Invertir en infraestructura, clave para una gestión de agua eficiente

Invertir en infraestructura, clave para una gestión de agua eficiente

Buenos Aires, miércoles 20 diciembre (PR/23) — Los pronósticos climáticos para el verano proyectan un panorama de precipitaciones y temperaturas superiores a las normales en el norte de Santa Fe y la región del NEA. Frente a este panorama, desde el INTA Reconquista destacan la necesidad de invertir en la infraestructura necesaria para el buen funcionamiento de los sistemas de captación, almacenamiento y distribución de agua. Las claves para aprovechar al máximo la situación climática favorable y asegurar este recurso tan escaso.

La problemática del acceso al agua es una realidad en poblaciones rurales ubicadas en la mayoría de las zonas semiáridas de llanura del país. En especial, en la región de la llanura centro norte del país -este de Salta y Santiago del Estero, y centro y oeste de Formosa, Chaco y Santa Fe- que recibe entre 400 a 900 milímetros de precipitación media anual. Se trata de 25 millones de hectáreas que concentran menos de 0,02 habitante por km2 y cuyas condiciones socioeconómicas son desfavorables, principalmente, por la falta de acceso al agua.

Las precipitaciones registradas desde octubre confirman la llegada del fenómeno climático El Niño, lo que implica la probabilidad de ocurrencia de lluvias por encima del promedio histórico a escala regional. En consecuencia, se espera una recuperación progresiva en la recarga de los acuíferos, el llenado de represas y la recuperación de los aljibes. Frente a este pronóstico, desde el INTA Reconquista, Santa Fe, destacan la importancia del buen mantenimiento de los sistemas de captación, almacenamiento y distribución de agua para garantizar su disponibilidad para consumo humano, producción ganadera y la agricultura.

Para Mario Basán Nickisch –especialista del INTA Reconquista, Santa Fe–, “con sustentabilidad y eficiencia se puede realizar una utilización racional de los recursos naturales” y, en este sentido, ponderó la divulgación de tecnologías apropiadas para un uso eficiente de agua en ambientes rurales, en contexto donde aseguró que “el 75% del país es semiárido a seco y el mayor condicionante que tenemos es obtener agua subterránea de calidad y a una profundidad adecuada para el bombeo”.

Una alternativa sustentable es manejar correctamente el agua de lluvia para el consumo humano. Eso significa garantizar la cantidad necesaria almacenándola limpia y conservándola de esa manera hasta su tratamiento microbiológico con tecnologías blandas para que el agua sea segura para la ingesta de las personas.

En este sentido, Basán Nickisch, propone utilizar los sistemas de captación de agua de lluvia (SCALL) en lugares donde el agua subterránea o superficial tienen exceso de sales o elementos tóxicos como el Arsénico. “Si pensamos en agua para consumo humano, y la disponibilidad de agua, subterránea o superficial, no es de calidad, una alternativa válida es implementar los Sistemas de Captación de Agua de Lluvia. Excepto donde llueve escasos milímetros o nada. Allí es válido pensar en destiladores solares, ya probados por INTA”, señaló.

En los sistemas SCALL, el agua es captada a nivel de techos de instalaciones edilicias mediante canaletas y tubos que la guían a un tanque o cisterna, pasando antes por un filtro que retiene los elementos que condicionan su adecuado almacenamiento que la limpia. Para garantizar su correcto uso, debe estar en óptimas condiciones antes de las precipitaciones. “Con los pronósticos de lluvias a corto plazo, eso no es complicado. Todas las partes deben tener un correcto mantenimiento, y las canaletas, filtros y depósitos deben estar limpios”, aconsejó Basán Nickisch.

Con tratamientos adecuados, con tecnologías blandas, el agua es segura para el consumo humano: “con el agua almacenada limpia, hay que realizar los tratamientos microbiológicos propuestos por INTA: Hervido del agua, dosificación con lavandina o tratamiento de rayos ultravioletas del sol (SODIS)”. Cualquiera de estos tratamientos está probado por el INTA y garantizan el consumo de agua segura para las personas. Debemos tener en cuenta los parámetros del Código Alimentario Argentino, que garanticen agua segura para el consumo, es decir, que las personas puedan consumirla sin riesgo de enfermarse.

Y agregó: “Hablar de acceso al agua significa hacer referencia a perforaciones, pozos calzados, represas, aljibes, lo cual debe ir acompañado de controles de calidad química y microbiológica, para garantizar agua de calidad durante todo el año para los diferentes usos”.

Eso se complementa con mecanismos de bombeo, que siempre alentamos a que se hagan con energías renovables, sin descartar los convencionales, donde los molinos de viento y las bombas con energía solar están probados y adaptados sus usos”.

En todos los sistemas, para consumo humano, agrícola o ganadero, contar con depósitos nos garantiza tener reservas de agua para contrarrestar días sin viento, poca radiación solar o desperfectos mecánicos en los mecanismos de extracción.

Para el uso en ganadería y agricultura, el profesional del INTA Reconquista remarcó la importancia de “cosechar agua de lluvia de manera eficiente y almacenarla ya sea en superficie o en profundidad recargando acuíferos”. Esto es considerado por el técnico como una “estrategia superadora”, incluso cuando el agua subterránea esté condicionada en calidad por el exceso de sales o elementos tóxicos para ser usada de manera directa, proponiendo una mezcla apropiada para potenciar el volumen y la calidad del agua final lograda.

La calidad de agua para la producción animal fundamentalmente dependerá de saber qué tipo de animales van a abrevar. Hay tablas orientativas para determinar parámetros óptimos de producción basados en las sales totales, cloruro de sodio, sulfatos y magnesio.

