Las experiencias de la convertibilidad en los ‘90 y de la salida del “corralito” en los 2000 dejaron importantes lecciones que pueden ayudar a comprender mejor el devenir del actual programa libertario. Gabriel Rubinstein, exviceministro de Economía y director de YIER Consultora en Economía y Finanzas, compara estos tres procesos y ofrece su visión, en exclusiva para Newsweek Argentina. ¿Están garantizados la estabilidad y el crecimiento?
Por Gabriel Rubinstein
Buenos Aires, viernes 6 junio (PR/25) — El proceso económico actual “podría” llegar a ser tan o más exitoso que los dos procesos económicos exitosos más recientes de la Argentina: el de los ‘90, asociado a la convertibilidad, y el de los 2000, tras la ruptura generalizada de contratos de finales de 2001 y comienzos de 2002.
El proceso actual tiene más similitudes con la convertibilidad, tanto por la impronta general -liberal y reformista-, como por un aspecto no menor asociado a la vigencia de un “dólar bajo” (peso apreciado). En los 2000, en cambio, prevaleció un dólar “alto” (peso depreciado), en un gobierno que no era estatista (ni con Duhalde ni con Néstor Kirchner, especialmente en su primera etapa), pero que tampoco era liberal.
¿Por qué considero que ambos procesos fueron exitosos? Sintéticamente, por lo siguiente:
–Crecimiento económico. Entre el primer trimestre de 1991 y el tercer trimestre de 1998 la economía creció un 49% (ritmo anual del 5,4%). Por su parte, entre el segundo trimestre de 2002 y el cuarto trimestre de 2005 (período Lavagna) la economía creció un 31% (ritmo anual del 7,6%). Y luego siguió creciendo hasta el cuarto trimestre de 2017, pero con altibajos y desequilibrios económicos crecientes.
–Inflación. Entre agosto de 1991 y diciembre de 1998 la inflación promedio mensual fue del 0,36% (promedio anual del 4,3%). Por su parte, entre octubre de 2002 y octubre de 2005, el promedio mensual fue de 0,54% (promedio anual del 6,7%).
–Resultado Fiscal. La convertibilidad empezó bien y tuvo su mejor performance durante 1993, con un Resultado Primario del 3%. Pero luego ni Cavallo ni Roque Fernández pudieron hacer frente a las presiones políticas, y el superávit primario desapareció. Lo grave fue que mientras esto sucedía la carga de intereses aumentaba persistentemente, ya que la nueva deuda que iba reemplazando a la vieja deuda pagaba cupones más altos (antes eran bajos por la restructuración previa). Por su parte, en los 2000, mientras Lavagna fue ministro, se logró la mejor performance fiscal de nuestra historia moderna, lográndose un promedio de Superávit Fiscal Primario promedio anual, entre 2002 y 2005, del 3,2% del PIB.
–Acumulación de Reservas. La convertibilidad permitía una permanente acumulación de reservas, al compás del aumento de la demanda de dinero. Esas reservas sirvieron para afrontar la crisis del Tequila (1995) y la de Asia/Rusia/Brasil (1998 y 1999). Pero no fueron suficientes ante la salida de depósitos que derivó en el “corralito” (noviembre de 2001) y la crisis posterior. En los 2000, la acumulación de reservas se hizo a un ritmo muy elevado. Aun pagando las deudas con el FMI (diciembre 2005), Cristina pudo asumir en 2007 con US$ 45.566 millones de Reservas Netas (que luego se dilapidaron en una de las peores -sino la peor- decisiones de política económica en décadas).
–Creación de empleo. La convertibilidad empezó con un buen ritmo de creación de empleo, al compás del ambiente de reforma económica imperante. Pero, tras la crisis del Tequila, la economía se mostró impotente para absorber el desempleo que había quedado de la reforma estatal (baja de empleo público, pero sobre todo de empresas privatizadas), y el dólar bajo erosionó también la creación neta de empleo privado. En los 2000, la creación de empleo fue persistente y muy significativa.
EL MODELO ACTUAL
En cuanto al modelo actual, hay una impronta reformista importante (eliminación y cambio de regulaciones) y más apertura externa que deberían, en el tiempo, generar un ambiente más competitivo y productivo.
También se ha hecho énfasis en buscar superávit fiscal. Aunque, en perspectiva, debería apuntarse a cifras que dupliquen las actuales (volver al 3% de superávit de la época de Lavagna), dado que volverá a suceder que la carga de intereses irá aumentando en la medida que se logre volver a los mercados para rollear la deuda externa (que hoy paga cupones muy bajos debido a la última restructuración de 2020).
Los logros en cuanto a la baja de las tasas de inflación lucen bastante más acotados respecto a los ‘90 y los 2000. Pero cabe esperar que con el correr de los meses los resultados vayan mejorando y acercándose a esas experiencias más exitosas.
En cuanto al crecimiento, el primer desafío será, una vez lograda la recuperación cíclica, ver si entramos en una fase de crecimiento prolongado como en los ‘90 y los 2000. Y, más aún, si “esta vez será diferente” y logremos no interrumpir tal proceso con crisis o graves desajustes.
Las principales dudas que actualmente está generando el modelo económico están referidas a la capacidad de acumular reservas, bajar el riesgo país, crear empleo y lograr sustento político, de manera que, con independencia de quién gane elecciones (más liberales o más estatistas), el orden macroeconómico no se vea alterado.
En ese sentido, la experiencia de los 2000, con dólar alto y elevado superávit fiscal primario, se mostró más resiliente que las de los ‘90. El ahorro público (superávit fiscal) y el ahorro privado sustentan cuentas externas superavitarias y acumulación de reservas. El dólar alto ayuda en tal proceso.
El dólar bajo obliga a que todo lo demás vaya muy bien, incluyendo la necesidad de más elevados superávits fiscales.
Aun con el apoyo externo logrado (acuerdo FMI y otros), las reservas del BCRA son muy bajas. Luce improbable se pudieran enfrentar con éxito corridas virulentas como las del Tequila, ni shocks políticos como cuando Macri perdió las PASO en 2019.
Por eso, no puede darse por “garantizada” la estabilidad macroeconómica. Ni dar por sentado que el proceso actual podrá igual o superar las experiencias exitosas de los ‘90 y los 2000.
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Fuente: Newsweek