Durante años, los cultivos de cobertura o de servicio fueron vistos como un “costo extra” dentro del sistema productivo. Sin embargo, la evidencia científica y la experiencia de miles de productores muestran que, cuando se incorporan de manera sostenida, estos cultivos se transforman en una de las herramientas más efectivas para mejorar la estructura del suelo y recuperar su fertilidad física y biológica.
Por Ing Agr Pedro A Lobos
Buenos Aires, martes 17 de diciembre (PR/25) .- Lejos de ofrecer resultados inmediatos, los cultivos de cobertura funcionan como una inversión a largo plazo, cuyos beneficios se acumulan campaña tras campaña.
Raíces que construyen suelo
Uno de los principales aportes de los cultivos de cobertura ocurre debajo de la superficie. Las raíces vivas, presentes durante más meses del año, actúan como verdaderos ingenieros del suelo.
Las gramíneas aportan sistemas radiculares densos que mejoran la agregación, mientras que las especies de raíz pivotante exploran capas más profundas, ayudando a aliviar compactaciones y facilitando el movimiento del agua y el aire. 
Con el paso de los años, los lotes con cultivos de cobertura muestran:
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Mayor estabilidad de agregados
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Menor densidad aparente
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Mejor infiltración y almacenamiento de agua
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Menor riesgo de encostramiento y erosión
En términos prácticos, el suelo se vuelve más “esponjoso”, más resistente al tránsito de maquinaria y más estable frente a eventos climáticos extremos.
Fertilidad física: más agua, menos pérdidas
La mejora estructural se traduce directamente en una mayor eficiencia hídrica. Un suelo bien estructurado infiltra más agua cuando llueve y la retiene mejor durante períodos secos. Esto explica por qué muchos productores observan, con los años, mayor estabilidad de rendimientos, especialmente en campañas con estrés hídrico.
Además, la cobertura permanente del suelo reduce el impacto de las gotas de lluvia, disminuye el escurrimiento superficial y protege contra la erosión, uno de los principales factores de pérdida de fertilidad a largo plazo.
Fertilidad biológica: el motor invisible del sistema
Otro de los grandes beneficios, muchas veces subestimado, es el impacto de los cultivos de cobertura sobre la vida del suelo. Las raíces vivas liberan exudados que alimentan bacterias, hongos, micorrizas y macroorganismos como lombrices, reactivando procesos biológicos clave.
Los sistemas que incorporan cultivos de servicio de manera frecuente y con mayor diversidad muestran:
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Aumento de la biomasa microbiana
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Mayor diversidad biológica
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Mejores procesos de ciclado de nutrientes
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Mayor disponibilidad de nitrógeno y fósforo en el mediano plazo
Las mezclas de especies potencian estos efectos, ya que cada grupo funcional aporta distintos tipos de raíces y compuestos orgánicos, generando un suelo más activo y resiliente.
Beneficios que se construyen con el tiempo
La experiencia indica que los mayores beneficios aparecen a partir del tercer o quinto año de uso continuo. Por eso, los sistemas que abandonan la práctica de manera temprana suelen no alcanzar a percibir sus ventajas, reforzando la idea errónea de que los cultivos de cobertura “no funcionan”.
En cambio, los productores que sostienen la práctica en el tiempo coinciden en que el suelo responde con:
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Mejor transitabilidad
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Menor necesidad de intervenciones correctivas
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Mayor eficiencia del uso de insumos
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Sistemas productivos más estables
Un cambio de enfoque
Más que una práctica aislada, los cultivos de cobertura representan un cambio de enfoque en la forma de manejar el suelo: pasar de explotarlo a reconstruirlo. En un contexto de suelos cada vez más exigidos y climas más variables, mantener raíces vivas y diversidad durante todo el año deja de ser una opción para convertirse en una estrategia clave de sustentabilidad productiva.
En definitiva, los cultivos de cobertura no solo protegen el suelo: lo mejoran, lo estructuran y lo devuelven a su rol central como base de la producción agrícola
Primicias Rurales
Fuente; IA/ Ing. Agr. Pedro A Lobos
