En el caso de que el agua de lluvia sea deficiente en sales para ganadería y se desea usarla directamente, Basán Nickisch aconsejó consultar con un veterinario para saber si se debe suplementar con Fósforo, Selenio, Cobre y/o Cloruro de Sodio. Y, a su vez, será conveniente que el veterinario consulte a un agrónomo acerca del aporte de minerales que proporcionan las pasturas o dieta que tengan los animales, para evaluar si realmente es necesario realizar la suplementación con minerales, de qué tipo y en qué dosis.

Para su uso en riegos, se deben seguir las recomendaciones actuales de la FAO y del RIVERSIDE. Fundamentalmente, tener en cuenta la conductividad eléctrica del agua, el calcio, magnesio, sodio, la conductividad eléctrica del suelo, el tipo de cultivo y el tipo de riego que se piensa utilizar.

Desde INTA siempre se propone el uso sustentable y eficiente de los recursos naturales y, en este caso, del uso de los recursos hídricos, planificando su uso y las inversiones a corto, mediano y largo plazo.

Todo lo expresado permite la disponibilidad de alternativas de acceso al agua a nivel predial para las diferentes demandas, teniendo en cuenta los ambientes, con eficiencia productiva, respetando los ecosistemas.

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Fuente: INTA Informa

Cómo maximizar el uso del agua para una producción agrícola sostenible

Cómo maximizar el uso del agua para una producción agrícola sostenible

Buenos Aires, 18 de octubre (PR/23) .-En el mundo que se viene hacer un uso eficiente del agua será fundamental no solo para la agricultura, sino también para la continuidad de la vida de todos los seres que habitan el planeta. Por esto, en distintas regiones de la Argentina, especialistas del INTA se enfocan en el desarrollo y en la evaluación de diferentes estrategias de riego que permitan ahorrar la mayor cantidad posible de agua para minimizar el impacto sobre la productividad de los olivos y los nogales en Mendoza y San Juan y los perales en los valles irrigados de la Norpatagonia.

El cambio en el clima transformó el régimen de precipitaciones y de temperaturas a escala global y la Argentina no es ajena a esta situación. En este punto, el problema es que, en el campo, la actividad vinculada con la producción de alimentos tiene una fuerte dependencia del clima, más específicamente del agua –que muchas veces proviene de las lluvias de la nieve o de los deshielos– y de las temperaturas, entre otras variables. Debido a que los cambios que se sucedan en el clima afectan de diversas formas y con diferentes magnitudes al sector agropecuario, un equipo de investigación del INTA se enfoca en estudiar cómo continuar produciendo frutas de calidad –tanto en el semiárido centro-oeste argentino y en los valles irrigados de la Norpatagonia– con la menor cantidad de agua posible, sin resignar producción y calidad.

Para eso, es necesario entender el rol del agua y los mecanismos que utilizan las plantas para reconfigurarse –frente a la falta o el exceso– y seguir produciendo frutos. Y a eso mismo se dedica Pierluigi Pierantozzi –especialista en ecofisiología de frutos oleaginosos, principalmente olivos, del INTA San Juan– quien explicó que “el agua es un elemento esencial para la producción de frutas debido a que proporciona un medio para la absorción y el transporte de nutrientes a los tejidos. Además, el agua también mantiene la temperatura de la planta, evitando que los órganos se sobrecalienten, ayuda a regular la cantidad de oxígeno disponible en la planta, mantiene la turgencia de los tejidos, permite el crecimiento e interviene en numerosos procesos metabólicos fundamentales, como la fotosíntesis, reduciendo el estrés de la planta y evitando el daño por sequía”.

El clima siempre fue un factor de riesgo para la producción agrícola y, en este contexto, la contingencia por la escasez en las precipitaciones –que acumulan tres años consecutivos– se ve incrementada. En este punto, la clave para el sector estará en implementar las prácticas necesarias para adaptarse y no quedar en el intento. Por esto, Pierantozzi y su equipo, desde hace quince años, se dedican a estudiar cómo ahorrar una cantidad considerable de agua de riego sin afectar la productividad de los olivos y la calidad de su aceite.

“En las regiones áridas y semiáridas de Argentina, donde se encuentran las principales áreas productoras de aceitunas, la evapotranspiración es alta y las precipitaciones son mínimas, además de estar concentradas en el periodo estival. Contrariamente a lo que sucede en la región mediterránea donde en el periodo de invierno y primavera no es necesario el riego a causa de las lluvias invernales”, señaló Pierantozzi.

Un estudio realizado en 2012 demostró que un estrés en la fase de prefloración-floración en olivos genera respuestas bioquímico-fisiológicas a nivel foliar (hojas) que pueden interpretarse como mecanismos de adaptación de la planta al déficit hídrico. “El estrés hídrico se asoció con un aumento de la peroxidación de lípidos y una disminución de los niveles de pigmentos fotosintéticos, conductancia estomática y fotosíntesis. Durante el primer año de cultivo analizado, se observó una disminución significativa en el cuajado y el rendimiento de frutos en los tratamientos bajo privación de agua. Además, todos los tratamientos evaluados mostraron fuertes caídas en los parámetros de fructificación y rendimiento durante el segundo año de cosecha”, detalló el investigador del INTA San Juan.

Estos estudios determinaron que un cupo de riego al 50 % de lo necesitado por la planta, según calculo teórico o evapotranspiración del cultivo (ETc), puede ser suficiente para mantener un potencial hídrico adecuado de las plantas durante los meses de invierno más fríos. Sin embargo, se necesitan tasas de riego del 75 % ETc o del 100 % ETc a mediados de agosto (aproximadamente 2 meses antes de la floración) para evitar los efectos perjudiciales del estrés hídrico sobre los parámetros bioquímicos-fisiológicos y de rendimiento de los olivos cultivados en el semiárido del centro-oeste argentino.

