El Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) participó del 3° Congreso Argentino de Terapéutica en Nutrición 2025, organizado por la Sociedad Argentina de Médicos Nutricionistas (SAMENUT). El encuentro se realizó del 6 al 8 de noviembre en la Ciudad de Buenos Aires.
Buenos Aires, 13 de noviembre (PR/25) .- Durante las tres jornadas del 3° Congreso Argentino de Terapéutica en Nutrición 2025, el IPCVA presentó un stand institucional con la marca “Carne Argentina” donde se llevaron a cabo acciones de promoción, entrega de folletería y merchandising. Además, se desarrolló un simposio titulado “La carne vacuna desde diferentes perspectivas”, presentado por tres profesionales especializados en nutrición.
El primero en disertar fue el médico nutricionista César Montero (M.N 42.765), presidente de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios, quien abordó la evolución antropológica del consumo de carne vacuna. “Esta presentación permite ubicar al consumidor respecto de las propiedades de la carne y de la pertinencia de su consumo como alimento básico en la alimentación humana. Surge de un proceso continuo de adaptación entre los genes y el ambiente, una conversación de cuatro millones de años que ha configurado nuestro genoma y optimizado nuestra respuesta fisiológica”, afirmó.
Asimismo, destacó que “a las carnes se les atribuye el desarrollo del cerebro. Con su incorporación a una dieta previamente basada en vegetales, se observan cambios estructurales en el organismo: el intestino comienza a reducir su tamaño y el cerebro aumenta su volumen gracias a una nutrición más completa y energéticamente eficiente”.
La presidenta del Congreso, Dra. Marta Sánchez (M.N 62.707), también integró el panel y expuso sobre los aspectos nutricionales de la carne vacuna. “Su consumo es fundamental porque aporta proteínas de alto valor biológico. Esto significa que contiene todos los aminoácidos esenciales que el organismo no puede sintetizar”, explicó.
Agregó además que “100 gramos de carne aportan cantidades significativas de vitamina B, esencial para el desarrollo neurológico, especialmente en los niños, para la función cognitiva y para prevenir anemias megaloblásticas. También suministra minerales y ácidos grasos que, al ser absorbidos y metabolizados por el organismo, no resultan tan perjudiciales como se creía”.
Finalmente, el Dr. Raúl Sandro Murray (M.N.73.186) presentó una revisión histórica del consumo de carne en la Argentina. “Observamos que, desde los valores elevados registrados a mediados del siglo XX, el consumo se ha mantenido en torno a los 50 kilos por habitante en los últimos años. Si bien hubo una disminución el año pasado, este año volvió a incrementarse”, señaló.
El especialista subrayó que estas variaciones “responden principalmente a los vaivenes económicos, pero no a un rechazo del consumidor. La carne vacuna continúa siendo un componente identitario y un elemento de unión familiar; el argentino desea comer carne, especialmente carne vacuna”.
El 3° Congreso Argentino de Terapéutica en Nutrición constituyó una valiosa oportunidad para compartir conocimientos y experiencias sobre el super alimento de los argentinos: la carne vacuna.
Durante las tres jornadas del 3° Congreso Argentino de Terapéutica en Nutrición 2025, el IPCVA presentó un stand institucional con la marca “Carne Argentina” donde se llevaron a cabo acciones de promoción, ntrega de folletería y merchandising. Además, se desarrolló un simposio titulado “La carne vacuna desde diferentes perspectivas”, presentado por tres profesionales especializados en nutrición.
El primero en disertar fue el médico nutricionista César Montero (M.N 42.765), presidente de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios, quien abordó la evolución antropológica del consumo de carne vacuna. “Esta presentación permite ubicar al consumidor respecto de las propiedades de la carne y de la pertinencia de su consumo como alimento básico en la alimentación humana. Surge de un proceso continuo de adaptación entre los genes y el ambiente, una conversación de cuatro millones de años que ha configurado nuestro genoma y optimizado nuestra respuesta fisiológica”, afirmó.
