España, domingo 1 junio (PR/25) — Después de un año y medio durmiendo apenas cinco horas por culpa del estrés, Jana Fernández se dio cuenta de que la falta de descanso le estaba afectando gravemente.
“Tuve una depresión por agotamiento. No conocía la importancia del sueño para la salud, y además vivía en esta cultura del no parar, de estar siempre conectada. Nunca desconectaba del trabajo y eso me pasó factura, en mi salud mental y física”, cuenta.
Viniendo del mundo del marketing y la publicidad, decidió formarse sobre eso que estaba viviendo en primera persona, cursó el máster en Fisiología del Sueño y Bioética, y completó su formación con estudios de bioquímica cerebral.
Con todo lo aprendido y la voluntad de divulgar, creó su pódcast de entrevistas a especialistas y su perfil de redes (ahora con más de 60.000 seguidores en Instagram). También ha publicado Aprende a descansar. El método de las 7D para cuidar tu bienestar físico, mental y emocional (Plataforma Editorial).
Este fin de semana Fernández será una de las ponentes en Vibra, una nueva propuesta de Fira de Barcelona centrada en el bienestar integral de la mujer, que se celebra hasta el domingo en el World Trade Center de la ciudad condal, con talleres, charlas y experiencias dedicadas a la salud física, emocional y sexual.
En esta cultura del “no parar”, parece que estar siempre disponibles y conectados nos otorga más valor (…). Se premia a quien no descansa porque se percibe como más productivo
Se dedica a la divulgación sobre el sueño y el descanso después de haber vivido una experiencia personal que la llevó a darse cuenta de su importancia… ¿Cómo fue?
Sí. Sufrí una depresión por agotamiento, consecuencia, por un lado, del desconocimiento sobre la importancia que tiene el sueño y el descanso para la salud, y por otro, de vivir en esta cultura del “no parar”, en la que parece que estar siempre disponibles y conectados nos otorga más valor. Profesionalmente, también se exige estar constantemente en marcha. Estuve aproximadamente un año y medio durmiendo muy poco, lo justo para recuperar algo de energía, pero sin desconectar mentalmente del trabajo. Eso acaba pasando factura en todos los planos: salud mental, física, emocional…
En esta sociedad nos enseñan muchas cosas, pero no nos han enseñado a descansar. Por eso su libro también se llama “Aprende a descansar”… ¿Somos analfabetos del descanso y el dormir?
Sí. Dormir es algo que hacemos de manera instintiva desde que nacemos. El problema es que culturalmente no se valora el descanso; al contrario, se premia a quien no descansa porque se percibe como más productivo.
Además, nadie nos enseña cómo funciona nuestro cuerpo. Igual que ocurre con la nutrición o el ejercicio físico: si desde pequeños conociéramos nuestra fisiología, seríamos conscientes de la importancia de dormir bien. Y para colmo, nuestra vida cotidiana está diseñada para impedirnos descansar: horarios, ocio, vida social…
La longevidad no debería empezar a preocuparnos a los 65, sino mucho antes
¿Por qué el sueño se vuelve más frágil con la edad y cómo afecta esto a la esperanza de vida?
La calidad del sueño va disminuyendo con la edad porque el sueño depende de múltiples factores: físicos, culturales y sociales. A medida que el cuerpo envejece, diversos procesos fisiológicos empiezan a funcionar peor.
Por ejemplo, se reduce la producción de melatonina, la hormona que induce el sueño. Además, con la edad tendemos a ser más sedentarios, lo que repercute negativamente en nuestra salud física, mental y, por supuesto, en la calidad del sueño. También acumulamos más responsabilidades y carga mental, lo que genera un estado de estrés crónico. Todo esto impide descansar bien.
Por eso es fundamental cuidarse desde todos los ángulos: higiene del sueño, actividad física para mantener masa muscular y ósea, alimentación… Y la longevidad no debería empezar a preocuparnos a los 65, sino mucho antes. Cuanto antes pongamos buenos cimientos, mejor será la calidad de vida en la etapa posterior.
Cuando somos adultos mayores, a una edad avanzada, ¿qué cambios en el sueño son normales y cuáles deberían alertarnos?
Cambios normales son, por ejemplo, la menor producción de melatonina, lo que dificulta conciliar y mantener el sueño. También es común que aparezcan dolores crónicos o articulares que interrumpen el descanso, o que el sistema urinario nos obligue a levantarnos al baño más veces por la noche. Todo esto fragmenta el sueño. Ahora bien, lo preocupante es cuando tenemos problemas para dormir muchas veces por semana, cuando cuesta conciliar o mantener el sueño de forma persistente. Ahí es cuando hablamos de insomnio. No se trata de noches puntuales —que todos tenemos—, sino de un problema que se cronifica. En esos casos, lo ideal es consultar con profesionales y recurrir a pruebas médicas que permitan saber qué está ocurriendo.
Se ha observado que personas que han pasado muchos años con sueño deficiente acumulan en el cerebro proteínas como la beta-amiloide y la tau, vinculadas a enfermedades como el alzheimer
Primicias Rurales