“En contraposición a esto, una restricción hídrica controlada en primavera, además de ahorrar una importante cantidad de agua de riego, tuvo impactos muy pequeños en la fruta y en el rendimiento del aceite en el cultivar Genovesa, en plantaciones intensivas cosechadas con máquinas cabalgantes”, afirmó Pierantozzi quien citó un estudio realizado por su grupo en 2019: “El éxito de la aplicación de estrategias de riego deficitario controlado (RDC) se basa en la reducción de aportes de agua en aquellos periodos fenológicos donde la producción y la calidad de la cosecha no se ven afectadas sensiblemente, cubriendo plenamente la demanda durante el resto del ciclo del cultivo”.

De esta manera, la aplicación de RDC requiere conocer el comportamiento del cultivo a dosis subóptimas de agua aplicada para cada una de las etapas fenológicas del mismo y depende, además, del tipo y profundidad de suelo, del modelo de plantación, del destino comercial de la fruta.

“Lo importante es saber que podemos ahorrar una considerable cantidad de agua (y energía) en los olivares, aplicando déficit hídrico controlado en cualquier modelo de producción y con cualquier sistema de riego. Solo hace falta medir, controlar y probar in situ, evitando en lo posible los periodos críticos que impliquen una fuerte reducción de la producción”, declaró Pierantozzi.

A la par, Eduardo Trentacoste –especialista en ecofisiología de frutales del INTA La Consulta, Mendoza– estudia en colaboración con Adriana Banco y Facundo Calderón del INTA Junín, Mendoza, los efectos de aplicar riego deficitario controlado durante la etapa de crecimiento vegetativo en olivares (cv. Arbosana) superintensivos manejados con poda mecánica.

“En olivares superintensivos (más de 1000 árboles por hectárea) y formados en setos es necesario controlar el vigor vegetativo para facilitar el acceso de la maquinaria de cosecha. Esto resulta clave en muchos de los ambientes donde se implantaron olivares en Argentina, donde las condiciones ambientales (suelo, temperatura y radiación) favorecen un crecimiento excesivo de los árboles”, indicó Trentacoste y explicó que “en un olivar manejado con poda mecánica lateral, se estudiaron tres niveles de riego aplicados durante el periodo de primavera, cuando se concentra gran parte del crecimiento vegetativo”.

Los ensayos se realizaron durante tres campañas y los regímenes de riego evaluados consistieron en aplicar 100 %, 70 % y 45 % de las necesidades óptimas del cultivo calculada como evapotraspiración de cultivo (ETc) durante el periodo de crecimiento de brotes (de agosto a enero). A partir de enero y hasta la cosecha, que fue realizada en mayo, los tres tratamientos recibieron la misma cantidad de agua de riego. La poda del olivar se realiza mecánicamente, donde un año es podado de forma intensiva una de las caras del seto y al año siguiente se poda la otra cara.

Resultados preliminares demostraron que los tratamientos que recibieron durante primavera riego del 70 % y 45 % ETc fueron 174 % y 146 %, respectivamente, más productivos que el tratamiento control regado al 100 % ETc, donde los lados podados mostraron un vigor excesivo con menor inducción de botones florales en las siguientes temporadas. Los tratamientos con riego deficitario de primavera también tuvieron como ventaja que el tamaño de las aceitunas y la acumulación de aceite fueron mayores, debido a que el menor crecimiento de los brotes favoreció la mayor iluminación de las hojas y aceitunas.

En comparación con el tratamiento control, los tratamientos con déficit hídrico de 70 % y de 45 % durante la primavera permitieron ahorros de agua al final de la campaña del 17 % y 35 %, respectivamente.

 Nogales: pautas para producir con una mejor distribución del agua

El agua es importante para la floración de las plantas, lo que a su vez permite asegurar una buena producción de frutas. Frente a un contexto en el que las modificaciones en los patrones de lluvias y en las temperaturas sufrieron grandes modificaciones durante los últimos años, estudiar cómo hacer un uso eficiente del recurso hídrico es fundamental.

Por esto, “el manejo del riego es prioritario para la agricultura en zonas donde las precipitaciones son escasas o insuficientes”, indicó Claudio Giardina, especialista en tecnologías de riego del INTA Rama Caída –Mendoza–, y agregó: “Para regar con una adecuada eficiencia, y asegurar un buen rendimiento del monte frutal, es necesaria una correcta elección del método de riego para evitar periodos de déficit hídrico”.

Giardina estudia cómo elegir la mejor estrategia de riego para el cultivo del nogal. En este sentido, explicó que “el nogal en Argentina incrementó su superficie cultivada en las últimas dos décadas gracias a la incorporación de nuevas tecnologías, entre ellas métodos de riego presurizado”. De todos modos, esa tecnificación no siempre significó un incremento de la producción, sobre todo en suelos poco profundos o de escasa capacidad de retención hídrica, que pueden limitar la expansión radical.

En el semiárido centro-oeste argentino el agua es el factor más limitante y el costo de cada unidad de agua aplicada pesa en la eficiencia económica del cultivo. “Por lo que es necesario aumentar al máximo la eficiencia”, subrayó el especialista del INTA quien se propuso evaluar cómo el cultivo utiliza el agua de riego para su crecimiento. Así, mediante diferentes estrategias, aplicó igual volumen de agua de riego para lograr distintas superficies de suelos húmedos.

Así, se realizó un ensayo en un monte frutal del cultivar Chandler injertada sobre portainjerto Juglans hindsii con riego presurizado, en la localidad de Cuadro Benegas, San Rafael (Mendoza) para evaluar la respuesta de distintos parámetros, como crecimiento vegetativo (crecimiento y distribución de raíces, crecimiento del área de sección transversal del tronco, área foliar) y productivo (rendimiento y calidad de nueces) a la variación del volumen de suelo mojado (VSM).