Asimismo, destacó que “a las carnes se les atribuye el desarrollo del cerebro. Con su incorporación a una dieta previamente basada en vegetales, se observan cambios estructurales en el organismo: el intestino comienza a reducir su tamaño y el cerebro aumenta su volumen gracias a una nutrición más completa y energéticamente eficiente”.
La presidenta del Congreso, Dra. Marta Sánchez (M.N 62.707), también integró el panel y expuso sobre los aspectos nutricionales de la carne vacuna. “Su consumo es fundamental porque aporta proteínas de alto valor biológico. Esto significa que contiene todos los aminoácidos esenciales que el organismo no puede sintetizar”, explicó.
Agregó además que “100 gramos de carne aportan cantidades significativas de vitamina B, esencial para el desarrollo neurológico, especialmente en los niños, para la función cognitiva y para prevenir anemias megaloblásticas. También suministra minerales y ácidos grasos que, al ser absorbidos y metabolizados por el organismo, no resultan tan perjudiciales como se creía”.
Finalmente, el Dr. Raúl Sandro Murray (M.N.73.186) presentó una revisión histórica del consumo de carne en la Argentina. “Observamos que, desde los valores elevados registrados a mediados del siglo XX, el consumo se ha mantenido en torno a los 50 kilos por habitante en los últimos años. Si bien hubo una disminución el año pasado, este año volvió a incrementarse”, señaló.
El especialista subrayó que estas variaciones “responden principalmente a los vaivenes económicos, pero no a un rechazo del consumidor. La carne vacuna continúa siendo un componente identitario y un elemento de unión familiar; el argentino desea comer carne, especialmente carne vacuna”.
El 3° Congreso Argentino de Terapéutica en Nutrición constituyó una valiosa oportunidad para compartir conocimientos y experiencias sobre el super alimento de los argentinos: la carne vacuna.
Desde las intervenciones de Favaloro y De la Fuente a la creación del stent de Palmaz, los aportes de médicos argentinos cambiaron el paradigma. Pero aún la enfermedad cardiovascular sigue siendo la principal causa de mortalidad.
Favaloro y De la Fuente, dos pioneros de la cardiología.
Por Maxi Kronenberg
Buenos Aires, martes 11 noviembre (PR/25) — Las enfermedades cardiovasculares representan la principal causa de muerte: según datos de la Word Heart Federation (WHF), cada año, el 33% de los fallecimientos se producen por fallas cardiovasculares, una pérdida de 20 millones de personas en todo el mundo.
En Argentina, el último reporte de Estadísticas Vitales de la Dirección de Estadísticas e Información de Salud (DEIS) del Ministerio de Salud de la Nación (MSN) arrojó que, en 2022, se registraron 110.062 fallecimientos por enfermedades cardiovasculares. Es también la mayor causa de mortalidad en el país.
Pero en los últimos 50 años, el riesgo de muerte por problemas cardiovasculares se redujo de manera significativa, y todo se debe al desarrollo de técnicas revolucionarias para mitigar el impacto y, especialmente, al gran aporte de médicos argentinos como René Favaloro, Julio Palmaz y Luis María de la Fuente.
Habrá que remontarse a sus inicios cuando, en 1968, los doctores De la Fuente y Favaloro coincidieron en un congreso argentino en Mar del Plata. “Ahí lo conocí a Favaloro. En ese momento no era nada, como yo tampoco era nada”, reveló de la Fuente, especialista en angioplastia, una eminencia en cuestiones coronarias, con más de 70 años realizando intervenciones cardiológicas por cateterismo.
Ambos médicos se encontraban trabajando en Estados Unidos: De la Fuente en Portland; Favaloro, en Cleveland, tras haberse graduado en la facultad de Medicina en la Universidad de Buenos Aires y en la de La Plata, respectivamente. Hicieron un pacto para regresar al país y se asociaron: transformaron la cardiología tradicional en lo que se llamó “cardiología moderna”.
René Favaloro en una foto de 1979. Foto Archivo
La cardiología intervencionista es el procedimiento que cambió el curso de la medicina. El descubrimiento y uso de sus métodos permitió que la cardiopatía isquémica y estructural pasara de ser una enfermedad mortal a una enfermedad controlable.
