Buenos Aires, jueves 16 octubre (PR/25) — La carne vacuna argentina es un alimento de referencia para los profesionales de la nutrición y la salud. Así lo reveló una encuesta realizada en el marco del XXII Congreso Argentino de Nutrición, que se desarrolló del 3 al 5 de septiembre en Buenos Aires.
De acuerdo con el relevamiento, sobre 290 especialistas consultados, el 86% recomienda el consumo de carne vacuna como parte de una dieta equilibrada, balanceada y natural.
La carne vacuna argentina es un alimento de referencia para los profesionales de la nutrición y la salud. Así lo reveló una encuesta realizada en el marco del XXII Congreso Argentino de Nutrición, que se desarrolló del 3 al 5 de septiembre en Buenos Aires.
De acuerdo con el relevamiento, sobre 290 especialistas consultados, el 86% recomienda el consumo de carne vacuna como parte de una dieta equilibrada, balanceada y natural.
En cuanto a la relación de los pacientes con el consumo de carne, el 64,7% de los nutricionistas y profesionales de la salud aseguró que es positiva —es decir, que la consumen con frecuencia y sin cuestionamientos—, mientras que un 32,2% señaló una relación moderada, marcada restricciones. Solo un 3,1% describió un vínculo crítico, caracterizado por el rechazo o el no consumo habitual de la carne.
Consultados sobre el valor de este alimento en sus planes de abordaje nutricional, el 68,5% lo consideró esencial por su aporte de proteínas, hierro y micronutrientes. En el otro extremo, apenas un 5,9% opinó que debería limitarse, ya sea por razones de salud o de sustentabilidad.
La encuesta también mostró que menos del 10% de los pacientes de los profesionales no consume carne vacuna. Ante estos casos, más de la mitad de los especialistas (51,1%) explicó que suelen remarcar los beneficios nutricionales de este alimento.
Respecto de los motivos que influyen en quienes deciden no comer carne, los nutricionistas apuntaron principalmente a la influencia de las redes sociales (30,8%), a la información nutricional recibida (28,9%) y a los costos y la accesibilidad (32,4%).
El huevo es una fuente de amplia variedad de vitaminas, nutrientes y minerales.
En Argentina, el consumo alcanzó las 380 unidades por habitante, un récord histórico que posiciona al país como el segundo mayor consumidor de huevos a nivel global.
Buenos Aires, miércoles 8 de octubre (PR/25) .- El 10 de octubre se celebra el Día Mundial del Huevo, una oportunidad para destacar a este alimento tan cotidiano como extraordinario, presente en el desayuno familiar, en recetas caseras y en la gastronomía profesional. Más allá de su sencillez, el huevo se consolida como protagonista en nutrición, salud y producción sustentable.
Reconocido como uno de los alimentos más completos del mundo, su proteína se distingue por su calidad y fácil digestión, ya que aporta todos los aminoácidos esenciales que necesita el organismo. También contiene vitaminas A, B, D y E, minerales como fósforo, hierro y zinc, además de colina, un nutriente clave para la función cerebral y el sistema nervioso. Esta combinación lo convierte en un aliado de la salud en cada etapa de la vida, desde la infancia hasta la adultez mayor.
Su aporte energético también lo hace atractivo: un huevo mediano contiene entre 55 y 80 calorías, menos que una manzana o una taza de yogur descremado. Esa baja densidad calórica, combinada con más de seis gramos de proteína, lo vuelve una opción versátil en planes de control de peso y también en dietas deportivas. Además, investigaciones científicas confirman que su consumo diario no eleva los niveles de colesterol en sangre ni incrementa el riesgo cardiovascular. Sus antioxidantes naturales como la luteína y la zeaxantina están asociados con beneficios para la visión y la salud cerebral.
El huevo también tiene su rol central en la economía y en la producción nacional. En el primer semestre de 2025, el consumo alcanzó las 380 unidades por habitante, un récord histórico que posiciona a la Argentina como el segundo mayor consumidor de huevos a nivel global, detrás de México. La producción acompañó esa tendencia y llegó a 384 unidades per cápita, con más de 18.000 millones de huevos al año y exportaciones a más de 65 destinos. Con cerca de 60 millones de ponedoras y más de 30.000 empleos directos e indirectos distribuidos en 18 provincias, el sector avícola se consolida como un motor clave de la economía agroalimentaria, con facturación superior a los 2.200 millones de dólares.