“El estudio incluyó un tratamiento de 44 % de volumen de suelo mojado con doble línea de goteros por hilera de plantación; otro con 56 % de volumen de suelo mojado con cuádruple línea de goteros por hilera de plantación y un último con 42 % de volumen de suelo mojado a través de una línea de microaspersores por hilera de plantación”, detalló Giardina quien agregó que, como resultado, se observó que el segundo tratamiento –cuatro líneas de riego por hilera– aseguró un mejor crecimiento vegetativo, contribuyó a la expansión del sistema radical ocupando un mayor volumen de suelo y con más densidad de raíces, y permitió una mayor producción y de mejor calidad.

En el Alto Valle gestionan el agua para producir peras

En los valles irrigados de la Norpatagonia, el riego es una práctica imprescindible para el desarrollo de las áreas agrícolas. Sin embargo, la operación del sistema de riego es uno de los factores de recarga del acuífero freático, que registra niveles poco profundos en el inicio de la temporada productiva en casi el 40 % de la superficie total del Alto Valle. Como consecuencia, en los últimos años se detectaron problemas asociados, manejo del riego y del drenaje, consecuencia del ascenso paulatino del nivel freático.

Lucía Mañueco es investigadora del INTA Alto Valle –Río Negro– y se ocupa de estudiar el desempeño del riego gravitacional y la fluctuación de los niveles freáticos para hacer un uso más eficiente del agua y para evaluar tecnologías que permitan entender y satisfacer las necesidades hídricas de los cultivos.

En esa línea, Mañueco cuantificó la entrada de agua capilar a la zona de la raíz desde una napa freática poco profunda en diferentes cultivos frutales, con riego gravitacional y localizado.

“El Alto Valle de Río Negro y Neuquén es una zona frutícola intensiva que se encuentra bajo riego y debido a que la existencia de niveles freáticos poco profundos modifica el contenido de agua en el perfil del suelo, es importante estimar la cantidad de agua que asciende por capilaridad para mejorar la gestión del riego y permitir que el cultivo alcance su máximo rendimiento y desarrollo en condiciones sin estrés”, expresó Mañueco.

Con este estudio, “se demostró que el nivel freático superficial es un complemento al riego en el cultivo de pera Williams en las condiciones del Alto Valle”, indicó la investigadora del INTA quien advirtió que el aumento de humedad del suelo y la cuantificación de esa cantidad de agua deben considerarse en la programación del riego.

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Humedales: fuente de vida, energía y alimentos

Humedales: fuente de vida, energía y alimentos

Por Ing. Agr. Mariela Pletsch, coordinadora Región NEA de Casafe –

Buenos Aires, 4 octubre (PR/23) — Vida, biodiversidad, energía, recreación. Todos esos beneficios, y muchos más, están albergados hoy en auténticos oasis naturales: los humedales. Se trata de sectores de la naturaleza que mantienen agua en forma permanente o temporaria, generando un suelo hídrico y una diversidad biológica adaptada a la variabilidad del agua. Son ecosistemas fundamentales tanto desde una perspectiva socioeconómica como ambiental, ya que proveen servicios ecosistémicos y albergan una gran biodiversidad. A la vez, los humedales propician sistemas socioecológicos. Es decir, espacios de interacción entre los seres humanos y el ambiente en los que se influyen mutuamente.

Si por algo se caracterizan estos espacios, es por su gran contenido de agua. Este recurso es altamente valorado por sus múltiples beneficios. El agua en los humedales es fuente de energía y de consumo -humano y animal-. También es contenedora y sustento de la productividad biológica y fuente de vida para la biodiversidad a nivel local y regional. Sirve de “filtro” natural de sustancias contaminantes y de sedimentos suspendidos; y, además, captura carbono y modera el microclima local. Como si esto fuera poco, el recurso hídrico de los humedales permite también la navegación, el transporte, la recreación y el turismo.

Los humedales y la producción de alimentos

La superficie de humedales en la Argentina alcanza a casi 277 mil kilómetros cuadrados equivalentes a casi el 10% de la superficie del país. En gran parte del territorio nacional se realizan diversas actividades productivas entre las que se destacan la ganadería, la producción forestal, la frutícola y cerealera. En zonas de humedales se realizan el 50% de la producción forestal, el 35% de los granos de nuestra alimentación y alrededor del 40% de la producción bovina.

En muchas de las provincias de nuestro país se produce sobre humedales. Por ejemplo, en Corrientes, el 60% de la producción ganadera es sobre humedales. En Chaco, Formosa y Santa Fe oscila entre el 40 y el 60%. En Chubut, aproximadamente el 40% de la producción ovina y el 70% de la bovina se concentran básicamente en humedales denominados mallines. A su vez, alrededor del 80% de la producción frutícola se concentra en las provincias de Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza y Río Negro, en los oasis y valles irrigados.

Los humedales son espacios muy beneficiosos para la producción de alimentos. Y de la misma manera, la producción de alimentos debe devolver el mismo favor. Para eso, hay una serie de prácticas agronómicas que se realizan para mantener la sustentabilidad de estos ecosistemas.

La importancia del agua para la supervivencia de la especie humana y para el resto de la biosfera es indiscutible. Por lo tanto, los sistemas productivos deben siempre realizarse con buenas prácticas agropecuarias, respetando el ambiente y compensando las actividades productivas con los servicios ecosistémicos que brinda el humedal. Necesariamente deben hacerse manejos que no impacten negativamente en el ambiente, entendiendo los complejos ciclos hídricos que atraviesa el humedal en relación al cultivo que se produce. Para producir en humedales, al igual que con otras zonas agroecológicas, debe respetarse la normativa local. Por ejemplo, puede ser necesario solicitar permisos para la implantación de forestaciones, construcción de represas e instalación canales para arroceras, e incluso presentar estudios de impacto ambiental cuando sea necesario.