¿En qué consiste este método? A través de la arteria radial, por una punción se pasa un catéter miniaturizado que llega hasta el corazón. De ahí se estudia todo el árbol coronario: las tres arterias coronarias y luego se realiza la parte terapéutica mediante angioplastia. Este sistema hoy se encuentra estandarizado, logrando mayor sencillez y menor riesgo.
De esta forma, De la Fuente y Favaloro lograron prolongar la vida en los pacientes además de generar una mejor calidad de vida.
Luis de la Fuente, un pionero y prócer de la cardiología argentina. Foto Diego Waldmann / Archivo
“La enfermedad cardiovascular era una enfermedad mortal. Antes, si tenías una enfermedad cardíaca te morías. Y con los métodos que se empezaron a usar, con la revascularización de las arterias coronarias, el corazón volvía a recibir sangre y oxígeno y a oxigenarse correctamente, logrando que esa enfermedad mortal pasara a ser una enfermedad controlable. No solamente prolongó la vida sino que le dio mucha calidad de vida”, explicó Vetcher.
El stent para salvar vidas
La angioplastia es un método para dilatar las arterias coronarias inventado por el doctor suizo-alemán Andreas Grüntzig en los ’70. Sin embargo, tuvo su vital desarrollo en 1989, cuando el argentino Julio Palmaz creó el stent expandible. Se trata de una malla metálica que se utiliza para mantener abiertas las arterias coronarias. Su invento fue patentado en 1988 tras siete años de desarrollo, investigación y experimentos desde su garage en Estados Unidos. A comienzos de los ‘90 fue aprobado para su uso.
El argentino Julio Palmaz con su gran creación: el stent. Foto Archivo
El Dr. Palmaz es toda una celebridad en la cardiología a nivel global: nació y estudió en La Plata -como Favaloro-, es hijo de un colectivero y orgullo de la educación pública en la ciudad de las diagonales.
Se calcula que más de 40 millones de pacientes pudieron mantener una vida activa y saludable desde su creación, hace 37 años.
Favaloro y De la Fuente, dos pioneros de la cardiología intervencionista.
“Tenía una motivación general por hacer algo, crear algo. Eso estaba mezclado con el hecho que me moví de la Argentina a Estados Unidos. Lo segundo fue la oportunidad, cuando en febrero de 1978 conocí personalmente al doctor Andreas Grüntzig unos meses después de que hizo su primera angioplastia”, dijo Palmaz a Clarín el 16 de septiembre de 2023, en el primer Día Internacional de la Cardiología Intervencionista, fecha en que el prestigioso médico platense vino especialmente a la Argentina para brindar una conferencia magistral para todo el mundo en Cancillería, organizada por el Colegio Argentino de Cardiólogos Intervencionistas (CACI).
Los números en Argentina
La primera angioplastia que se practicó en el país ocurrió en 1980, después de la primera en el mundo, practicada por A. Grüntzig en Zurich, Suiza, en 1977.
Según datos del CACI, a fines del siglo XX, la mortalidad del infarto en Argentina se redujo del 15,3% al 9,7% por el advenimiento de los trombolíticos y la angioplastia con stent.
De cada 100 pacientes que necesitaban revascularización, 95 se operaban con la cirugía de bypass, una técnica ideada en 1967 por Favaloro que cambió la historia de las enfermedades coronarias.
En Argentina, los médicos prologan la vida de unas 200.000 personas por año entre diagnósticos y procedimientos terapéuticos en adultos y niños, coronarios, cerebrales y vasculares periféricos: entre 70.000 y 75.000 corresponden a angioplastias coronarias, siendo el 20% en infarto agudo de miocardio.
Ciudad del Vaticano, martes 11 noviembre (PR/25) — El papa León XIV pidió hoy que el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) y de innovaciones médicas tengan en cuenta la dignidad humana, advirtiendo sobre los «intereses económicos» que están en juego.