“Argentina tiene la oportunidad de seguir liderando en consumo y producción de huevos si mantiene su compromiso con la innovación y la prevención sanitaria. Cada mejora en bienestar animal y en bioseguridad se traduce en un producto más seguro y de mayor calidad para los consumidores, y en una cadena avícola más sólida y competitiva para el país. Lo que sucede en la granja tendrá repercusión en el producto final, debido a que la salud animal, humana y ambiental están interconectadas”, destaca Eugenia Sanz, veterinaria y Directora de la Unidad de Negocios de Avicultura de MSD Salud Animal en Argentina.
De la granja a la cultura popular
Más allá de las cifras récord, el huevo guarda detalles curiosos y un fuerte arraigo cultural. El color de la cáscara —blanca o marrón— no altera su valor nutricional y depende solo de la genética de la gallina. Ocasionalmente aparecen ejemplares con dos yemas, sobre todo en aves jóvenes, un fenómeno que sigue despertando fascinación.
El huevo también ha trascendido en la cultura popular: fue protagonista de refranes, de investigaciones científicas y hasta de récords insólitos, como la famosa foto que en 2019 alcanzó más de 50 millones de “me gusta” en Instagram. En la cocina, su versatilidad lo convierte en un “ingrediente puente”: da textura, volumen y unión a múltiples preparaciones, siendo indispensable tanto en recetas caseras como en la alta gastronomía.
En este Día Mundial del Huevo, la celebración trasciende la cocina y alcanza a toda la cadena productiva. El crecimiento sostenido del consumo, la calidad del producto y el compromiso de la avicultura argentina confirman que se trata de un alimento esencial para la mesa de los argentinos y, al mismo tiempo, de un sector que aporta empleo, innovación y desarrollo en todo el país.
Acerca de MSD Salud Animal
A lo largo de más de un siglo, MSD, empresa biofarmacéutica líder en el mundo, ha desarrollado medicamentos y vacunas para una gran cantidad de enfermedades desafiantes a nivel mundial. MSD Salud Animal, una división de Merck & Co., Inc., Kenilworth, N.J., USA, es la unidad de negocio de salud animal global de MSD. A través de su compromiso con Science of Healthier Animals® “La Ciencia de los Animales Más Sanos”, MSD Salud Animal ofrece a Médicos Veterinarios, productores, propietarios de mascotas y gobiernos una gran cantidad de soluciones y servicios relacionados con productos farmacéuticos veterinarios, vacunas y manejo de la salud. MSD Salud Animal se dedica a preservar y mejorar la salud, el bienestar y el desempeño de los animales. La empresa invierte de forma intensiva en Investigación y Desarrollo, así como en una cadena de distribución moderna y global. MSD Salud Animal tiene presencia en más de 50 países y sus productos se encuentran disponibles en alrededor de 150 mercados. Para mayor información, favor de visitar la página https://www.msd-salud-animal.com.ar/ o establecer contacto con nosotros a través de las redesLinkedIn yInstagram .
Sobre ONE HEALTH
En sintonía con nuestra misión “La Ciencia de los Animales más Sanos”, MSD Salud Animal apoya la adopción de un enfoque “One Health” para mejorar la salud y el bienestar de los animales, las personas y el medio ambiente que nos rodea. Mediante la colaboración con las partes interesadas, la compañía trabaja para desarrollar nuevas estrategias, productos innovadores y soluciones tecnológicas para los principales desafíos sanitarios que afectan tanto a los animales como a las personas, incluyendo la resistencia antimicrobiana, las enfermedades zoonóticas y las enfermedades transmitidas por vectores, con el objetivo de garantizar un suministro de alimentos seguro y sostenible. Para más información, lee nuestro posicionamiento sobre One Health que se encuentra en msd-animal-health.com. Además, visita la página www.msd-salud-animal.com.ar o ponte en contacto con nosotros a través de nuestros canales de LinkedIn e Instagram
En una sociedad que vive en alerta, los estudios globales advierten que dormir ya no alcanza; la fatiga del siglo XXI es cognitiva, emocional y estructural
Preguntar “¿cómo estás?” se ha convertido en un trámite cotidiano con una respuesta repetida hasta el hartazgo: “cansado”DGLimages – Shutterstock
Buenos Aires, miércoles 8 octubre (PR/25) — En un mundo que premia la hiperproductividad y penaliza la pausa, el cansancio dejó de ser una excepción para convertirse en una constante silenciosa. Estudios globales y voces expertas advierten que dormir ya no alcanza: la fatiga del siglo XXI es cognitiva, emocional y estructural. Aprender a descansar se vuelve un acto de resistencia y un camino hacia una vida más consciente.
