Suelos: cómo conservar 100 milímetros de agua de lluvia

Suelos: cómo conservar 100 milímetros de agua de lluvia

Las abundantes precipitaciones registradas en gran parte del país permitieron una recarga de las reservas de agua en el suelo y se presentan como una oportunidad para el sector agropecuario.

Buenos Aires, 27 de marzo (PR/24) .- Frente a este escenario, especialistas del INTA y de la Universidad de La Pampa destacan la importancia de gestionar el agua disponible para la próxima campaña a fin de que su consumo sea eficiente y racional.

El cambio en el clima es una variable constante. La transformación en el régimen de lluvias y de temperaturas a escala global tienen efectos directos sobre los sistemas agroalimentarios que producen a cielo abierto. Los pronósticos estacionales actuales indican altas chances de un evento La Niña que se asocia a una probabilidad de menores lluvias. Frente a este escenario, resulta clave que el sector agropecuario implemente prácticas de manejo que mejoren la capacidad de captación y almacenaje de agua en los suelos, tales como rotaciones, fecha y densidad de siembra, control temprano de malezas en rastrojos y cultivos de cobertura y nutrición. 

Para Pablo Mercuri, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales (CIRN) del INTA, “el suelo es un reservorio natural capaz de almacenar más de 100 milímetros de agua de lluvia, desde ya según la capacidad de retención de agua útil de cada tipo de suelo, acorde a su composición textural y profundidad”. Por esto, es “clave conservar y gestionar el agua en el suelo en los momentos de aporte desde la atmósfera mediante prácticas agronómicas acorde a cada paisaje y ambiente”.    En esta línea, explicó que “las precipitaciones registradas durante las últimas semanas permitieron una recarga de las reservas de agua en el suelo que, en algunas zonas -incluso- alcanzó la completa saturación del perfil”. En este punto consideró “estratégico” planificar y asegurar el inicio de la siembra de fina y planificación de gruesa de primera, acorde a esas reservas. 

De acuerdo con Mercuri, “la conservación del agua en el suelo es prioridad de adaptación a los extremos del clima y hoy es una práctica agronómica que debe tener la máxima atención, igual o mayor a la atención a los pronósticos futuros”. En ese sentido, señaló que “estas lluvias, por un lado, aseguran un buen llenado de granos para los cultivos tardíos o de segunda y por otro lado permiten alta producción de materia seca en verdeos, perfilar abundantes reservas de pasturas para invierno y silajes adecuados”.    De todos modos, reconoció que “el fenómeno climático El Niño presenta una distribución muy heterogénea” y que “aún hay zonas en el oeste y en el centro-norte de Buenos Aires en donde las condiciones se mantienen entre normales a escasas con déficit hídrico” y en otra áreas ambientes bajos anegados.

  Un objetivo, numerosas estrategias

Existe una amplia diversidad de estrategias agronómicas que permiten conservar agua de lluvia: “algunas se inician al momento de la cosecha, y ocurren entre campañas” aclara Pablo Mercuri, mientras que otras “son a largo plazo”. Entre las que requieren mayor planificación se destaca la sistematización de lotes con terrazas, laboreo contrario a la pendiente, siguiendo curvas de nivel, mejoras en la estructura del suelo para la infiltración del agua, y laboreos que eviten la compactación.

  De acuerdo con Martín Díaz Zorita -profesor e investigador de la Universidad de La Pampa, el Conicet y vicepresidente del Consejo del CIRN- “el suelo es el elemento que amortigua los momentos de carencia de agua porque permite esperar la próxima lluvia y administrar las plantas durante su crecimiento”.  

En línea con la planificación de la próxima siembra de cultivos de invierno o de verano, recomendó “aprender a gestionar el otoño, es decir, asegurar que ingrese la mayor cantidad de agua posible en el lugar donde ocurre la lluvia”.  

En ese sentido, Díaz Zorita remarcó que “el manejo de coberturas es asegurar condiciones de distribución de rastrojos en el lote para que la gota de agua de lluvia impacte lo menos posible en forma directa en el suelo y, por lo tanto, el proceso de infiltración se dé mayormente en el lugar donde cae, y no que se dé rotura de suelo, planchados, sellado de poros y escurrimiento”.  

“El segundo factor es tratar de cuidar al suelo, porque si el suelo está húmedo, cuando cosechamos estamos en el punto de mayor impacto de compactación o de pérdida de poros, porque estamos generando una presión muy grande y los poros colapsan”, explicó el especialista. 

Entonces, “la segunda observación agronómica en momentos de cosecha con suelo húmedo es evitar el tránsito con equipos muy pesados, es decir, tratar de tener sectores solamente de tránsito de descarga y descarga de los granos, que no cubran todo el lote”, indicó. 

En tercer lugar, Díaz Zorita hizo hincapié en cuidar el agua que ingresa al suelo: “La evaporación tiene que ser la menor posible, para lo cual, la cobertura del suelo con rastrojos ayuda; y la transpiración tiene que ser exclusivamente a través de las especies, de los cultivos que cosechamos, que producimos, para lo cual, el manejo del control de malezas tiene que ser lo más temprano posible”, remarcó. 