«No cabe duda de que el desarrollo tecnológico aportó, y sigue aportando, importantes beneficios a la humanidad, especialmente en los ámbitos de la medicina y la salud. Para garantizar un progreso real, es imprescindible que la dignidad humana y el bien común sigan siendo prioridades inquebrantables para todos, tanto a nivel individual como público», afirma en el texto difundido hoy por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
El mensaje del Papa iba dirigido a los participantes del Congreso Internacional de la Pontificia Academia para la Vida, que se celebra hasta el miércoles en el Centro de Congresos Augustinianum de Roma, bajo el tema «Inteligencia Artificial y Medicina: el desafío de la dignidad humana».
El documento subraya que «los enormes intereses económicos en juego» en los campos de la tecnología y la medicina requieren «una amplia colaboración entre todos los que trabajan en los ámbitos de la salud y la política, que se extiende más allá de las fronteras nacionales».
El Papa comenzó su discurso expresando sus «sinceras felicitaciones a todos los participantes» y destacando la importancia del tema elegido.
Una nueva revolución industrial
«La revolución digital está desempeñando un papel central en la configuración de lo que el papa Francisco denominó un ‘cambio de época'», señaló, reconociendo que el impacto actual «es comparable al de la Revolución Industrial, pero de mayor alcance».
«Interactuamos con las máquinas como si fueran interlocutoras, convirtiéndonos casi en una extensión de ellas», advirtió León XIV, alertando además sobre el riesgo de «perder de vista los rostros de las personas que nos rodean» y «olvidar cómo reconocer y valorar todo lo que es verdaderamente humano».
Recordando los peligros de utilizar la tecnología con fines ideológicos, el Papa evocó el pasado reciente como una «advertencia».
«Las herramientas de las que disponemos hoy son aún más poderosas y pueden producir un efecto aún más devastador en la vida de las personas y los pueblos», indicó.
Guardianes y servidores de la vida
León XIV considera que la exploración del potencial de la IA en la medicina era de «gran importancia», haciendo hincapié en que «los profesionales de la salud tienen la vocación y la responsabilidad, de ser guardianes y servidores de la vida humana».
«Cuanto más frágil es la vida humana, mayor es la nobleza que se exige a aquellos a quienes se les confía su custodia», añadió.
El mensaje papal también hizo hincapié en el valor de las relaciones humanas en la práctica médica.
«El profesionalismo médico requiere no solo el conocimiento específico necesario, sino también la capacidad de comunicarse y estar cerca de los demás. Nunca puede reducirse simplemente a resolver un problema», escribió el pontífice.
León XIV advirtió que «los dispositivos tecnológicos nunca deben dañar la relación personal entre pacientes y profesionales de la salud», con la esperanza de que la IA «mejore tanto las relaciones interpersonales como la atención prestada».
El lazo rojo, símbolo de la lucha contra el sida. Foto Archivo
Epidemia devastadora en los 80 y principios de los 90, la terapia antirretroviral cambió el paradigma. La mirada de un investigador argentino clave y de una paciente recientemente diagnosticada.
Por Gabriela Cisterna
Buenos Aires, lunes 10 noviembre (PR/25) — Muchas personas, al revisar sus análisis anuales del laboratorio, buscan el apartado de VIH “no reactivo”, es decir, negativo para VIH. Si fuese lo contrario, la mayoría de ella no sabría exactamente qué hacer, a dónde recurrir, ni cómo impactaría en su vida, pese a saber sí que, con tratamiento, hoy el fin ya no es más la muerte joven.
“Yo tampoco tenía mucha información actualizada sobre el VIH cuando recibí mi diagnóstico. Pero en lo que pensé fue en las películas de los ‘80, de los ‘90, cuando era una sentencia de muerte”, explica Pilar Fiad, que nació a fines de la década del ‘90 y recibió su diagnóstico positivo hace algunos, pocos, años.
