
“Porque yo en verdad soy vuestra Madre compasiva, tuya y de todos los hombres que en esta tierra estais en uno, y de las demás variadas estirpes de hombres, mis amadores, los que a mi clamen, los que me busquen, los que confíen en mi.” (nn. 29-31).
No obstante ello, estas palabras de la Virgen de las que venimos hablando, no expresan la totalidad de su misión. Esta última está consignada claramente en los números 26, 27, 28 y 32 del Nican Mopohua. Son mucho menos conocidas, pero dignas de considerarse como el eje sobre el que gira todo el acontecimiento guadalupano:
“(…) Mucho quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi Casita Sagrada en donde lo mostraré (a Dios), lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto. Lo daré a las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación (…) porque allí les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores”.
En este breve texto se encuentran la doble misión guadalupana:
a) Mostrarnos a Dios, ensalzarlo al ponerlo de manifiesto, y dárnoslo en todo su amor personal.
b) Escuchar nuestro llanto, nuestra tristeza, remediar y curar todas nuestras diferentes penas, nuestras miserias y dolores.

Ambas misiones se encuentran no sólo presentes, sino muy evidentes en la Sagrada Escritura:
1La visita a santa Isabel
La Virgen María, al aceptar, con su fiat, participar del misterioso y providente designio redentor de Dios, acogió en su vientre virginal a Dios Hijo y nos lo dio, justamente, –parafraseando el Nican Mopohua– ‘en todo su amor personal’.
En efecto, ‘nos lo mostró y lo ensalzó’ cuando ella, ya encinta por obra del Espíritu Santo, acudió en auxilio de su prima santa Isabel que estaba próxima a dar a luz, en el sexto mes de embarazo, del que sería el profeta san Juan el Bautista.
En dicho encuentro, María santísima responde al jubiloso saludo de santa Isabel con estas inolvidables palabras que ‘ensalzan a Dios y nos lo ponen de manifiesto’:
“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por siempre”.
2las bodas de caná
María santísima viene a ‘escuchar nuestro llanto, nuestra tristeza, y a remediar y curar todas nuestras diferentes penas, nuestras miserias y dolores’. Esto lo vemos confirmado cuando puso en evidencia ante Jesús la necesidad en aquella boda en Caná de Galilea (Juan 2, 1-11): “No tienen vino”; y posteriormente cuando ordena a los criados: “Hagan lo que Él les diga”. Gracias a María santísima, aquellos recién casados pudieron ofrecer a sus invitados “el mejor vino”. }
Pero estas palabras de la virgen no fueron expresadas de dientes para afuera, sino como testimonio íntimo de lo que previamente dijo e hizo ante el anuncio del Ángel: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).
En efecto, porque cumplió en ella la voluntad de Dios, es que nos lleva de la mano a hacer lo mismo.
Por ello, “la esclava del Señor” es reconocida por todos —como lo afirmamos en el quinto misterio glorioso del santo rosario— como “Reina y Señora de todo lo creado”.
¡Vaya paradoja: la esclava es reina! ¡la sierva es felicitada por todas las generaciones!, ¡la jovencita virgen es poderosa abogada! o, como dice la tradición de la Iglesia, refiriéndose a ella, es la “omnipotencia suplicante” que, en su invocación, puede conseguir de la Omnipotencia Divina el mejor vino para nuestra vida.
El Nican Mopohua viene a ser ese espejo que refleja fielmente la Palabra de Dios y que nos invita a ser ese pueblo santo que se estremece ante Ella y confiadamente le presenta sus plegarias:
“Y absolutamente toda esta ciudad, sin faltar nadie, se estremeció cuando vino a ver, a admirar su preciosa Imagen. Venían a reconocer su carácter divino. Venían a presentarle sus plegarias.” (nn. 214-216).
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Fuente: Aleteia / IA