Los humedales retienen y almacenan agua, es decir que se cuenta con el valioso recurso disponible para la producción, como también para el sostenimiento de la vida silvestre.

Tal como lo indica el Conicet, el informe más reciente de la Convención de Ramsar, destaca que los humedales desempeñan un papel fundamental en la disminución de las emisiones, la adaptación al cambio climático y la preservación de la biodiversidad.

Al mismo tiempo, a través de sus servicios ecosistémicos, nos permiten realizar diversas actividades productivas, como pesca y acuicultura, ganadería, productos forestales, aprovechamiento de recursos silvestres y producción de energía, y la permanente provisión de agua para las producciones agrícolas, es decir el alimento que llega a la mesa de los consumidores.

Cada uno de nosotros desde nuestro lugar puede ayudar a proteger y mantener a los humedales. Si visitás un humedal, recogé la basura y depositala en los lugares destinados para ello. Invita a quienes te acompañen a hacer lo mismo. Respetá la flora y la fauna del lugar. Si producís en ese espacio, usá el agua racionalmente, ya sea para uso humano o agrícola – ganadero. Podés también plantar árboles nativos, implementar métodos de cultivos sustentables, poner en marcha la economía circular y devolver a la naturaleza un poco de lo mucho que nos brinda. Por último y muy importante, y denunciá a la autoridad competente de la zona los desmontes no autorizados.

Un Humedal es un maravilloso paraíso repleto de naturaleza, con importantes servicios para la vida de las personas, te invito a cuidarlo.

Acerca de Casafe: La Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe) representa a las empresas que brindan soluciones para el agricultor.

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Fuente: Casafe

Ríos atmosféricos: qué son y cómo impactan en el ciclo del agua

Ríos atmosféricos: qué son y cómo impactan en el ciclo del agua

Se trata de corredores de vapor de agua que, en años Niño, llegan con más frecuencia a la Cordillera de los Andes, específicamente a Neuquén, Mendoza y San Juan. En lo que va de 2023, ya ocurrieron al menos cinco eventos de precipitación en la Cordillera asociados a este fenómeno, lo que significa un alivio a una seguidilla de años secos en esa región. La mirada del INTA y del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA – Conicet) sobre este concepto meteorológico y su impacto.

Buenos Aires, 19 septiembre (PR/23) — Confirmado con un porcentaje de ocurrencia mayor al 90 % por los modelos internacionales, el fenómeno climático El Niño comenzó a dar señales. Es así, que iniciado septiembre se registraron diversas precipitaciones en algunas regiones del país, al tiempo que se observó un cambio global en las trayectorias de otros fenómenos climáticos tales como los ríos atmosféricos y ciclones.

Ahora bien, ¿qué son los ríos atmosféricos y qué impacto tienen en el ciclo del agua? Para Maximiliano Viale del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA) del Centro Científico Tecnológico del CONICET en Mendoza, “los ríos atmosféricos son corredores largos y angostos de fuerte transporte de vapor de agua en la atmósfera, ríos de agua en estado gaseoso en la atmósfera”.

Según detalló, “su formación esta intrínsicamente ligada a la dinámica de los sistemas frontales y ciclones extratropicales, componentes importantes de la circulación general de la atmósfera”. De todos modos, señaló que, “su formación es habitual en las zonas subtropicales y extratropicales del globo terráqueo, y sobre los océanos debido a que son la principal fuente de incorporación de vapor de agua a la atmósfera”.

Como estamos en presencia del fenómeno climático de El Niño, explicó, las trayectorias por donde normalmente se trasladan los ciclones extratropicales, en el cinturón de los vientos del oeste, y, con ellos, los ríos atmosféricos sufren alteraciones en ciertas regiones del planeta.

Es así como “en nuestra región tienden a desplazarse levemente más cerca del Ecuador, sobre latitudes subtropicales e impactan, con más frecuencia, contra la Cordillera de los Andes en la zona de Chile central y Neuquén, Mendoza y San Juan en la Argentina”, indicó el especialista del IANIGLA.

En este punto, Viale detalló que “estos ríos atmosféricos, provenientes del océano Pacifico, ascienden por las laderas de las montañas y, así, se enfrían y condensan para dar lugar a precipitaciones donde, según la altura, cae en forma de lluvia o nieve”. Y subrayó que “son la principal fuente el recurso hídrico en las regiones bajas adyacentes en los Andes”, puntualizó Viale quien recordó que cuentan con un sitio web de permanente seguimiento y pronóstico.

Fuente: Imágenes MIMIC-TPW2 – Intenso río atmosférico de agosto 2023 visto por imagen satelital del vapor integrado en la columna de la atmósfera (colores sombreados en mm)

En lo que va de 2023, ocurrieron al menos cinco eventos de precipitaciones en el norte de Neuquén y Mendoza, asociados a ríos atmosféricos. En este sentido, Gastón Moyano, observador agrometeorológico de INTA La Consulta, Mendoza, confirmó el impacto de los ríos atmosféricos en Mendoza: “En agosto se registraron nevadas en la Cordillera de los Andes -del lado argentino- durante tres días, como hace más de 15 años no se veía”. Viale dio un paso más y no dudó en asegurar que “los ríos atmosféricos están poniendo fin a una seguidilla de años secos en el norte de Neuquén y de Mendoza”.  No obstante, Viale resaltó que “cuando estos ríos atmosféricos son muy intensos, producen lluvias y nevadas muy abundantes que generan excesos con desbordes de ríos y zonas damnificadas”.

Por su parte, Moyano destacó el fenómeno: “Toda la nieve acumulada en la Cordillera de los Andes nos permite tener reserva de agua para las épocas críticas de primavera-verano, cuando los cultivos demandan una gran cantidad de este recurso vital”. A su vez, reconoció la importancia de los ríos atmosféricos en la región: “Tienen un papel esencial en el mantenimiento de las reservas de agua dulce, como las aguas subterráneas, el flujo de ríos y arroyos y la capa de nieve”.