De esta manera, se asegura que el consumo de agua que se va a tener va a ir dirigido principalmente hacia los cultivos que se están realizando y que no haya una pérdida por la competencia por las malezas.  

En síntesis, de acuerdo con Díaz Zorita, “hay que tratar que el agua infiltre donde cae, por lo tanto, el sistema poroso tiene que estar lo más preparado posible, y eso es con baja presión de compactaciones, y que el consumo o la competencia por ese recurso se reduzca o sea más eficiente para poder reflejar ese efecto de conservación y de transferencia a la transpiración”.  

¿Por qué es importante que el agua entre verticalmente donde cae? El investigador señaló que “el exceso de agua tiende a acumularse en los sectores bajos, donde termina el escurrimiento; entonces cuanto más logro incorporarlo, mejor es, para no terminar en inundación, salinidad por ascenso de napas freáticas y problemas de cosecha”. 

“Se generan muchos riesgos productivos y hacia el ambiente cuando el agua se mueve en superficie, por eso desde lo agronómico, todo lo que podamos hacer en este momento de otoño para que cada gota de agua ingrese donde cae, es valiosísimo”, concluyó Díaz Zorita.  

Primicias Rurales

Fuente: INTA informa

La productividad del agro depende hasta en un 80 % del agua

La productividad del agro depende hasta en un 80 % del agua

Se trata de un recurso natural renovable, escaso e indispensable para la supervivencia de todos los ecosistemas y fundamental para producir alimentos.

Buenos Aires, 22 de marzo (PR/24) .- Especialistas del INTA subrayan la importancia de gestionar el agua para aumentar la eficiencia y la productividad de los sistemas en escenarios contrastantes. Para esto, recomiendan prácticas de manejo que mejoren la capacidad de captación y almacenaje de los suelos, eviten la evaporación directa y optimicen las prácticas de manejo de cultivos, tales como rotaciones, fecha y densidad de siembra, cultivos de cobertura y nutrición.

Del total del agua del planeta sólo el 3 % es agua dulce y sólo un tercio representa agua superficial y está disponible en ríos, lagos y lagunas. Además de escaso, este recurso natural es muy preciado. A escala global, el 70 % del agua dulce que se extrae en el mundo se destina a agricultura, ya que es el sector que más consume, seguido por el industrial y el doméstico. De allí la importancia de ser racional y eficiente en su uso.

Frente a esto, especialistas del INTA subrayan la importancia de gestionar el agua para aumentar la eficiencia y la productividad de los sistemas, y brindan una serie de estrategias y pautas de manejo del agua en escenarios contrastantes.

“Entre el 70 y el 80 por ciento de la productividad en el sector agropecuario depende del agua”, subrayó Cristian Álvarez –especialista en gestión del agua en agricultura del INTA General Pico, La Pampa–. En esta misma línea, Fernando Salvagiotti -referente en manejo de sistemas y ecofisiología de cultivos del INTA- recalcó: “El agua es el eje central de nuestra producción”.

Para Salvagiotti es “trascendental” que “el manejo de los sistemas de producción apunte a mejorar la gestión del agua” porque “la mayor parte de la producción de los cultivos extensivos en la Argentina es en secano”. Y agregó: “El manejo del agua es el factor principal limitante de toda producción agropecuaria”.

En esta misma línea, Álvarez no dudó en asegurar que, por tratarse de un recurso indispensable para todas las producciones, es “fundamental” mejorar la capacidad de captación y almacenaje de agua en los suelos, así como revisar las prácticas de manejo de los cultivos, tales como rotaciones, fecha y densidad de siembra, coberturas y fertilización para incrementar la eficiencia en el uso de agua global.

Es que, según detalló, “entre el 50 y el 75 por ciento de las precipitaciones anuales retorna a la atmósfera sin pasar por un proceso productivo. Esto es un claro ejemplo de la baja eficiencia en el uso del agua”. En esta línea, Álvarez destacó: “Es importante entender que el agua no es un factor único, sino que interactúa con otros factores de la producción y está directamente ligado al manejo que se realice del suelo y los cultivos, herramientas que potenciarán la productividad y el comercio de granos y carnes, leches y otros derivados a nivel nacional e internacional”.

Cultivos de cobertura: una estrategia, muchos beneficios

“Es una de las herramientas más importantes para disminuir el impacto negativo de la falta de coberturas en el invierno y que pueden contribuir a incrementar la captación del agua y mejorar la distribución de agua en el perfil del suelo”, aseguró Álvarez quien, también, reconoció que “incrementan la eficiencia en comparación con barbechos sin cobertura e impulsa una mayor biodisponibilidad, aún en zonas con alto estrés hídrico”.