Para las generaciones posteriores, que no vivieron la “peste rosa” en los ‘80, cuando se conoció la enfermedad, ni la epidemia que generó pavor hasta entrados los ‘90, cuando comenzaron los primeros tratamientos efectivos, la imagen matizada sigue estando vinculada al estigma, al temor, a las películas que retratan la muerte por causa de la enfermedad.
“Tuve un diagnóstico temprano, así que con los especialistas, pude elegir los antirretrovirales que mejor se adaptaban a mí y empezar a tomarlos cuanto antes. Aunque la primera vez que busqué las pastillas no podía creer lo enorme que eran los prospectos y nunca dejo de pensar en los efectos a largo plazo que mencionan. No es fácil”, cuenta Fiad.
En 40 años, la situación sobre la enfermedad cambió de manera drástica. Y, si bien ni la cura ni la vacuna se han desarrollado, existen dos casos, “el paciente de Berlín” y “el paciente de Londres”, que alcanzaron una remisión a largo plazo, es decir, se consideran “curados”, por circunstancias de trasplantes particulares.
Los primeros casos de sida
Los primeros casos se detectaron en Estados Unidos en 1981, aunque recién en 1982 la enfermedad recibió su nombre, síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) causada por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).
La muerte del actor estadounidense Rock Hudson en 1985 tuvo un gran impacto mediático, al igual que la de Freddy Mercury en 1991, sólo horas después de haber contado al mundo que tenía sida. La figura del cantante de Queen se convirtió en un emblema de la lucha contra la enfermedad. En Argentina, los músicos Federico Moura y Miguel Abuelo contrajeron el virus y ambos murieron en 1988.
La terapia antirretroviral cambió el curso de la enfermedad. Foto AFP / Archivo
En la década del ’90, el trabajo científico fue clave en el desarrollo de los tratamientos para la enfermedad. Hasta entonces, los medicamentos eran muy caros y poco efectivos (como el AZT, autorizado en 1987). Recién en 1996, durante la Conferencia Mundial del Sida en Vancouver, Canadá, se presentaron los resultados de la terapia antirretroviral altamente activa -o cóctel- que permitió detener la replicación del virus y mejorar la calidad de vida de los positivos.
“Seguimos haciendo estudios epidemiológicos y así notamos que el tratamiento no solo prevenía la progresión de la enfermedad al sida y la mortalidad prematura, sino que también frenaba la transmisión del virus”, dice a Clarín el doctor Julio González Montaner, el argentino radicado en la Columbia Británica, Canadá, que estuvo a la cabeza de estas investigaciones así como en los protocolos y las normas terapéuticas de los programas de Naciones Unidas.
El especialista participó en el establecimiento de los targets adoptados por Onusida en 2016. Exhortaba a alcanzar el 90-90-90 para 2020: que el 90% de las personas que viven con VIH conozcan su estado serológico, que el 90% de las personas diagnosticadas con VIH reciban de forma continuada la terapia antirretroviral y que el 90% de las personas que reciben terapia tengan supresión viral. La meta todavía no se cumplió.
“Es muy fácil decir esto, pero difícil hacerlo. Requiere un esfuerzo muy dedicado y siempre hay una excusa para cambiar las prioridades. No se han cumplido las promesas que hemos hecho a nivel global, ni desde Onusida, ni Estados Unidos, ni las agencias del mundo”, admite el especialista.
Los desafíos de hoy
“Es muy sencillo. Si yo le doy tratamiento a todas las personas que encuentro con VIH y PrEP -un medicamento preventivo de VIH- a quienes están en alto riesgo, genero un efecto sinérgico. Y así se puede terminar con la epidemia que, hoy, es crónica”, explica el doctor.
Timothy Ray Brown, el «paciente de Berlín», el primero en tener una remisión de la enfermedad. Murió en 2020. Foto AP / Archivo
En un artículo publicado en Lancet HIV el año pasado, este especialista demostró cómo, con esta estrategia, se logró superar el 95-95-95 para 2025 en la provincia canadiense en la que él trabaja.