De acuerdo con el observador meteorológico de La Consulta, “la falta de precipitaciones en la provincia impactó en la producción ganadera local, principalmente en lo vinculado con el ganado bovino, caprino, equino, ovino y apícola”. Por otra parte, “el déficit hídrico en la región también complicó varios cultivares en Mendoza, donde se regaba con riego superficial, las horas de esos turnos se redujeron considerablemente”, explicó Moyano. Y agregó: “Recién ahora, las reservas de agua están llegando a niveles medios”.

Impacto en la cuenca del río Colorado

La nieve que se acumula durante el otoño y el invierno en la cuenca alta del río Colorado es la fuente de abastecimiento de agua para Mendoza, Neuquén, Río Negro, La Pampa y Buenos Aires.

“La primera estación de aforo del río Colorado, Buta Ranquil (Neuquén), registró 13 años consecutivos de déficit hídrico con una caída de hasta un 60 % en la oferta hídrica”, aseguró Carolina Aumassanne, investigadora del INTA 25 de Mayo, La Pampa, al tiempo que agregó: “Puntualmente, en los últimos tres años, el derrame fue de entre un 35 y un 55 % por debajo del derrame promedio”.

En ese sentido, celebró la llegada de los ríos atmosféricos a la cordillera por su impacto positivo en la cuenca del río Colorado, destacó Aumassanne. En ese punto, detalló: “En lo que va del año, se registraron nevadas intensas en julio y agosto que alcanzaron valores de cobertura nieve total entre el 65 y 80 % de la cuenca alta del río Colorado”.

A partir de estos datos, y de mediciones de equivalente de agua nieve y cateos realizados por otras instituciones se estima “un mayor escurrimiento con un mayor caudal de agua en el río” y reconoció que “la situación hidrológica del río Colorado ha cambiado durante los últimos meses, junio, julio y agosto” respecto a los últimos años.

El INTA genera un informe periódico a nivel cuenca con información hidrometeorológica, realizado en forma conjunta entre la AER 25 de Mayo(EEA Anguil), con el Instituto de Clima y Agua de Castelar y la Estación Experimental de Hilario Ascasubi. Además, trabaja en la estimación de cobertura de nieve total y húmeda en colaboración con el INA, específicamente con el Subgerencia del Centro Regional Andino.

También articula con la CONAE, concretamente con la Gerencia de Observación de la Tierra, y de esta manera sumar datos que provee el radar de los satélites argentinos SAOCOM para analizar variables que asistan al monitoreo de la cuenca, como el equivalente en agua de nieve y el momento en el cual la nieve empieza a fusionarse.

“Es clave generar información calificada y el trabajo interinstitucional (INTA-INA-CONAE) para conocer cuánto nieva, cuándo empieza el deshielo y qué volumen de agua vamos a tener durante el año. Datos clave para el desarrollo socioeconómico de la región”, concluyó Aumassanne.

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Fuente: INTA INFORMA

Agricultura adaptativa: cómo gestionar el agua ante un clima variable

Agricultura adaptativa: cómo gestionar el agua ante un clima variable

Buenos Aires, 13 septiembre (PR/23) — Desde el INTA destacan la importancia de realizar un monitoreo lote a lote para conocer los almacenes de agua, la recarga de los primeros dos metros del perfil y el nivel de napa hasta los 4 metros de profundidad, e integrar estos datos con la previsión de lluvias para el ciclo. Esta información, junto con el conocimiento y desarrollo de alternativas de manejo agronómico de los cultivos, son los pilares de una estrategia adaptativa frente a una alta variabilidad climática por regiones.

Si hay algo constante en el clima es la variabilidad. Es así que, frente a un fenómeno climático tal como el Niño, si bien las estimaciones plantean lluvias por encima de lo normal, no suele suceder en todas las regiones por igual. De ahí que la agricultura adaptativa pase a ser una estrategia clave recomendada por los expertos del programa Ecofisiología y Agroecosistemas del INTA.

Según remarcó Jorge Mercau, especialista en modelos agronómicos y ecofisiología de cultivos del INTA, “para mejorar la eficacia y eficiencia agrícola es clave tomar decisiones basadas en el monitoreo del estado de los procesos del agroecosistema que sostienen la productividad”. Es que, para el especialista, “la integración de los componentes de la oferta de agua, lluvias en el ciclo y estado de almacenes, con el conocimiento y desarrollo de alternativas de manejo agronómico de los cultivos es parte de las bases de una estrategia adaptativa que permite una intensificación sostenible de la agricultura en la Argentina”.

En este sentido, señaló: “La adaptación de la estrategia agrícola a la variabilidad de la oferta de agua permite aumentar la productividad de la agricultura”. Por este motivo, destacó la necesidad de ajustar la transpiración de los cultivos para evitar riesgos de déficit hídrico en etapas críticas de la demanda planeada, o bien evitar los excesos cuando la oferta supera la demanda planeada.

Es que, según explicó, “la oferta de agua para un cultivo es la suma de la que llueve durante su ciclo y la que puede acceder en los almacenes de lluvias previas al momento de la siembra, en los dos primeros metros del suelo y en la napa freática hasta cuatro metros de profundidad”.

En este punto, se refirió a la gran diferencia que se registra entre el este y oeste de la franja agrícola central de la región Pampeana: “Hacia el este históricamente llueve algo más en el verano y, en esta campaña 2023/24, que será niño, se espera una mayor probabilidad de tener lluvias por sobre el promedio, especialmente en noviembre-diciembre, justo cuando, en siembras tempranas, los cultivos de gruesa ubican sus períodos críticos. En cambio, hacia el oeste, además de llover algo menos, el niño no modifica demasiado la expectativa de lluvias respecto a su variabilidad normal”.