Según explicó, mantener el suelo cubierto con cultivos es “estratégico” para mejorar la capacidad de captación y cosecha de agua, en especial, en aquellas regiones con pendiente. Además, permite disminuir los efectos del tránsito frecuente en los sistemas de directa.

Estrategias ante escenarios contrastantes

El agua útil para los cultivos -describió Álvarez- es el resultado de las precipitaciones y de las características del suelo que determinan su capacidad para retener agua. Las prácticas de manejo a escala de sistema que mejoran la captación de agua del suelo (labranzas, rotaciones de cultivos, uso de cultivos de cobertura, sistema de labranza) afectaran la captura de agua, por lo que es importante saber, al momento de sembrar, cuál es el cultivo antecesor.

Por otra parte,  es importante conocer la profundidad efectiva de las raíces de los cultivos, que determinaran la capacidad de captura de agua de los mismos. Esta profundidad efectiva dependerá del cultivo, pero también de las impedancias físicas del suelo (sectores compactados, presencia de tosca, entre otros).

Otro factor que puede afectar la disponibilidad de agua son las napas freáticas. Estas varían en profundidad según la región y tienen un efecto positivo en la producción cuando se encuentran entre los 50 y 150 centímetros. Además, el ascenso de estas es variable como también la composición de sales de la misma.

“Mediante un análisis la profundidad de las napas se puede ordenar algunas secuencias de cultivos según el ambiente”, detalló Álvarez quien ponderó el “valor extra” que ofrecen las napas a la hora de diseñar las estrategias de manejo en el campo. “Para ser eficientes y mejorar la productividad es importante identificar las mejores combinaciones genotipo-ambiente-manejo”, puntualizó.

De acuerdo con el especialista en gestión en agua del INTA, “durante las últimas campañas se vienen registrando escenarios contrastantes, una problemática que requiere de un enfoque cada vez más ´sistémico´ y no solo disciplinario”. Para Álvarez es “clave” tener una nueva agenda técnica y científica orientada al logro de una mayor eficiencia en el uso del agua considerando no solamente los factores que afectan la productividad física, o sea los kilos por hectárea por milímetro (kg grano/forraje-mm de agua) sino también aquellos que inciden sobre la productividad económica de la misma, el ingreso económico por milímetro ($/mm).

Más de 30 años de monitoreo constante del agua edáfica en cada una de las estrategias a la siembra, en floración de los cultivos y a cosecha permitieron que en INTA podamos identificar las herramientas y estrategias más eficientes. “Para mejorar la productividad es clave considerar la siembra directa, las estrategias de fechas y densidad de siembra en los cultivos, el uso de coberturas y la nutrición de los cultivos”, destacó. Además, de caracterizaciones de los diferentes ambientes productivos- asociados a tipo de suelo, napa y sus características (profundidad y calidad) e interpretación de estos 3 niveles de abordajes para una mejor agronomía de campo y cuidado de los recursos.

Primicias Rurales

Fuente: INTA informa

Altas temperaturas y falta de lluvias podrían generar un fuerte declive en la cosecha de soja de la zona núcleo

Altas temperaturas y falta de lluvias podrían generar un fuerte declive en la cosecha de soja de la zona núcleo

Así lo advierte un reciente informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), que sostiene que, por primera vez, las condiciones climáticas a nivel regional están neutralizando por completo la influencia positiva de El Niño.

Rosario, viernes 2 febrero (PR/24) — Las altas temperaturas y la falta de lluvias podrían generar un fuerte declive en la cosecha de soja de la zona núcleo, según advirtió un reciente informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR).

“Por primera vez, las condiciones climáticas a nivel regional están neutralizando por completo la influencia positiva del fenómeno ‘El Niño’. Los pronósticos indican que la falta generalizada de lluvia persistirá durante la primera semana de febrero”, advirtió el documento, elaborado por la Guía Estratégica para el Agro (GEA) de la BCR.

Según explicó la BCR, por estos días en los que las temperaturas máximas alcanzan los 38°C, la soja de primera se encuentra en un momento crítico en su proceso de definición de rendimiento. Por ello se advierte que si en los próximos 15 días la situación no cambia, lo que actualmente afecta a los suelos de mala calidad se extenderá a los suelos buenos, y la cosecha sufrirá un fuerte declive.

“En tan solo siete días, el área con condiciones de cultivo de muy buenas a excelentes disminuyó del 90% al 65%, mientras que el 10% de los lotes se encuentra en condiciones regulares o malas”, planteó el informe.

Las altas temperaturas han tenido un impacto significativo en la soja de primera durante su fase más sensible. El 60% de la soja se encuentra en las etapas R4 y R5, en pleno llenado de granos, mientras que el resto está en la etapa R3, desarrollando vainas.