“No hay mayor pérdida de tiempo que dormir”, decía Thomas Edison, convencido de que las horas de descanso eran una interrupción innecesaria para la productividad. Más de un siglo después, el mundo parece haber tomado esa frase demasiado en serio. Preguntar “¿cómo estás?” se ha convertido en un trámite cotidiano con una respuesta repetida hasta el hartazgo: “cansado”.
Ese cansancio que parecía ser patrimonio exclusivo de padres recientes o estudiantes en época de exámenes, hoy se ha democratizado. Una reciente investigación sobre hábitos de bienestar de la consultora internacional Ipsos y el Global Institute for Wellbeing, reveló que más del 62% de las personas aseguran sentirse física o mentalmente agotadas al menos tres veces por semana.
Otro estudio, realizado por el Observatorio de Tendencias Sociales y Empresariales de la Universidad Siglo 21, identificó que el 47% de los trabajadores argentinos describen su nivel de energía como “bajo o muy bajo” en los últimos meses. Y entre los adolescentes, los últimos datos de UNICEF en conjunto con el Instituto Gino Germani señalan que casi 7 de cada 10 se sienten cansados incluso después de haber dormido más de siete horas. La sensación de fatiga ya no distingue edades ni estilos de vida: se ha convertido en un telón de fondo compartido. Lo manifiestan chicos de 8 años, adolescentes hiperestimulados, adultos jóvenes que no logran concentrarse, y abuelos que sienten que nunca desconectan. ¿Es real este agotamiento generalizado o se trata de una percepción alimentada por el vértigo de la vida moderna?
Para Adriana Martínez, psicóloga de la Fundación Aiglé, no hay una única causa: “Vivimos en una sociedad que nos demanda estar disponibles, actualizados, productivos y emocionalmente estables todo el tiempo. La frontera entre el trabajo y el descanso se volvió difusa”. Esa línea nos acompaña desde que abrimos los ojos hasta que los volvemos a cerrar, conectados a pantallas, alertas, chats, reuniones y exigencias. Dormimos menos, descansamos peor, vivimos en estado de alerta. Y el cuerpo, inevitablemente, se agota.
Un informe de la consultora internacional Ipsos y el Global Institute for Wellbeing, reveló que más del 62% de las personas aseguran sentirse agotadas al menos tres veces por semanaMaria Korneeva – Moment RF
Desde la medicina, Conrado Estol, neurólogo especializado en prevención vascular, lo dice con claridad: “Nuestros abuelos terminaban su día con un cuerpo agotado. Nosotros, con la mente agotada”. La sobrecarga ya no es física, sino cognitiva. Trabajamos sentados, sin movernos, pero resueltos a recordar contraseñas, gestionar vínculos, comparar decisiones, resolver problemas. Y todo eso ocurre con la atención fragmentada por el multitasking. “Nos agotamos sin alcanzar una sensación de logro”, señala Estol. Y como si no bastara con eso, también convivimos con una cultura de exigencia constante que impone la perfección como estándar y la autoexigencia como virtud.
Los estudios lo confirman. Desde la Universidad de California, Matthew Walker, neurobiólogo, demostró que el sueño inadecuado desconecta la corteza prefrontal del sistema límbico, alterando la capacidad de regulación emocional. “El sueño debería considerarse un pilar de la salud al mismo nivel que la nutrición y el ejercicio físico”, insiste Walker. Dormir mal no sólo genera cansancio físico. También nos hace más reactivos, más ansiosos, más propensos al mal humor y a los conflictos interpersonales.
Una ovejita, dos ovejitas
Pero no se trata sólo de dormir más. Satchin Panda, investigador del Salk Institute, explica que la calidad del descanso depende también de su sincronización con los ritmos circadianos: “la mayoría de las personas ya no duerme cuando su cuerpo lo necesita, sino cuando pueden. Esa desconexión se paga con fatiga crónica”. Su investigación demostró que incluso quienes duermen ocho horas pueden sentirse agotados si esas horas están desalineadas con su reloj interno. Esta desconexión muchas veces está impulsada por las rutinas laborales impuestas y la hiperconectividad que trastorna la percepción del tiempo.
Esa desincronización también impacta en los más chicos. Lucía Argibay Molina, psicóloga, describe una escena recurrente en su consultorio: “los chicos van a colegios con jornada extendida, se acuestan tarde, duermen con la tele o el celular encendido. Están apáticos, irritables, se pelean con sus compañeros, se duermen en clase”. La sobrecarga de actividades, la falta de rutinas claras y el insomnio tecnológico hacen que hasta los niños vivan en estado de fatiga. Jonathan Haidt, en su libro La generación ansiosa, advierte que los smartphones han intensificado las luchas nocturnas por dormir: “el sueño es vital para rendir bien en la escuela y en la vida. Se ponen más irritables y ansiosos, lo que hace que sus relaciones se resientan”.
