Evangelio

Evangelio según san Marcos (13,33-37), del domingo, 29 de noviembre de 2020

Lectura del santo evangelio según san Marcos (13,33-37):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

Palabra del Señor

REFLEXIÓN

PERO ES PRECISO VELAR

Porque Dios es “Enmanuel” y está continuamente viniendo a nosotros. Vino ayer, VIENE HOY y vendrá mañana (este es el sentido del Adviento). No estamos abandonados en nuestro mundo gris. En cualquier momento, llama a nuestra puerta. Pero si estamos dormidos, no lo escucharemos; si salimos huyendo, si andamos en otras cosas (desquiciados, deshumanizados, ideologizados, descontrolados, polarizados…), no podrá encontrarnos. Sólo quien está en vela, puede descubrirle.

Pero ¿qué es estar en vela? Isaías nos lo ha aclarado: “Sales al encuentro de los que practican la justicia“. Está en vela quien practica la justicia (Parábola del Juicio Final del pasado domingo). Y quien no lo hace, está dormido, no se encuentra con el Dios que salva. Dormido, soñará con otros «dioses», esos que consuelan aletargando, ayudándonos a huir de la realidad y de nuestras responsabilidades. Pero nos ha recordado San Pablo: «habéis sido enriquecidos en todo… de modo que no carecéis de ningún don gratuito…». (Parábola de los Talentos). Así que tenemos mucho que hacer con la ayuda de Dios. “Dios es nuestro Padre, tu nombre de siempre es Redentor“, es decir, rescatador de esclavos y cautivos, de pozos, de prisiones, de laberintos…. El creyente es aquel que, apoyado en Dios, es capaz de vivir, resistir y salir de las mayores dificultades con esperanza.

• Y ES PRECISO ORAR

También se queda dormido quien se olvida de la oración. Pero no cualquier oración. La oración que Jesús nos enseña se llama “buscar la voluntad de Dios para nuestra vida”. Ir dejando que la Palabra de Dios cale, como la lluvia que rasga el cielo y cae sobre la tierra, haciendo fecundo nuestro corazón reseco, nuestra vida estéril, nuestro mundo desesperanzado. Es la oración que nos ayudará a ver el mundo con los ojos de Dios, para ir poniendo ternura, misericordia, comprensión, alegría, esperanza, solidaridad, justicia, paz allá donde no los haya.  Es la oración que seguirá dando valentía a tantos cooperantes y comprometidos con los Derechos de los más desfavorecidos de la tierra, hasta el punto de jugarnos incluso la vida; es la oración que hará surgir corazones generosos que quieran poner toda su vida al servicio del Evangelio del Señor; es la oración que nos ayudará a poner una palabra distinta en el mundo frío y competitivo y anónimo del trabajo; una oración que nos impedirá dejarnos arrastrar por la fiebre de comprar y comprar que se nos viene encima. Por cierto que «la Navidad» no necesita que nadie la salve. Necesitamos “salvarla” los que nos sabemos creyentes y celebramos la continua presencia de Dios en nuestras vidas. Porque Dios sigue rasgando el cielo y bajando a nuestro suelo. Aunque estemos confinados o en cuarentena, o en la cama. Él viene, viene siempre. Y es la oración que permita a nuestro Alfarero irnos modelando como sólo Él sabe hacerlo, como hizo con la Sierva del Señor y con tantos otros y otras.

No podemos ser catastrofistas, ni recluimos en nuestras pequeñas cosas, porque nada se puede cambiar. El mundo está sediento de esperanzas, quizás más que nunca. Pero la esperanza no depende de nuestras manos, nuestros deseos, logros o proyectos. La esperanza auténtica sólo nos viene de quien nos mantendrá firmes hasta el final, de modo que nadie pueda acusarnos en el tribunal de Jesucristo, de que vivimos dormidos, aletargados, descomprometidos de este mundo que Dios tanto ama. Tanto… que rasgó el cielo y bajó… y no dejará de bajar cada día.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

Imagen de José María Morillo