“La soja de primera estaba en buen estado hasta esta semana, cuando comenzaron las altas temperaturas y la falta de lluvia empezó a afectar a los lotes de calidad inferior. Esto se está observando en gran parte de la región núcleo, y la perspectiva de una cosecha exitosa se está desvaneciendo, especialmente en suelos de baja calidad, donde se registra estrés y pérdida de rendimiento. La condición de la soja de primera en la región núcleo ha sufrido un revés importante, pasando del 90% de condiciones muy buenas a excelentes de la semana pasada al 65% en la actualidad, con un 10% de los lotes en condiciones regulares o malas, algo que no se observaba hace una semana”, destacaron expertos en el informe de la entidad rosarina.

En este contexto hay dos factores que están poniendo muy nervioso al sector. Por un lado, como dicen en Marcos Juárez, “asusta el pronóstico de altas temperaturas y no tener lluvias importantes a la vista”. La otra cuestión tiene que ver con los márgenes. En la campaña anterior había costos de producción muy altos por alquileres e insumos. El ciclo 2023/24 sigue presionado por esos dos importantes ítems dentro de la estructura de costos, pero se le suma precios muy inferiores a los del año pasado.

La situación también afecta a los cultivos de maíz tardío y soja de segunda, que enfrentan condiciones preocupantes debido a la falta de lluvias y las temperaturas extremas. La sincronización floral en el maíz y las pérdidas de plantas en la soja son motivo de inquietud.

Con temperaturas máximas entre 35°C y 37°C y altas tasas de radiación, las reservas de agua en el suelo han disminuido en comparación con la semana anterior, y se han reportado condiciones de sequía en áreas aisladas del noreste y sureste de la región.

Primicias Rurales

Fuente: BCR

Hidratación durante el verano

Hidratación durante el verano

Por la Dra. Virginia Busnelli, (MN 110351), Médica especialista en nutrición con orientación en obesidad. Directora del Centro de Endocrinología y Nutrición CRENYF.

Buenos Aires, lunes 29 enero (PR/24) — ¡Somos agua! Alrededor del 60% de nuestro cuerpo está compuesto de agua, es por eso que en este momento del año donde las temperaturas son más altas y perdemos mucho líquido es importante hablar sobre hidratación.

Nuestro cuerpo posee muchos mecanismos para regular la hidratación en nuestro cuerpo, consumir agua nos ayuda a equilibrar la perdida causada por procesos normales como orinar, respirar y transpirar y nos asegura un nivel óptimo de hidratación, clave para un correcto funcionamiento metabólico y por ende para nuestro bienestar.

La deshidratación, por el contrario, hace que nuestro cuerpo no pueda funcionar con normalidad, complica numerosos procesos fisiológicos y puede acompañarse de síntomas como dolor de cabeza, falta de concentración, cansancio y hasta complicaciones cardiovasculares.

Cuánta agua necesitamos por día va a depender de muchas cosas… nuestra edad, condición de salud, nivel de actividad física, donde vivimos, tasa de sudoración y más. Es por eso que la recomendación general de consumir 2 litros de agua al día puede variar, pero es una buena forma de guiarnos.

Te dejo algunas recomendaciones para ser responsables con nuestra hidratación en el verano:

  • Cuando tengas sed el cuerpo te pide AGUA, no quieras hidratarte con bebidas azucaradas, jugos y menos que menos alcohol. Intentemos darle al cuerpo lo que necesita, estas otras bebidas nos suelen aportar mucha azúcar y en el caso de alcohol una sustancia toxica que colabora con la deshidratación.

  • La SED es nuestro radar más importante, nos avisa que necesitamos hidratarnos, pero a veces la rutina, el trabajo y la falta de conexión con nuestro cuerpo nos lleva a que escucharlo sea tarea difícil o a veces, cuando me di cuenta, ya tengo mucha sed y estoy muy deshidratado. No Hace falta que esperen siempre a tener sed para tomar agua.

  • Si bien la cantidad de agua que necesitamos es diferente para cada persona acercarnos a los 2 LITROS es una buena decisión. Te recomiendo buscar alternativas para poder medir y recordar tu consumo. Puede ser un registro de cuantos vasos vas tomando, moverte con una botella, descargarte una app en el teléfono…

  • Parece un detalle, pero INICIAR EL DIA CON AGUA, antes de ingerir cualquier tipo de alimento, es clave para reponer perdidas de líquidos y empezar el día de la mejor manera. A su vez te recomiendo tomar un vaso de agua antes de las cuatro comidas, con esta práctica ya te aseguras consumir una gran cantidad del agua que necesitas.

  • Hay muchos alimentos que nos ayudan a estar hidratados durante el día: agregá muchas FRUTAS Y VERDURAS en tus comidas y si varias en colores mucho mejor.

  • Ojo con las horas más calurosas del día, intenta no salir a hacer actividad física o exponerse al calor en estos momentos, si lo haces compensalo con ¡MÁS HIDRATACIÓN!

En la búsqueda del bienestar una correcta hidratación es sumamente importante, seamos responsables durante estos días de calor y ¡TOMEMOS AGUA!