La ciencia empieza a delinear nuevos parámetros sobre el descanso. Ya no basta con medir cuántas horas dormimos. “La duración del sueño ya no es el único indicador relevante. Hoy priorizamos la regularidad, la continuidad y la sincronización con los ritmos circadianos”, detalla Walker. Till Roenneberg, cronobiólogo de la Universidad de Múnich, refuerza esta idea: “el sueño socialmente forzado es una forma de violencia biológica cotidiana que no percibimos porque está normalizada”. Este jetlag social, como lo llama Roenneberg, genera malestar incluso entre quienes creen haber descansado lo suficiente.
La calidad del descanso depende también de su sincronización con los ritmos circadianosLjupco Smokovski – Shutterstock
Aun así, muchos aseguran sentirse agotados incluso después de haber dormido lo suficiente. ¿Qué está pasando? Andrew Huberman, neurocientífico de Stanford, ofrece una pista: “La fatiga moderna no siempre es física ni hormonal. Es un estado cognitivo de saturación constante por falta de pausas deliberadas”. Su equipo descubrió que los estados de reposo no dormido (momentos sin estímulos visuales o tareas) mejoran la plasticidad cerebral. “El descanso cerebral requiere espacios de baja demanda sensorial”, subraya. Sin estos momentos de vacío mental, sin recreo, el cerebro colapsa, aunque el cuerpo esté quieto.
Sara Mednick, especialista en sueño de la Universidad de California, habla de “microdescansos estratégicos” y sostiene que las siestas breves, incluso de 10 minutos, producen beneficios inmediatos en la atención sostenida y el control emocional. Para ella, “el burnout ya no es exclusivo del trabajo: aparece por la presión permanente de tener que funcionar y rendir en todo momento”. Por eso, propone incorporar pequeñas pausas conscientes como parte de la higiene mental. No se trata de dormir más, sino de descansar mejor.
En ese mismo sentido, Facundo Pereyra, gastroenterólogo y autor del libro Agotados, añade una capa más: la biológica. “Hoy nos exigimos rendir 24/7, consumir información sin pausa, comer en piloto automático. Y para colmo, nuestra salud intestinal está cada vez más frágil. ¿Cómo no vamos a estar agotados?”. Para él, el cansancio también es inflamación, desregulación, una microbiota en crisis. “Nos cansamos con el alma, con la cabeza, con el celular en la mano”. Según su enfoque, el intestino inflamado y las dietas ultraprocesadas crean un entorno interno tóxico que simula la misma fatiga de una gripe permanente.
Rocío Ramos Paul, psicóloga, lo resume así: “Nos hemos montado en una rueda que es difícil romper. Cuantas más actividades tenemos, más cansancio nos supone. Pero la exigencia nos hace que aumentemos las actividades en vez de frenarlas”. Propone un ejercicio simple, pero revolucionario: parar, elegir y entender que no pasa nada por dejar de hacer algunas cosas o no hacerlas perfectas. Leer un libro sin apuro, dejar una tarea sin terminar, decir que no. Dormir antes. Apagar más. Y, sobre todo, recuperar la libertad de no tener que estar siempre haciendo algo.
Que duermas con los angelitos
Eve Van Cauter, especialista en medicina del sueño de la Universidad de Chicago, pone el foco en las consecuencias metabólicas del agotamiento: “La privación de sueño sostenida altera los niveles hormonales, disminuye la inmunidad y aumenta el riesgo de enfermedades metabólicas”. Para Van Cauter, el sueño no es un lujo ni una concesión: “Es un proceso fisiológico esencial para reparar cuerpo y mente. Sin él, el sistema se desregula por completo”.
La privación de sueño sostenida altera los niveles hormonales, disminuye la inmunidad y aumenta el riesgo de enfermedades metabólicasSouth_agency – E+
A esto se suma la dimensión más silenciosa y creciente: la fatiga hiperconectada. El equipo del psicólogo Michael Bennett, de la Universidad de Nueva York, publicó una investigación sobre adultos jóvenes que duermen lo suficiente, pero reportan sentirse exhaustos. La conclusión fue contundente: “La hiperconectividad perpetúa una sensación de exigencia permanente que el sueño nocturno, por sí solo, no puede reparar”. El cansancio, entonces, ya no responde únicamente a la falta de sueño, sino a un sistema de vida que no permite desconexión.
