Buenos Aires, 29 agosto (PR/20) — En el marco del XXVIII Congreso de Aapresid, ‘siempre vivo, siempre verde’, el geólogo de la Universidad de Washington, David Montgomery, habló del rol de los suelos en la civilización y la importancia de su restauración en términos del futuro de la humanidad.

“Estamos cerca de una revolución basada en la salud del suelo; en un punto de cambio en la historia. Podemos convertir a la agricultura en actor de recuperación del suelo en lugar de degradador. La reconstrucción del suelo es una de las inversiones más grandes que puede hacer hoy la humanidad”, dijo.

“Se habla de la deforestación como causante principal de esta degradación, pero la realidad es que el arado contribuyó más que el hacha”, advirtió. A lo largo de la charla también explicó que la erosión y degradación del suelo jugó un rol critico en la caída de antiguas civilizaciones, desde la Europa neolítica hasta Roma.

El beneficio de reconstruir la salud de los suelos, aseveró, también está en la mayor rentabilidad y rendimientos comparables y no se trata de elegir entre agricultura convencional y volver a la agricultura medieval. “Se pueden producir rindes comparables con métodos convencionales, pero usando menos fertilizante, pesticidas y combustible”, añadió.

Para el autor de libros como “La mitad oculta de la Naturaleza: las raíces microbianas de la vida y la salud”, la agricultura regenerativa, puede ser hasta el doble de rentable que la convencional.

Sin embargo, “esto sigue siendo un problema en la agricultura contemporánea, con la que se pierden 1,5 mm de suelo por año. Se necesitan menos de 20 para erosionar 1 pulgada de suelo, mientras que la naturaleza necesita más de 1000 para reconstruir esa misma pulgada”, enfatizó.

Según dijo en su exposición, los suelos de Estados Unidos perdieron en promedio más del 50% de su materia orgánica y que se ha degradado entre un cuarto y un tercio de las tierras potenciales para agricultura. Explicó, además, que la ONU reportó que, cada año, la humanidad pierde un 0,3% de su capacidad global para producir alimentos a causa de la erosión y degradación de los suelos.

“Este es un problema mayor cuando pensamos en el resto del siglo, porque significa que para el año 2100 habremos erosionado un tercio de los suelos, al tiempo que la población aumentará en la misma proporción. Estas tendencias opuestas son preocupantes. Es evidente que la agricultura tendrá que cambiar si queremos evitar estos escenarios”, precisó.

En ese contexto Montgomery preguntó ¿es posible restaurar el suelo? ¿Podemos revertir el patrón histórico o estamos condenados a repetir el de civilizaciones anteriores, pero esta vez a escala global y sin tener otro lugar a donde ir? “La respuesta la descubrí en el jardín de mi casa, dijo. “Con la ayuda de mi esposa convertimos un suelo de mera roca a uno con 8% de materia orgánica; ¿cómo? Haciendo compost para alimentar los microrganismos del suelo. La simbiosis que ocurre entre raíces y microrganismos es muy sólida”, afirmó.

El especialista recorrió el mundo en busca de sistemas similares a nivel de explotaciones agrícolas y encontró que, desde Dakota en EE.UU., hasta Kumasi en Ghana, la recuperación de los suelos era posible cuando se cumplían tres principios: no remoción del suelo, cobertura permanente y rotación de diversos cultivos.

“Estos principios funcionan, pero no por su acción en los cultivos, sino porque alimentan la biodiversidad del suelo”, explicó.

Por último, explicó que la agricultura puede transformarse en motor para reconstruir la fertilidad y salud de los suelos. Basta con adaptar estos principios a cada región, tipo de explotación, escala, nivel de tecnologías. Esta agricultura permite incrementar la cantidad de C del suelo y de materia orgánica, lo que permite a su vez mayor retención de agua y menor polución. Asimismo, facilita el manejo de plagas reduciendo su presión.

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Fuente: La Nación