Imagen: Freepik.es

Fuente: Eikasía Comunicación Corporativa

Invertir en infraestructura, clave para una gestión de agua eficiente

Invertir en infraestructura, clave para una gestión de agua eficiente

Buenos Aires, miércoles 20 diciembre (PR/23) — Los pronósticos climáticos para el verano proyectan un panorama de precipitaciones y temperaturas superiores a las normales en el norte de Santa Fe y la región del NEA. Frente a este panorama, desde el INTA Reconquista destacan la necesidad de invertir en la infraestructura necesaria para el buen funcionamiento de los sistemas de captación, almacenamiento y distribución de agua. Las claves para aprovechar al máximo la situación climática favorable y asegurar este recurso tan escaso.

La problemática del acceso al agua es una realidad en poblaciones rurales ubicadas en la mayoría de las zonas semiáridas de llanura del país. En especial, en la región de la llanura centro norte del país -este de Salta y Santiago del Estero, y centro y oeste de Formosa, Chaco y Santa Fe- que recibe entre 400 a 900 milímetros de precipitación media anual. Se trata de 25 millones de hectáreas que concentran menos de 0,02 habitante por km2 y cuyas condiciones socioeconómicas son desfavorables, principalmente, por la falta de acceso al agua.

Las precipitaciones registradas desde octubre confirman la llegada del fenómeno climático El Niño, lo que implica la probabilidad de ocurrencia de lluvias por encima del promedio histórico a escala regional. En consecuencia, se espera una recuperación progresiva en la recarga de los acuíferos, el llenado de represas y la recuperación de los aljibes. Frente a este pronóstico, desde el INTA Reconquista, Santa Fe, destacan la importancia del buen mantenimiento de los sistemas de captación, almacenamiento y distribución de agua para garantizar su disponibilidad para consumo humano, producción ganadera y la agricultura.

Para Mario Basán Nickisch –especialista del INTA Reconquista, Santa Fe–, “con sustentabilidad y eficiencia se puede realizar una utilización racional de los recursos naturales” y, en este sentido, ponderó la divulgación de tecnologías apropiadas para un uso eficiente de agua en ambientes rurales, en contexto donde aseguró que “el 75% del país es semiárido a seco y el mayor condicionante que tenemos es obtener agua subterránea de calidad y a una profundidad adecuada para el bombeo”.

Una alternativa sustentable es manejar correctamente el agua de lluvia para el consumo humano. Eso significa garantizar la cantidad necesaria almacenándola limpia y conservándola de esa manera hasta su tratamiento microbiológico con tecnologías blandas para que el agua sea segura para la ingesta de las personas.

En este sentido, Basán Nickisch, propone utilizar los sistemas de captación de agua de lluvia (SCALL) en lugares donde el agua subterránea o superficial tienen exceso de sales o elementos tóxicos como el Arsénico. “Si pensamos en agua para consumo humano, y la disponibilidad de agua, subterránea o superficial, no es de calidad, una alternativa válida es implementar los Sistemas de Captación de Agua de Lluvia. Excepto donde llueve escasos milímetros o nada. Allí es válido pensar en destiladores solares, ya probados por INTA”, señaló.

En los sistemas SCALL, el agua es captada a nivel de techos de instalaciones edilicias mediante canaletas y tubos que la guían a un tanque o cisterna, pasando antes por un filtro que retiene los elementos que condicionan su adecuado almacenamiento que la limpia. Para garantizar su correcto uso, debe estar en óptimas condiciones antes de las precipitaciones. “Con los pronósticos de lluvias a corto plazo, eso no es complicado. Todas las partes deben tener un correcto mantenimiento, y las canaletas, filtros y depósitos deben estar limpios”, aconsejó Basán Nickisch.

Con tratamientos adecuados, con tecnologías blandas, el agua es segura para el consumo humano: “con el agua almacenada limpia, hay que realizar los tratamientos microbiológicos propuestos por INTA: Hervido del agua, dosificación con lavandina o tratamiento de rayos ultravioletas del sol (SODIS)”. Cualquiera de estos tratamientos está probado por el INTA y garantizan el consumo de agua segura para las personas. Debemos tener en cuenta los parámetros del Código Alimentario Argentino, que garanticen agua segura para el consumo, es decir, que las personas puedan consumirla sin riesgo de enfermarse.

Y agregó: “Hablar de acceso al agua significa hacer referencia a perforaciones, pozos calzados, represas, aljibes, lo cual debe ir acompañado de controles de calidad química y microbiológica, para garantizar agua de calidad durante todo el año para los diferentes usos”.

Eso se complementa con mecanismos de bombeo, que siempre alentamos a que se hagan con energías renovables, sin descartar los convencionales, donde los molinos de viento y las bombas con energía solar están probados y adaptados sus usos”.

En todos los sistemas, para consumo humano, agrícola o ganadero, contar con depósitos nos garantiza tener reservas de agua para contrarrestar días sin viento, poca radiación solar o desperfectos mecánicos en los mecanismos de extracción.