Los datos objetivos y las voces clínicas coinciden. Pero también existe el plano más subjetivo. El cansancio como lenguaje, como síntoma. “Cuando alguien te dice ‘estoy cansado’, no siempre se refiere al sueño. Muchas veces está hablando de una fatiga emocional crónica que no se resuelve durmiendo más”, dice Panda. Lo confirma un estudio liderado por Aric A Prathe de la Universidad de California: “La fatiga autoinformada fue un predictor más fiable del bajo rendimiento cognitivo diario que la duración del sueño”. Es decir: sentirnos cansados tiene efectos reales, aunque hayamos dormido bien.
Esa percepción también impacta sobre el modo en que transitamos el día. Según David Dinges, especialista en sueño de la Universidad de Pennsylvania, “la capacidad de adaptación emocional ante situaciones adversas disminuye con cada día de restricción de sueño”. Dormir poco afecta la memoria, el juicio y la tolerancia al estrés. Pero además, vivir cansados nos vuelve más irritables, más ansiosos, menos empáticos.
Aun cuando se duerme, no se descansa. Una investigación de los CDC de los Estados Unidos y la Universidad de Harvard señala que los trabajadores con horarios rotativos duermen hasta 1,5 horas menos por día que aquellos con rutinas fijas. “La incertidumbre horaria es un factor estructural que impide el descanso regular y perpetúa la privación de sueño”, advierte el informe. A esto se suma el peso invisible de la hiperconectividad, que nunca deja que la mente baje la guardia. Como explica Prather: “el estrés cotidiano interfiere con el sueño mucho más de lo que creemos. No es sólo que dormimos menos, sino que lo hacemos peor porque llevamos el día a la cama”.
¿Qué hacer frente a este agotamiento estructural? Para Martínez, el primer paso es resignificar el cansancio. “Es un lenguaje. Puede ser la señal de que estamos desconectados de nuestros deseos, de nuestros ritmos, o incluso de nuestros vínculos”. Escuchar ese síntoma, respetarlo, habilitarlo, es tal vez la nueva forma de autocuidado. Una forma de resistencia en un mundo que no para.
No es que seamos más frágiles. Tal vez, como sugiere Estol, somos más autoexigentes, más hiperconectados y menos capaces de permitirnos una pausa real. Porque el verdadero cansancio del siglo XXI no es el del cuerpo, sino el del alma. Y ese, no se duerme: se abraza, se entiende, y se transforma. Hacer espacio para detenerse, para no responder, para no estar disponible, para simplemente no hacer. Volver a los rituales del silencio, al descanso como derecho y no como lujo. Descansar ya no es una debilidad. Es una declaración de principios: decirle que no a una cultura que glorifica la actividad constante, el rendimiento sin pausas, la conectividad perpetua.
¿Qué hacer frente a este agotamiento estructural? Para Martínez, el primer paso es resignificar el cansancioiStock
10 recomendaciones
“Intentá respetar una rutina de sueño constante, incluso los fines de semana. La regularidad es tan importante como la cantidad de horas dormidas”, sugiere Matthew Walker.
“Ajustá los horarios de descanso a tu cronotipo. Dormir en contra de tu ritmo biológico agota más que dormir poco”, indica Satchin Panda.
“Buscá momentos de reposo sin estímulos visuales, aunque no duermas. El descanso sin pantallas también repara”, suma Andrew Huberman.
“Incorporá siestas breves de 10 a 20 minutos. Funcionan como reinicios mentales sin necesidad de llegar al sueño profundo”, aporta Sara Mednick.
“Evitá el multitasking: hacer muchas tareas a la vez disminuye la efectividad y agota tu capacidad de atención”, advierte Conrado Estol.
“Escuchá lo que tu cuerpo y tu mente necesitan. El cansancio es una señal, no una falla”, agrega Adriana Martínez.
“No llenes todos los espacios vacíos del día. El aburrimiento también tiene valor regenerativo”, afirma Rocío Ramos Paul.
“Cuidá tu alimentación. Un intestino inflamado puede generar una fatiga persistente que no se resuelve durmiendo”, agrega Facundo Pereyra.
“Limitá la exposición a pantallas al menos una hora antes de dormir. La luz azul retrasa la producción de melatonina”, anuncia Eve Van Cauter, Universidad de Chicago.
“Recordá: descansar es un acto de salud, no de pereza. La pausa también es productiva”, sentencia Aric Prather.
