Buenos Aires, 12 abril (PR/19) — La Iglesia Católica celebra hoy a Santa Teresa de Jesús de los Andes, primera santa de Chile y carmelita de clausura.
“Cristo: la única ambición que tuvo esta bella mujer chilena, que gozando de un estatus privilegiado, no dudó en abrazarse al rigor de la clausura carmelita. Se curtió en la santidad a la que aspiraba y entregó su vida a los 20 años”, sostuvo la agencia Zenit.
Belleza y virtud, junto a un carácter extremadamente sensible y apasionado que orientó hacia Cristo fueron rasgos de Juanita Fernández Solar, primera chilena canonizada. Ebria de amor por Él, decía: “Cristo, ese loco de amor, me ha vuelto loca”.
Pertenecía a una respetable familia de Santiago de Chile, donde nació el 13 de julio de 1900.
De un estatus acomodado, habían descendido a una clase social menos elevada, pero cariño no le faltó: “Jesús no quiso que naciese como Él, pobre, y nací en medio de las riquezas, regalona de todos”, indicó la Santa.
Dispuesta a seguir a Cristo, la vocación carmelita se afianzó en su corazón alentada por la lectura de las biografías de Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Isabel de la Trinidad y Teresa de Lisieux.
“Estoy leyendo la vida de Santa Teresa. ¡Cuánto me enseña! ¡Cuántos horizontes me descubre!”, escribió.
Imitaba a Santa Teresita del Niño Jesús, carmelita como ella: “Hoy me he vencido mucho para no rabiar. Dios mío, tú me has ayudado. Gracias te doy. En los arreglos y recreos he sido perfecta por ellos. Pero no tanto en las clases”, redactó.
En el exterior, sus allegados podían respirar tranquilos. En su correspondencia iba desgranando cuánta era su alegría: “Amanecí muy cantora. Hice la celda cantando (pero porque era día de recreo). Formábamos dúo con otra hermanita novicia…”.
En 1920 reveló a su confesor la íntima persuasión de su inminente deceso; unos meses atrás en una misiva que envió a su familia había aludido a lo que supone el fin de la vida para una persona de fe.
“Para una carmelita la muerte no tiene nada de espantable. Va a vivir la vida verdadera. Va a caer en brazos del que amó aquí en la tierra sobre todas las cosas. Se va a sumergir eternamente en el amor”, les comentó.
Contrajo el tifus el 2 de abril de ese año y cuatro días más tarde profesó “in articulo mortis” para fallecer el 12 de ese mes.
San Juan Pablo II la beatificó el 3 de abril de 1987 y él mismo la canonizó el 21 de marzo de 1993.

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