Además, Mercau señaló que, como consecuencia del déficit hídrico de la campaña pasada y las relativas bajas lluvias de este otoño, la carga del almacén de agua disponible en hasta dos metros de suelo sería baja en una amplia zona del área agrícola pampeana, y solo habría buena recarga hacia el este de la región, donde hubo buenas lluvias otoño-invernales.

En este sentido, agregó: “Aunque luego de tres eventos climáticos de La Niña, las napas freáticas bajaron en las zonas donde suele estar cerca se encuentran lotes que, con napas entre 3 y 4 metros, tienen el segundo del perfil más húmedo que otras zonas sin napa”. Dada la variabilidad que generan la cercanía a napa, las lluvias otoño-invernales y el remanente de distintos antecesores, es importante “ir lote a lote a medir el estado de los almacenes de agua, la recarga de los primeros dos metros del perfil, y esa estimación se puede hacer al tacto de un práctico, con aceptable precisión”, indicó Mercau.

Cada lote, un escenario en particular

Frente a un escenario cambiante entre regiones y lotes, Mercau sintetizó que “hacia el este de la región central de la Argentina se registran perfiles cargados y una mayor probabilidad de tener una campaña húmeda, por lo que sería de esperar siembras tempranas de maíz y siembras de soja con ritmo acelerado, desde mediados de octubre, siempre dependiendo de la calidad del lote y tipo de suelos”. En este punto, remarcó que “el tipo de suelo determina la estrategia agrícola a seguir”.

De acuerdo con el especialista, en el este pampeano son recomendables las siembras tempranas de maíz, con un eventual ajuste hacia densidades menores donde los almacenes de agua no sean tan buenos y, eventualmente, maíz tardío donde la recarga es pobre o, en lotes de peor calidad de suelo. Asimismo, la siembra de soja podría ser rápida sobre buenas recargas y más lenta cuando la recarga es peor y en suelos más pesados.

Por otra parte, detalló: “Hacia el oeste de Buenos Aires y Santa Fe, y las provincias de Córdoba, parte de San Luis y norte de La Pampa -que tendrían flacos sus almacenes y una expectativa normal de lluevias- parece razonable que predominen planteos de maíz tardío. De todos modos, puede haber situaciones de buena recarga y suelos donde capitalizar las ventajas de las siembras tempranas”.

Para el cultivo de soja, se esperan siembras más distribuidas, entre finales de octubre y mediados de noviembre, serías las estrategias más convenientes, en la búsqueda de combinar un piso más alto de rindes, sin perder techos. Sin embargo, hay muchas zonas de napa cercana, este año en general más profundas, donde hay que evitar los riesgos de la sequía sin transformar en rinde esa agua para mejorar el manejo interanual del campo.

Primicias Rurales

Fuente: INTA Informa

Cultivando esperanza en medio de la aridez

Cultivando esperanza en medio de la aridez

Desde cultivos resistentes hasta sistemas de riego innovadores, descubrí cómo la ciencia y la tecnología están haciendo posible que las plantas crezcan en el desierto

Buenos Aires, 29 de agosto (PR/23) .- En un mundo donde el cambio climático y la escasez de recursos hídricos plantean desafíos significativos para la producción de alimentos, la agricultura en los desiertos emerge como una solución innovadora y prometedora. Aunque los desiertos se caracterizan por condiciones extremadamente secas y suelos poco fértiles, avances tecnológicos y técnicas agrícolas adaptadas están permitiendo el cultivo en estas áreas aparentemente inhóspitas.

Una de las claves para el éxito de la agricultura en los desiertos es la implementación de sistemas de riego eficientes y sostenibles. La captura y conservación del agua es esencial, utilizando métodos como la desalinización del agua de mar, la recolección y almacenamiento de aguas pluviales, y la reutilización de aguas residuales tratadas. Estos enfoques garantizan un uso óptimo del recurso hídrico y minimizan el impacto ambiental.

Además, la selección de cultivos resistentes a la sequía y adaptados a las condiciones extremas del desierto es fundamental. Las técnicas agrícolas modernas, como la hidroponía, la aeroponía y la agricultura vertical, permiten un mayor control sobre el entorno de crecimiento de las plantas, maximizando los recursos disponibles y reduciendo la necesidad de grandes extensiones de tierra.

La energía solar, abundante en la mayoría de los desiertos, también juega un papel importante. Los sistemas de energía solar pueden proporcionar la energía necesaria para el funcionamiento de las instalaciones de riego, la climatización de invernaderos y la alimentación de equipos de control ambiental. Esta sinergia entre la energía solar y la agricultura crea un modelo de producción más sostenible.

Si bien la agricultura en los desiertos ofrece oportunidades emocionantes, también plantea desafíos. El equilibrio entre la producción de alimentos y la preservación del ecosistema del desierto es esencial para evitar la degradación del suelo y la sobreexplotación de los recursos. La investigación continua y la colaboración entre científicos, ingenieros y agricultores son cruciales para perfeccionar y expandir estos métodos.

En última instancia, la agricultura en los desiertos no solo contribuye a la seguridad alimentaria global, sino que también demuestra la capacidad humana de adaptación e innovación en respuesta a los desafíos del entorno cambiante. A medida que avanzamos hacia un futuro donde los recursos son más escasos, la agricultura en los desiertos se erige como un faro de esperanza y un ejemplo inspirador de lo que es posible lograr.

Ejemplos

Proyecto Desert Greening en Egipto: Este proyecto utiliza agua de desalinización del Mar Rojo para regar más de 11,000 acres de tierra en el desierto de Sinai. Se cultivan una variedad de cultivos, incluidos tomates, pimientos y uvas, utilizando técnicas de riego por goteo y técnicas agrícolas modernas.