La asamblea del premio anunció los nombres de los científicos, tres por cada disciplina, que recibirán el codiciado galardón el 10 de diciembre. El de Química se dio a conocer este martes
Buenos Aires, miércoles 8 octubre (PR/25) — En el habitual clima de expectación, en estos primeros días del otoño europeo, la Academia Sueca anuncia los nombres de los galardonados con el Premio Nobel en las distintas materias. El 6 de octubre, desde el Karolinska Institutet de Estocolmo, el anuncio relativo a la Medicina.
Los galardonados fueron Mary E. Brunkow, Fred Ramsdell y Shimon Sakaguchi por sus investigaciones sobre el sistema inmunitario. En Física, los galardonados son John Clarke, Michel H. Devoret y John M. Martinis, porque sus experimentos en un chip revelaron la física cuántica en acción.
Las células que regulan el sistema inmunitario
Mary E. Brunkow es inmunóloga del Institute for Systems Biology, Fred Ramsdell trabaja en Sonoma Biotherapeutics (San Francisco, EE.UU.) y Shimon Sakaguchi está en la Universidad de Osaka (Japón). «Sus descubrimientos han sido decisivos para comprender cómo funciona el sistema inmunitario y por qué no todos desarrollamos enfermedades autoinmunes graves», declaró Olle Kämpe, presidente del Comité Nobel. Sakaguchi, en 1995, demostró que el sistema inmunitario es complejo e identificó una clase de células inmunitarias desconocidas hasta entonces, las T-reg, que protegen al organismo contra las enfermedades autoinmunes.
El gen Foxp3
Mary Brunkow y Fred Ramsdell hicieron otro descubrimiento fundamental en 2001, cuando presentaron una explicación de por qué una cepa específica de ratones era especialmente vulnerable a las enfermedades autoinmunes. Llegaron a la conclusión de que los ratones tenían una mutación en un gen que denominaron Foxp3. También demostraron que las mutaciones en el equivalente humano de este gen causan una grave enfermedad autoinmune, el IPEX.
Posibles aplicaciones
Al vincular ambos descubrimientos, los tres científicos, según explica la Academia Sueca, han puesto en marcha el campo de la tolerancia periférica, estimulando el desarrollo de tratamientos médicos para el cáncer y las enfermedades autoinmunes. Esto también podría conducir a trasplantes más eficaces. Muchos de estos tratamientos se encuentran actualmente en fase de ensayo clínico.
El mundo infinitamente pequeño
John Clarke es un científico adscrito a la Universidad de California en Berkeley, John M. Martinis y Michel H. Devoret a la de Santa Bárbara y este último también a la Universidad de Yale en New Haven. La Real Academia Sueca de las Ciencias decidió premiarlos «por su descubrimiento del efecto túnel cuántico macroscópico y la cuantificación de la energía en un circuito eléctrico».
Para entenderlo mejor: una cuestión fundamental en física es el tamaño máximo de un sistema que puede demostrar los efectos de la mecánica cuántica, es decir, esa rama de la física que estudia los sistemas a escala atómica y subatómica, donde ya no se aplican las leyes de la física clásica.
Los ganadores del Premio Nobel de este año realizaron experimentos, en 1984 y 1985, con un circuito eléctrico en el que demostraron tanto el efecto túnel de la mecánica cuántica como los niveles de energía cuántica en un sistema lo suficientemente grande como para sostenerlo en la mano.
Presente y futuro
«Es maravilloso poder celebrar la forma en que la mecánica cuántica, que tiene un siglo de antigüedad, sigue proporcionándonos nuevas sorpresas. También es extremadamente útil, ya que la mecánica cuántica es la base de toda la tecnología digital», declaró Olle Eriksson, presidente del Comité Nobel de Física.
Los transistores de los microchips de ordenador son un ejemplo de las aplicaciones de la tecnología cuántica. Este reconocimiento es una oportunidad para el desarrollo de la próxima generación de tecnología cuántica, incluida la criptografía cuántica, los ordenadores cuánticos y los sensores cuánticos».
El premio Nobel de Física 2025 fue otorgado a John Clarke, Michel H. Devoret y John M. Martinis. Es por sus descubrimientos en mecánica cuántica.
El premio Nobel de Física 2025 fue otorgado este martes a John Clarke, Michel H. Devoret y John M. Martinis «por el descubrimiento del efecto túnel cuántico macroscópico y la cuantización de la energía en un circuito eléctrico”.
Se trata del segundo galardón que reveló este año la Real Academia Sueca de Ciencias en Estocolmo, luego de entregar este lunes el premio de Medicina.