“El cambio fue en la tercera década de la epidemia, al poder decirle a las personas que se testeen porque saber si son positivos es importante para protegerse a uno mismo, a la familia, a la sociedad. Y también poder comunicar que una persona con VIH puede tener una vida normal, tanto en su calidad y expectativa de vida, como en la expectativa reproductiva. Esto es lo que ha cambiado”, señala González Montaner como uno de los logros más importantes.
Una campaña de concientización del VIH. Foto Archivo
“La contención que tengas, desde el primer momento que das positivo, es la real diferencia”, explica Fiad. Ella habla del acompañamiento profesional y de sus seres queridos. “Pero llega un punto en el que te quedas sola, salís del consultorio y no sabés cómo seguir. Con toda la información que me habían dado, entendía que podía seguir con mi vida normal si tomaba mis pastillas como correspondía. Pero empecé a necesitar respuestas sobre mis miedos y emociones y tuve que googlear, lo primero que encontré fue un grupo de jóvenes que viven con VIH y ha sido mi primer contacto con RAJAP”, explica.
Se refiere a la sigla de la Red Argentina de Jóvenes y Adolescentes Positivos, una asociación civil formada por personas entre 14 y 30 años que viven con VIH. Una franja generacional que no conoció los estragos de la “peste rosa”, pero que aprende a llevar su cuerpo y mejorar la calidad de vida de las personas positivas.
Según los últimos datos de Onusida, 39,9 millones de personas viven con VIH en todo el mundo, de las que 30,7 millones accedieron a la terapia antirretroviral.
Julio González Montaner, investigador clave en la lucha contra el sida, en una foto de 1996.
Nosotros, que somos los que hemos participado de la primera etapa de la epidemia que fue tan devastadora, que tenemos una idea clara del sufrimiento que ha generado, que sabemos del tratamiento de prevención, no podemos abandonar la lucha y dejársela a las nuevas generaciones, tenemos que terminar la obra”, cierra González Montaner.
En los últimos 50 años salvaron unas 154 millones de vidas, según un artículo de The Lancet. Los desafíos de cara al futuro, según Mirta Roses Periago, ex directora de la OPS.
Por Florencia Cunzolo
Buenos Aires, domingo 9 noviembre (PR/25) — Hubo un tiempo en el que se pintaban con cal blanca los cordones de las veredas y los troncos de los árboles.
Años en los que las mujeres baldeadan con lavandina y acaroína y que las aulas olían a alcanfor, que brotaba de las bolsitas que llevaban niños y niñas colgando de sus cuellos, una especie de amuleto medicinal contra un virus que empezaba como una gripe, pero que podía terminar causando parálisis, deformidades, o con la condena a vivir conectado a un pulmotor.
Y hubo tiempos en los que las terapias intensivas de los hospitales pediátricos estaban repletas de chiquitos conectados a respiradores a raíz de cuadros de neumonía sarampionosa y encefalitis sarampionosa.
Otros, más frescos en la memoria, en los que el mundo se vio paralizado por un nuevo coronavirus que mató a millones y puso de cabeza a la vida tal como lo conocíamos hasta entonces.
A los habitantes de todos esos tiempos los movía la misma esperanza y los unía un mismo ruego: que «aparezca» la vacuna.
Jonas Salk desarrolló la vacuna inyectable contra poliomielitis.
Vidas salvadas
Todas esas vacunas «aparecieron» (contra la polio, el sarampión, covid y muchas más). No por arte de magia, sino fruto de la investigación científica y de grandes inversiones. Y se desparraman por el mundo gracias a complejos operativos de logística, que contemplan desde transporte, a cadenas de frío y vacunadores que, si es necesario, montan a caballo, se suben a una lancha o caminan varios kilómetros para cumplir con la tarea de garantizar la inmunización en todos los rincones del país.
«Las vacunas han revolucionado la salud global, junto con el agua potable y la higiene de los alimentos, son consideradas las tres medidas que más vidas humanas han salvado», afirma en diálogo con Clarín Mirta Roses Periago, especialista en enfermedades infecciosas y ex directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Como secuela de la epidemia de polio de 1956/1957 en Argentina, los chicos necesitaban utilizar pulmotores para poder respirar. Crédito: Archivo General de la Nación
Mirta nació en 1945, año en el que se autorizaron las primeras vacunas contra la gripe, cuya seguridad y eficacia había sido probada en soldados del ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. Faltaba, por ese entonces, poco más de una década para que Argentina atravesara (en 1956) la peor epidemia de polio, con casi 6.500 casos notificados.