Para el uso en ganadería y agricultura, el profesional del INTA Reconquista remarcó la importancia de “cosechar agua de lluvia de manera eficiente y almacenarla ya sea en superficie o en profundidad recargando acuíferos”. Esto es considerado por el técnico como una “estrategia superadora”, incluso cuando el agua subterránea esté condicionada en calidad por el exceso de sales o elementos tóxicos para ser usada de manera directa, proponiendo una mezcla apropiada para potenciar el volumen y la calidad del agua final lograda.

La calidad de agua para la producción animal fundamentalmente dependerá de saber qué tipo de animales van a abrevar. Hay tablas orientativas para determinar parámetros óptimos de producción basados en las sales totales, cloruro de sodio, sulfatos y magnesio.

En el caso de que el agua de lluvia sea deficiente en sales para ganadería y se desea usarla directamente, Basán Nickisch aconsejó consultar con un veterinario para saber si se debe suplementar con Fósforo, Selenio, Cobre y/o Cloruro de Sodio. Y, a su vez, será conveniente que el veterinario consulte a un agrónomo acerca del aporte de minerales que proporcionan las pasturas o dieta que tengan los animales, para evaluar si realmente es necesario realizar la suplementación con minerales, de qué tipo y en qué dosis.

Para su uso en riegos, se deben seguir las recomendaciones actuales de la FAO y del RIVERSIDE. Fundamentalmente, tener en cuenta la conductividad eléctrica del agua, el calcio, magnesio, sodio, la conductividad eléctrica del suelo, el tipo de cultivo y el tipo de riego que se piensa utilizar.

Desde INTA siempre se propone el uso sustentable y eficiente de los recursos naturales y, en este caso, del uso de los recursos hídricos, planificando su uso y las inversiones a corto, mediano y largo plazo.

Todo lo expresado permite la disponibilidad de alternativas de acceso al agua a nivel predial para las diferentes demandas, teniendo en cuenta los ambientes, con eficiencia productiva, respetando los ecosistemas.

Primicias Rurales

Fuente: INTA Informa

Cómo maximizar el uso del agua para una producción agrícola sostenible

Cómo maximizar el uso del agua para una producción agrícola sostenible

Buenos Aires, 18 de octubre (PR/23) .-En el mundo que se viene hacer un uso eficiente del agua será fundamental no solo para la agricultura, sino también para la continuidad de la vida de todos los seres que habitan el planeta. Por esto, en distintas regiones de la Argentina, especialistas del INTA se enfocan en el desarrollo y en la evaluación de diferentes estrategias de riego que permitan ahorrar la mayor cantidad posible de agua para minimizar el impacto sobre la productividad de los olivos y los nogales en Mendoza y San Juan y los perales en los valles irrigados de la Norpatagonia.

El cambio en el clima transformó el régimen de precipitaciones y de temperaturas a escala global y la Argentina no es ajena a esta situación. En este punto, el problema es que, en el campo, la actividad vinculada con la producción de alimentos tiene una fuerte dependencia del clima, más específicamente del agua –que muchas veces proviene de las lluvias de la nieve o de los deshielos– y de las temperaturas, entre otras variables. Debido a que los cambios que se sucedan en el clima afectan de diversas formas y con diferentes magnitudes al sector agropecuario, un equipo de investigación del INTA se enfoca en estudiar cómo continuar produciendo frutas de calidad –tanto en el semiárido centro-oeste argentino y en los valles irrigados de la Norpatagonia– con la menor cantidad de agua posible, sin resignar producción y calidad.

Para eso, es necesario entender el rol del agua y los mecanismos que utilizan las plantas para reconfigurarse –frente a la falta o el exceso– y seguir produciendo frutos. Y a eso mismo se dedica Pierluigi Pierantozzi –especialista en ecofisiología de frutos oleaginosos, principalmente olivos, del INTA San Juan– quien explicó que “el agua es un elemento esencial para la producción de frutas debido a que proporciona un medio para la absorción y el transporte de nutrientes a los tejidos. Además, el agua también mantiene la temperatura de la planta, evitando que los órganos se sobrecalienten, ayuda a regular la cantidad de oxígeno disponible en la planta, mantiene la turgencia de los tejidos, permite el crecimiento e interviene en numerosos procesos metabólicos fundamentales, como la fotosíntesis, reduciendo el estrés de la planta y evitando el daño por sequía”.

El clima siempre fue un factor de riesgo para la producción agrícola y, en este contexto, la contingencia por la escasez en las precipitaciones –que acumulan tres años consecutivos– se ve incrementada. En este punto, la clave para el sector estará en implementar las prácticas necesarias para adaptarse y no quedar en el intento. Por esto, Pierantozzi y su equipo, desde hace quince años, se dedican a estudiar cómo ahorrar una cantidad considerable de agua de riego sin afectar la productividad de los olivos y la calidad de su aceite.