Los físicos premiados construyeron un experimento utilizando un circuito eléctrico superconductor para tratar de responder cuál es el tamaño máximo de un sistema capaz de mostrar efectos cuánticos, es decir, hallar el límite en el que aplican las reglas del mundo microscópico y empiezan las del mundo visible.
Entre 1984 y 1985, Clarke, Devoret y Martinis realizaron experimentos y construyeron un circuito de superconductores separados por una fina capa aislante. Al pasar corriente por el circuito, descubrieron que las cargas eléctricas se comportaban como una única partícula macroscópica. Este sistema podía “escapar” de su estado de corriente sin voltaje mediante el efecto túnel cuántico, mostrando así su naturaleza cuántica. También demostraron que el sistema solo podía absorber o emitir cantidades discretas de energía, como predice la mecánica cuántica.
El Senasa anunció que el país recuperó el estatus libre de la enfermedad. Las tareas de vigilancia epidemiológica continúan en todo el territorio nacional.
Tras un brote de influenza aviar en PBA, la Argentina reactiva las exportaciones de productos avícolas (Foto: Senasa)
Buenos Aires, domingo 4 octubre (PR/25) –La Argentina reactivó las exportaciones de productos avícolas que se habían suspendido luego que el Senasa detectara un caso de influenza aviaren aves de corral a finales de agosto. Tras más de 28 días sin nuevos reportes sanitarios en la provincia de Buenos Aires, el organismo sanitario se autodeclaró libre de la enfermedad.
Así, el organismo remitió el informe a la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA). El resultado positivo a IAAP H5 había sido detectado en un establecimiento de gallinas ponedoras ubicado en Los Toldos, provincia de Buenos Aires.
La Argentina reactiva las exportaciones de productos avícolas, tras un brote de influenza aviar en PBA (Foto: Senasa)
“Concluidas las tareas de sacrificio, enterramiento, limpieza y desinfección en la zona afectada, y transcurridos más de 28 días sin nuevos reportes sanitarios, el organismo nacional formalizó la presentación internacional, lo que permitirá retomar el comercio de mercancías aviares con distintos socios”, informó el Senasa.
Las autoridades aclararon que las tareas de vigilancia epidemiológica continúan en todo el territorio nacional. Y recordó a responsables de granjas comerciales y a tenedores de aves de traspatio la obligación de notificar de manera inmediata cualquier sospecha de influenza aviar.
“Una detección temprana resulta clave para contener la enfermedad y evitar su propagación”, señalaron.
Qué es la influenza aviar
La influenza aviar (IA) tipo A es una enfermedad altamente infecciosa, producida por un virus de la familia Orthomyxoviridae que afecta principalmente a las aves domésticas y silvestres. También pueden contraerlo las personas, equinos, porcinos y caninos.
La influenza aviar puede clasificarse en dos categorías, según la gravedad de la enfermedad:
Influenza aviar de baja patogenicidad (IABP): causa leves o ningún signo clínico;
Influenza aviar de alta patogenicidad (IAAP): puede causar signos clínicos graves y, potencialmente, altos índices de mortalidad (hasta un 90 o 100% de las aves de un lote).
En bovinos, los parásitos ya no responden como antes: urge combinar diagnóstico y manejo. INTA estudia nuevas herramientas.
Bovinos. Urge combinar diagnóstico y manejo contra los parásitos.
Buenos Aires, jueves 2 de octubre (PR/25) .- La producción global de bovinos enfrenta uno de sus mayores desafíos sanitarios: la pérdida de eficacia de los antiparasitarios químicos. Este escenario, que el Dr. Miguel Buffarini del INTA General Villegas califica como un «proceso casi inevitable», obliga a veterinarios y productores a buscar estrategias de control sustentable.
Nuevo método del INTA para diagnosticar parásitos en bovinos
En una reciente charla técnica organizada por el INTA Balcarce, el profesional presentó las experiencias de INTA en la evaluación de compuestos bioactivos, específicamente taninos, como complemento para mantener la productividad y prolongar la vida útil de las drogas sintéticas.
La gravedad subestimada de la resistencia
Durante años, el control de las parasitosis gastrointestinales en rumiantes «se ha basado casi exclusivamente en el uso de antiparasitarios químicos de antihelmínticos químicos. Hoy vemos con preocupación la presencia de resistencia a los antihelmínticos de amplio espectro en casi todos los lugares donde se ha buscado», señaló Buffarini.