La primera vacuna inactivada contra la gripe fue desarrollada por Thomas Francis, el mismo que había descubierto años antes el virus de la Influenza B y su discípulo Jonas Salk, padre también de la vacuna inyectable contra la poliomielitis. La vacuna oral, la famosa «gotita», creada en 1962 por Albert Sabin, herramienta esencial en la lucha contra la enfermedad, dejó de usarse aquí hace cinco años.
En 1974 -año en que Mirta ingresaba al Ministerio de Salud Pública de la Nación, donde terminaría desempeñando diversos cargos en las áreas de Epidemiología, Investigación y Emergencias-, la Asamblea Mundial de la Salud ponía en marcha el Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI), para garantizar que todos los niños y niñas del mundo sean vacunados contra la difteria, el sarampión, la tos ferina, la polio, el tétanos, la tuberculosis y la viruela. Ese fue el germen del calendario nacional de vacunación que hoy incluye vacunas para todas las etapas de la vida.
Según un reciente artículo de The Lancet, en los últimos 50 años las vacunas habrían evitado unas 154 millones de muertes en el mundo, el 95% en menores de 5 años.
«Hasta hoy, incluyendo la vacuna contra COVID-19, que se logró disponer en menos de un año desde la declaración de la pandemia, hay más de 25 vacunas disponibles y muchas en desarrollo avanzado», indicó Roses Periago.
Desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) estiman que la introducción de algunas más nuevas, como la del VPH (quepodría condenar al olvido al cáncer de cuello de útero), de la malaria, el virus sincicial respiratorio (VSR) y la meningitis, así como las vacunas contra el cólera y el ébola utilizadas durante brotes, salvarán aún más vidas en los próximos 50 años.
La esperada vacuna contra el VIH, en cambio, sigue resultando esquiva: un desarrollo promisorio, que había entrado en la fase final de ensayos, fue cancelado en 2023 porque no arrojó los resultados esperados.
Logros de las vacunas
Entre los hitos de las vacunas, la experta destaca la erradicación de la viruela (en 1980), a los países libres de sarampión (que en la actualidad se ve seriamente amenazado por brotes asociados a bajas coberturas) y síndrome de rubéola congénita, así como de rabia humana.
Pero no son los únicos logros. En Argentina, en las últimas décadas, también se ha eliminado la transmisión vertical de hepatitis B, se redujo significativamente la internación de niños por neumonía, disminuyó la letalidad de los recién nacidos gracias a la vacunación de las personas gestantes contra la tos convulsa y no se realizan trasplantes de hígado por hepatitis A en niños vacunados desde 2007.
Víctimas de su propio éxito
Pero las vacunas son víctimas de su propio éxito: las enfermedades que previenen dejan de verse (o se ven menos), la población pierde la percepción del riesgo que implica contraerlas, las tasas de vacunación empiezan a caer y las enfermedades vuelven.
A eso se le suma el avance de discursos anticientíficos que alimentan dudas, amenazando así con revertir el progreso realizado en la lucha contra las enfermedades prevenibles por vacunación.
El del sarampión es un ejemplo mayúsculo. La enfermedad (cuya circulación endémica en el país había sido eliminada en 2000) vive un resurgimiento a nivel mundial. En marzo, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) emitió una alerta epidemiológica debido al aumento de casos en varios países de la región, mientras que Europa vive el mayor incremento en más de 25 años.
A nivel local, las coberturas de vacunación habían comenzado a declinar antes de la pandemia. La crisis abierta por el coronavirus no hizo más que acentuar el desplome. Las tasas no se recuperaron, sino que continúan en caída libre.