“En las regiones áridas y semiáridas de Argentina, donde se encuentran las principales áreas productoras de aceitunas, la evapotranspiración es alta y las precipitaciones son mínimas, además de estar concentradas en el periodo estival. Contrariamente a lo que sucede en la región mediterránea donde en el periodo de invierno y primavera no es necesario el riego a causa de las lluvias invernales”, señaló Pierantozzi.

Un estudio realizado en 2012 demostró que un estrés en la fase de prefloración-floración en olivos genera respuestas bioquímico-fisiológicas a nivel foliar (hojas) que pueden interpretarse como mecanismos de adaptación de la planta al déficit hídrico. “El estrés hídrico se asoció con un aumento de la peroxidación de lípidos y una disminución de los niveles de pigmentos fotosintéticos, conductancia estomática y fotosíntesis. Durante el primer año de cultivo analizado, se observó una disminución significativa en el cuajado y el rendimiento de frutos en los tratamientos bajo privación de agua. Además, todos los tratamientos evaluados mostraron fuertes caídas en los parámetros de fructificación y rendimiento durante el segundo año de cosecha”, detalló el investigador del INTA San Juan.

Estos estudios determinaron que un cupo de riego al 50 % de lo necesitado por la planta, según calculo teórico o evapotranspiración del cultivo (ETc), puede ser suficiente para mantener un potencial hídrico adecuado de las plantas durante los meses de invierno más fríos. Sin embargo, se necesitan tasas de riego del 75 % ETc o del 100 % ETc a mediados de agosto (aproximadamente 2 meses antes de la floración) para evitar los efectos perjudiciales del estrés hídrico sobre los parámetros bioquímicos-fisiológicos y de rendimiento de los olivos cultivados en el semiárido del centro-oeste argentino.

“En contraposición a esto, una restricción hídrica controlada en primavera, además de ahorrar una importante cantidad de agua de riego, tuvo impactos muy pequeños en la fruta y en el rendimiento del aceite en el cultivar Genovesa, en plantaciones intensivas cosechadas con máquinas cabalgantes”, afirmó Pierantozzi quien citó un estudio realizado por su grupo en 2019: “El éxito de la aplicación de estrategias de riego deficitario controlado (RDC) se basa en la reducción de aportes de agua en aquellos periodos fenológicos donde la producción y la calidad de la cosecha no se ven afectadas sensiblemente, cubriendo plenamente la demanda durante el resto del ciclo del cultivo”.

De esta manera, la aplicación de RDC requiere conocer el comportamiento del cultivo a dosis subóptimas de agua aplicada para cada una de las etapas fenológicas del mismo y depende, además, del tipo y profundidad de suelo, del modelo de plantación, del destino comercial de la fruta.

“Lo importante es saber que podemos ahorrar una considerable cantidad de agua (y energía) en los olivares, aplicando déficit hídrico controlado en cualquier modelo de producción y con cualquier sistema de riego. Solo hace falta medir, controlar y probar in situ, evitando en lo posible los periodos críticos que impliquen una fuerte reducción de la producción”, declaró Pierantozzi.

A la par, Eduardo Trentacoste –especialista en ecofisiología de frutales del INTA La Consulta, Mendoza– estudia en colaboración con Adriana Banco y Facundo Calderón del INTA Junín, Mendoza, los efectos de aplicar riego deficitario controlado durante la etapa de crecimiento vegetativo en olivares (cv. Arbosana) superintensivos manejados con poda mecánica.

“En olivares superintensivos (más de 1000 árboles por hectárea) y formados en setos es necesario controlar el vigor vegetativo para facilitar el acceso de la maquinaria de cosecha. Esto resulta clave en muchos de los ambientes donde se implantaron olivares en Argentina, donde las condiciones ambientales (suelo, temperatura y radiación) favorecen un crecimiento excesivo de los árboles”, indicó Trentacoste y explicó que “en un olivar manejado con poda mecánica lateral, se estudiaron tres niveles de riego aplicados durante el periodo de primavera, cuando se concentra gran parte del crecimiento vegetativo”.

Los ensayos se realizaron durante tres campañas y los regímenes de riego evaluados consistieron en aplicar 100 %, 70 % y 45 % de las necesidades óptimas del cultivo calculada como evapotraspiración de cultivo (ETc) durante el periodo de crecimiento de brotes (de agosto a enero). A partir de enero y hasta la cosecha, que fue realizada en mayo, los tres tratamientos recibieron la misma cantidad de agua de riego. La poda del olivar se realiza mecánicamente, donde un año es podado de forma intensiva una de las caras del seto y al año siguiente se poda la otra cara.

Resultados preliminares demostraron que los tratamientos que recibieron durante primavera riego del 70 % y 45 % ETc fueron 174 % y 146 %, respectivamente, más productivos que el tratamiento control regado al 100 % ETc, donde los lados podados mostraron un vigor excesivo con menor inducción de botones florales en las siguientes temporadas. Los tratamientos con riego deficitario de primavera también tuvieron como ventaja que el tamaño de las aceitunas y la acumulación de aceite fueron mayores, debido a que el menor crecimiento de los brotes favoreció la mayor iluminación de las hojas y aceitunas.