Granja solar en el desierto de Atacama, Chile: En una de las regiones más secas del mundo, se ha construido una granja solar que también alberga invernaderos. La energía solar generada se utiliza para mantener condiciones adecuadas de temperatura e iluminación en los invernaderos, lo que permite cultivar cultivos como lechugas y espinacas.

Proyecto Sahara Forest en Marruecos: Este proyecto combina paneles solares y técnicas de captura de agua atmosférica para crear un oasis artificial en el desierto del Sahara. Se plantan árboles y cultivos que proporcionan sombra y humedad, creando un microclima favorable para el crecimiento de más vegetación.

Granjas verticales en Dubai: En medio del desierto de Arabia, se han desarrollado granjas verticales que aprovechan la tecnología de cultivo hidropónico y luces LED. Estas granjas producen hierbas frescas y verduras de hoja verde en múltiples pisos, utilizando un mínimo de agua y espacio.

Proyecto Seawater Greenhouse en Qatar: Este proyecto utiliza agua de mar para enfriar y humidificar el aire en un invernadero. El agua de mar evaporada se condensa en agua dulce, que se utiliza para regar las plantas. Esto permite el cultivo de tomates y pepinos en condiciones desérticas.

Estos ejemplos demuestran cómo la innovación y la tecnología están transformando la agricultura en desiertos anteriormente inhóspitos, abriendo nuevas posibilidades para la producción de alimentos en regiones desafiantes.

Sistemas de riego en el desierto
En los cultivos de desierto, los sistemas de riego desempeñan un papel fundamental para garantizar un suministro adecuado de agua a las plantas en condiciones de escasez. Aquí hay algunos sistemas de riego comunes utilizados en la agricultura de desierto:

Riego por goteo: Este sistema proporciona agua directamente a las raíces de las plantas a través de tubos o mangueras con pequeñas aberturas llamadas goteros. El agua se suministra de manera precisa y eficiente, minimizando el desperdicio y evitando la evaporación en las superficies del suelo.

Riego por aspersión: En este método, el agua se dispersa en forma de pequeñas gotas a través de aspersores colocados en el campo. Es especialmente útil para cultivos más grandes y puede simular la lluvia, aunque puede haber una mayor pérdida de agua debido a la evaporación y al viento.

Riego subterráneo: También conocido como riego por goteo subterráneo, este sistema coloca los tubos de goteo debajo de la superficie del suelo, lo que reduce la evaporación y la pérdida de agua. El agua se infiltra directamente en la zona radicular de las plantas.

Riego por inundación controlada: En este método, se permite que el agua fluya por canales o surcos en el campo, inundando temporalmente la zona de cultivo. Luego, el agua se retira antes de que cause un exceso de saturación en el suelo.

Riego con aguas residuales tratadas: En algunas regiones desérticas, se utilizan aguas residuales tratadas para el riego de cultivos. Después de un proceso de tratamiento, el agua residual se convierte en una fuente viable para la agricultura, aunque se debe asegurar que los niveles de contaminantes sean seguros para las plantas y los consumidores.

Riego solar: En lugares donde la radiación solar es alta, se pueden utilizar sistemas de riego accionados por energía solar. Los paneles solares alimentan bombas y sistemas de riego, permitiendo un riego constante y eficiente.

La elección del sistema de riego dependerá de factores como el tipo de cultivo, el acceso al agua, las condiciones climáticas y la disponibilidad de recursos. La combinación de técnicas de riego eficientes con otras prácticas agrícolas adaptadas a las condiciones del desierto es esencial para maximizar la producción de alimentos en estas áreas desafiantes.

Cultivos resistentes
En los desiertos y otras regiones áridas, la selección de cultivos resistentes es crucial para garantizar una producción de alimentos exitosa. Aquí hay algunos ejemplos de cultivos que han demostrado ser resistentes y adaptados a las condiciones desérticas:

Almendras: Las almendras son cultivos que han demostrado ser resistentes a la sequía y pueden sobrevivir en suelos con baja fertilidad. Requieren menos agua en comparación con algunos otros cultivos y han demostrado ser exitosos en regiones áridas.

Olivos: Los olivos son árboles resistentes que prosperan en climas secos y cálidos. El aceite de oliva producido a partir de las aceitunas es una valiosa cosecha en muchas áreas desérticas.

Cactus y suculentas: Estas plantas son inherentemente adaptables a las condiciones áridas debido a su capacidad para almacenar agua en sus tejidos. Algunos cactus, como el nopal, también son comestibles y se utilizan en la cocina en ciertas regiones.

Dátiles: Los dátiles son frutos que se cultivan en climas cálidos y secos. Son resistentes a la sequía y pueden crecer en suelos arenosos.

Higos: Los higos son otro ejemplo de cultivos que pueden prosperar en condiciones desérticas. Son resistentes y requieren menos agua en comparación con muchas otras frutas.

Quinoa: Aunque originalmente se cultivaba en los Andes, la quinoa ha demostrado ser adaptable a una variedad de climas, incluidas las regiones desérticas. Es rica en nutrientes y puede tolerar condiciones de sequía.

Aloe vera: Esta planta suculenta es conocida por sus propiedades medicinales y también puede ser cultivada en climas áridos. Su capacidad para almacenar agua en sus hojas le permite sobrevivir en condiciones secas.

Leguminosas resistentes a la sequía: Algunas leguminosas, como el garbanzo y el frijol mungo, tienen la capacidad de fijar nitrógeno en el suelo, lo que mejora su fertilidad y los hace adecuados para crecer en suelos pobres.

La investigación y la selección de variedades específicas de estos cultivos, así como la implementación de técnicas agrícolas adaptadas, son esenciales para maximizar el rendimiento y la resistencia en las condiciones desérticas.

Primicias Rurales

Fuente: agroempresario.com