“Hoy, en particular, la Iglesia ora para que los gobernantes de las naciones estén libres de la tentación de usar la riqueza contra el hombre, transformándola en armas que destruyen a los pueblos y en monopolios que humillan a los trabajadores”, aseguró en la homilía de la Misa que presidió esta mañana en la parroquia de Santa Ana.
En su sermón, León XIV invitó a perseverar con esperanza en la oración “en un tiempo gravemente amenazado por la guerra”.
“Pueblos enteros son hoy aplastados por la violencia y aún más por un descarado desinterés que los abandona a un destino de miseria”, indicó.
Del mismo, pidió no ser pasivos “ante estos dramas” y llamó a anunciar “con la palabra y con las obras que Jesús es el Salvador del mundo, Aquel que nos libera de todo mal”.
“No se trata de una elección contingente, como tantas otras, ni de una opción revisable con el tiempo, según las situaciones. Es necesario decidir un verdadero estilo de vida. Se trata de elegir dónde colocar nuestro corazón, de aclarar a quién amamos sinceramente, a quién servimos con dedicación y cuál es realmente nuestro bien”, afirmó el Pontífice.
Jesús contrapone la riqueza a Dios
Por eso, insistió en que Jesús contrapone precisamente la riqueza a Dios. El Señor habla así “porque sabe que somos criaturas necesitadas, que nuestra vida está llena de carencias. Desde que nacemos, pobres, desnudos, todos tenemos necesidad de cuidados y afecto, de una casa, de alimento, de vestido”, continuó.
De este modo, advirtió que la sed de riqueza corre el riesgo de “ocupar el lugar de Dios en nuestro corazón, cuando creemos que es ella la que salva nuestra vida”.
Además puso el foco en la tentación de pensar que “sin Dios igualmente podríamos vivir bien, mientras que sin riqueza estaríamos tristes y agobiados por mil necesidades”
Una revolución interior
En todo caso, aseveró que la Palabra del Señor, “no contrapone a los hombres en clases rivales, sino que exhorta a todos a una revolución interior, una conversión que comienza en el corazón”.
Del mismo modo, subrayó que la Providencia de Dios alcanza tanto a los pobres materiales como a quienes sufren miseria espiritual o moral “que aflige a los poderosos como a los débiles, a los indigentes como a los ricos”.
Concelebraron con él, el nuevo prior de los agustinos, el P. Joseph Farrell y el párroco el P. Mario Millardi. A la celebración asistió el P. Gioele Schiavella, también agustino, que ha cumplido 103 años. El Santo Padre recordó en la homilía que fue párroco de esta iglesia desde 1991 hasta 2006 y que hoy en día vive aquí.
La visita del Pontífice a la parroquia de Santa Ana tiene un fuerte valor simbólico: siendo cardenal, Robert Francis Prevost presidió en esta misma iglesia la Eucaristía el 26 de julio de 2024, en la memoria litúrgica de los santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen María.
Tras los Pactos de Letrán, el 30 de mayo de 1929, Pío XI erigió la iglesia en parroquia mediante la Constitución Apostólica Ex Lateranensi pacto y confió su cuidado pastoral a los agustinos. El primer párroco, el padre Agostino Ruelli, fue nombrado pocos meses después, el 7 de agosto de 1929. En la actualidad, la comunidad está a cargo del padre agustino Mario Millardi.
Los Papas en la parroquia Santa Ana
Los Papas han forjado una relación especial con la parroquia de Santa Ana a lo largo de los años. Pío XI asistió personalmente a la inauguración del órgano en 1931; San Juan XXIII la visitó en 1961; San Pablo VI celebró allí el 50º aniversario de su ordenación sacerdotal en 1970; San Juan Pablo II la llamó “mi parroquia” durante una visita en diciembre de 1978; Benedicto XVI presidió una Misa en 2006; y el Papa Francisco la eligió para celebrar su primera Misa pública el 17 de marzo de 2013.
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Fuente: ACI Prensa