En comparación con el tratamiento control, los tratamientos con déficit hídrico de 70 % y de 45 % durante la primavera permitieron ahorros de agua al final de la campaña del 17 % y 35 %, respectivamente.

 Nogales: pautas para producir con una mejor distribución del agua

El agua es importante para la floración de las plantas, lo que a su vez permite asegurar una buena producción de frutas. Frente a un contexto en el que las modificaciones en los patrones de lluvias y en las temperaturas sufrieron grandes modificaciones durante los últimos años, estudiar cómo hacer un uso eficiente del recurso hídrico es fundamental.

Por esto, “el manejo del riego es prioritario para la agricultura en zonas donde las precipitaciones son escasas o insuficientes”, indicó Claudio Giardina, especialista en tecnologías de riego del INTA Rama Caída –Mendoza–, y agregó: “Para regar con una adecuada eficiencia, y asegurar un buen rendimiento del monte frutal, es necesaria una correcta elección del método de riego para evitar periodos de déficit hídrico”.

Giardina estudia cómo elegir la mejor estrategia de riego para el cultivo del nogal. En este sentido, explicó que “el nogal en Argentina incrementó su superficie cultivada en las últimas dos décadas gracias a la incorporación de nuevas tecnologías, entre ellas métodos de riego presurizado”. De todos modos, esa tecnificación no siempre significó un incremento de la producción, sobre todo en suelos poco profundos o de escasa capacidad de retención hídrica, que pueden limitar la expansión radical.

En el semiárido centro-oeste argentino el agua es el factor más limitante y el costo de cada unidad de agua aplicada pesa en la eficiencia económica del cultivo. “Por lo que es necesario aumentar al máximo la eficiencia”, subrayó el especialista del INTA quien se propuso evaluar cómo el cultivo utiliza el agua de riego para su crecimiento. Así, mediante diferentes estrategias, aplicó igual volumen de agua de riego para lograr distintas superficies de suelos húmedos.

Así, se realizó un ensayo en un monte frutal del cultivar Chandler injertada sobre portainjerto Juglans hindsii con riego presurizado, en la localidad de Cuadro Benegas, San Rafael (Mendoza) para evaluar la respuesta de distintos parámetros, como crecimiento vegetativo (crecimiento y distribución de raíces, crecimiento del área de sección transversal del tronco, área foliar) y productivo (rendimiento y calidad de nueces) a la variación del volumen de suelo mojado (VSM).

“El estudio incluyó un tratamiento de 44 % de volumen de suelo mojado con doble línea de goteros por hilera de plantación; otro con 56 % de volumen de suelo mojado con cuádruple línea de goteros por hilera de plantación y un último con 42 % de volumen de suelo mojado a través de una línea de microaspersores por hilera de plantación”, detalló Giardina quien agregó que, como resultado, se observó que el segundo tratamiento –cuatro líneas de riego por hilera– aseguró un mejor crecimiento vegetativo, contribuyó a la expansión del sistema radical ocupando un mayor volumen de suelo y con más densidad de raíces, y permitió una mayor producción y de mejor calidad.

En el Alto Valle gestionan el agua para producir peras

En los valles irrigados de la Norpatagonia, el riego es una práctica imprescindible para el desarrollo de las áreas agrícolas. Sin embargo, la operación del sistema de riego es uno de los factores de recarga del acuífero freático, que registra niveles poco profundos en el inicio de la temporada productiva en casi el 40 % de la superficie total del Alto Valle. Como consecuencia, en los últimos años se detectaron problemas asociados, manejo del riego y del drenaje, consecuencia del ascenso paulatino del nivel freático.

Lucía Mañueco es investigadora del INTA Alto Valle –Río Negro– y se ocupa de estudiar el desempeño del riego gravitacional y la fluctuación de los niveles freáticos para hacer un uso más eficiente del agua y para evaluar tecnologías que permitan entender y satisfacer las necesidades hídricas de los cultivos.

En esa línea, Mañueco cuantificó la entrada de agua capilar a la zona de la raíz desde una napa freática poco profunda en diferentes cultivos frutales, con riego gravitacional y localizado.

“El Alto Valle de Río Negro y Neuquén es una zona frutícola intensiva que se encuentra bajo riego y debido a que la existencia de niveles freáticos poco profundos modifica el contenido de agua en el perfil del suelo, es importante estimar la cantidad de agua que asciende por capilaridad para mejorar la gestión del riego y permitir que el cultivo alcance su máximo rendimiento y desarrollo en condiciones sin estrés”, expresó Mañueco.

Con este estudio, “se demostró que el nivel freático superficial es un complemento al riego en el cultivo de pera Williams en las condiciones del Alto Valle”, indicó la investigadora del INTA quien advirtió que el aumento de humedad del suelo y la cuantificación de esa cantidad de agua deben considerarse en la programación del riego.

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