Desafíos de cara al futuro
Y de cara al futuro, ¿cuáles son los principales desafíos? Mirta Roses Periago los clasifica en tecnológicos, operativos, financieros y sociales.
Entre los tecnológicos, menciona cómo hacer las vacunas «más estables, combinadas, más sencillas y rápidas» en su fabricación, así como «más seguras, con menos componentes químicos, para que sean necesarias menos dosis y refuerzos».
Los desafíos operativos están relacionados a «cómo hacer que lleguen a todos los que lo necesitan a la edad y en el momento en que son más efectivas; sin requerimientos complejos de almacenamiento, transporte, conservación y fáciles de administrar por personal de capacitación rápida».
En cuanto a lo financiero, considera que es clave repensar el financiamiento solidario de su desarrollo, producción, distribución y acceso universal, y que deberían ser concebidas como un «bien público global», en función de los «beneficios humanos individuales, colectivos y económicos» que aportan a un mundo cada vez más interconectado.
Desde el aspecto social, pide vigilar con rigor los estudios e investigaciones clínicas para el desarrollo de mejores vacunas y hablar con sinceridad sobre los efectos adversos y los criterios de riesgo-beneficio.
Pero admite que rescatar la confianza en las vacunas es, sin dudas, el principal desafío. «Que no sean vistas como un negocio, sino como un beneficio, a medida que la vida humana se prolonga y está más expuesta a riesgos».
En ese sentido, la ex directora de la OPS concluye con un llamado a «combatir la infodemia en las redes sociales, y la ignorancia del cuerpo médico y los trabajadores de la salud que, por no haber conocido ni vivido las enfermedades, ignoran el rol protector de las vacunas».
Fuente: Florencia Cunzolo. Editora de la sección Buena Vidafcunzolo@clarin.com
Advierte que “el vegano debe estar lo suficientemente bien educado para saber de qué es deficiente y lo suficientemente rico para costear los suplementos necesarios”
Bikman aseguró que “cuanto menos carne come una persona, más pequeño se vuelve su cerebro” y explicó que el cerebro “depende en gran medida de la densidad nutricional que aportan los alimentos de origen animal”. Según el médico, esta falta de nutrientes “hace que el cerebro sufra cuando no los obtiene”.
Uno de los argumentos principales de Bikman se centra en la deficiencia de ácidos grasos esenciales. “De las tres grasas omega-3 existentes, los humanos solo pueden obtener una a partir de las plantas, y precisamente esa no es la que el cuerpo utiliza. Las otras dos —EPA y DHA— provienen exclusivamente de alimentos de origen animal”, señaló. Aunque reconoció que los suplementos pueden cubrir estas carencias, advirtió que “el vegano debe ser lo suficientemente educado para saber de qué es deficiente y lo suficientemente rico para costear los suplementos necesarios”.
Estas declaraciones encuentran cierto respaldo en la literatura científica. Una revisión publicada en la revista Nutrientsanalizó estudios entre 2010 y 2023 y concluyó que las dietas veganas y vegetarianas pueden asociarse a déficits de vitamina B12, hierro, zinc y omega-3, nutrientes esenciales para el cerebro.
Los autores señalaron que la deficiencia de B12 puede correlacionarse con reducción del volumen cerebral y problemas cognitivos en algunos grupos de población.
Asimismo, un estudio publicado en Brain Sciences en 2023 encontró que los niveles más altos de los ácidos grasos omega-3 EPA y DHA se asocian con mejor memoria, mayor velocidad cognitiva y mayor volumen cerebral en adultos mayores sanos.
Joaquín Puerma, endocrino, sobre el desequilibrio hormonal: «El hecho de que en la naturaleza no veamos nada negativo baja mucho los niveles de estrés».
Aunque las palabras de Bikman han sido calificadas por algunos como excesivamente tajantes, su discurso se apoya en parte en estas evidencias científicas que relacionan la falta de nutrientes de origen animal con posibles alteraciones neurológicas.
Sin embargo, muchos nutricionistas recuerdan que una dieta vegetariana o vegana bien planificada y correctamente suplementada puede ser completamente saludable y sostenible.