El impacto de las parasitosis no es menor, pues «no solo afecta la producción sino obviamente la salud y el bienestar del animal». Aunque la sarna pueda ser más visible, el problema de la resistencia es profundo y, según el experto, en Argentina «en general se subestima la gravedad del problema».La consecuencia más grave es que «estamos perdiendo la herramienta principal de control», incluyendo compromisos serios en lactonas macrocíclicas, benzimidazoles y, en muchos lugares, el levamisol (antihelmético)».Esta crisis tiene un impacto económico directo y a menudo invisible para el productor medio: «Estoy casi seguro que son muchos kilos los que se pueden estar perdiendo en situaciones comunes de una recría», señaló el especialista.
Estrategias de manejo para la sostenibilidad
Ante la urgencia, Buffarini enfatizó la necesidad de aplicar buenas prácticas y herramientas de diagnóstico. Medidas como evitar la importación de resistencia, implementar cuarentenas, y limitar el uso de antiparasitarios solo a las categorías susceptibles son cruciales.
Fundamentalmente, es imprescindible conocer la situación sanitaria del rodeo. La recomendación clave es: «La incorporación del HPG [conteo de huevos por gramo] como una práctica de diagnóstico, parece ser, por lo menos, algo super necesario, al igual que es vital determinar la actividad, o sea, el control de tratamiento o un test de eficacia», remarcó.
En este contexto de manejo inteligente, surgen las herramientas alternativas, definidas como cualquier estrategia o sustancia que permita «disminuir el efecto de los parásitos o disminuir la necesidad del tratamiento», reduciendo así la presión de selección de las drogas.
Taninos: un mecanismo de defensa sin resistencia
Dentro del abanico de opciones alternativas, los compuestos bioactivos son los más prometedores, especialmente los taninos. Estos «compuestos polifenólicos que están en la mayoría de las plantas» funcionan de dos maneras:
1. Efecto indirecto: Mejoran la respuesta nutricional (calidad de proteína bypass) y fortalecen la respuesta inmunitaria del animal.
2. Efecto directo: Interactúan con las proteínas de la cutícula y las enzimas de secreción de los parásitos.
El mecanismo directo ofrece la ventaja más notable frente a la resistencia química. A diferencia de un antihelmíntico sintético que se une a un receptor específico que puede mutar, los taninos ejercen un «efecto abrasivo sobre las cutículas y las larvas. Debido a que se trata de un efecto físico o mecánico, y no específico, por ahora no se conoce la posibilidad de que de resistencia a este tipo de mecanismos», apuntó Buffarini.
Además de su potencial antiparasitario, los taninos aportan beneficios ambientales: disminuyen la producción de metano entérico y reducen el nitrógeno urinario (perjudicial) a favor de un aumento del nitrógeno fecal (de menor impacto ambiental).
Resultados locales de INTA en bovinos
Aunque históricamente la mayoría de las evaluaciones se centraron en ovinos, los estudios realizados en el INTA confirman el potencial de los taninos en bovinos de recría con infecciones naturales.
Al evaluar un extracto vegetal rico en taninos condensados (VIPRO), se observaron «eficacias significativas de alrededor del 45 o 50%, que al principio nos parecían bajas pero son las que se repiten en la mayoría de los ensayos donde se hacen evaluación de este tipo», indicó el profesional.
Los géneros de parásitos que mayor reducción mostraron fueron aquellos de abomaso: Haemonchus, Ostertagia y Trichostrongylus (géneros de parásitos nematodos gastrointestinales comunes en rumiantes). Además, el producto no afectó el consumo y, por el contrario, «mejoró la ganancia de peso que eso redunda en aumento de productividad».
Un punto de máximo interés para la industria es la posibilidad de combinación. La coadministración de este extracto con antihelmínticos de síntesis inyectados (ivermectina y ricobendazol) demostró que «la asociación mejoró en algún punto la eficacia de la droga sola». Los análisis farmacocinéticos confirmaron que «la coadministración no presenta interacciones negativas», un hallazgo valioso que permite considerar la estrategia como complementaria en escenarios de baja eficacia.
A cuidar las herramientas y adoptar nuevas tácticas
El mensaje final de Buffarini para veterinarios y productores es claro: la resistencia es un problema serio que cuesta «mucha plata» en kilos de producción perdidos. Las alternativas existen y están siendo evaluadas a nivel local.
No obstante, el profesional recalca la necesidad de proteger lo ya existente: «es muy importante no perder la eficacia de los antiparasitarios de síntesis», pues son productos desarrollados con facilidad de uso que han generado enormes beneficios.
La clave para un control sustentable es integrar el diagnóstico (HPG y test de eficacia) con el uso estratégico de prácticas de manejo y herramientas como los taninos, permitiendo así una reducción o, al menos, un «espaciamiento entre tratamientos que puede ser una alternativa sostenible en el tiempo».