Derechos de exportación y campaña fina: Los resultados proyectados comprometen la viabilidad económica del trigo y la cebada en buena parte del área productiva.
Buenos Aires, jueves 22 mayo (PR/25) — Las primeras intenciones de siembra de la campaña fina muestran un fuerte repunte para el ciclo 2025/26.
De acuerdo con la Encuesta SEA CREA de marzo, se alcanzó el mayor nivel desde 2012 con un 33% de participación en el plan de siembra, resultado que responde principalmente a la buena situación climática al momento de efectuar el relevamiento.
Sin embargo, los excesos hídricos registrados desde entonces y el nivel de precios vigente son obstáculos relevantes para que tales intenciones se materialicen.
En efecto, es necesario mejorar la ecuación económica y ofrecer certezas que permitan planificar y decidir los portfolios productivos y de negocios, principalmente a través de la eliminación de los derechos de exportación (DD.EE).
En este marco, el Gobierno nacional continúa avanzando con el programa de estabilización de la economía local y desde 2024 logró sanear las cuentas fiscales, reorientar el crédito hacia el sector privado, reducir substancialmente la tasa de inflación y eliminar las distorsiones generadas por una brecha cambiaria superior al 100% en 2023.
Se trata de avances importantes para el país en general, y para el sector agropecuario en particular. No obstante, en el corto plazo se generan tensiones debido a que la normalización macroeconómica fue mucho más rápida que los cambios particulares necesarios en la política agropecuaria.
Medidas que impactaron positivamente, y lo que todavía falta
Más en detalle, la actual administración tomó medidas positivas: eliminó las restricciones cuantitativas a las exportaciones, el impuesto PAIS y promovió la apertura comercial para bajar los precios, muy elevados en la comparación internacional, que paga el sector por los insumos y los bienes de capital.
Sin embargo, todavía permanecen vigentes los DD.EE., que son la principal política discriminatoria que enfrenta la producción agropecuaria e implican una carga adicional respecto de la ya elevada presión tributaria de la economía argentina. Incluso, mientras que el gravamen se eliminó para los productos industriales, a partir de julio tendría su fin la baja transitoria implementada en enero para los granos.
En particular, si se hace foco en los cultivos de fina (trigo y cebada), hay una suma de factores que vuelven urgente eliminar el gravamen, replicando la medida adoptada para la industria.
Por un lado, el anclaje del tipo de cambio, habitual en los planes para bajar la inflación, llevó a que su competitividad se encuentre en línea con la vigente en los años 90, uno de los momentos más bajos de la serie en términos históricos.
A su vez, los precios internacionales vienen cayendo desde los máximos alcanzados en los meses subsiguientes a la invasión de Rusia a Ucrania, y hoy están apenas un 7,5% por encima en términos reales de los valores vigentes entre 1998 y el 2000, cuando un ciclo de crisis internacionales y la baja de los precios de las commodities el marco de la rigidez de la convertibilidad potenciaron las dificultades macroeconómicas y sectoriales.
Así, si bien los DD.EE. constituyen siempre un gravamen sumamente distorsivo y dañino para la actividad, sus efectos negativos se tornan hoy insostenibles dado que no existe una coyuntura de dólar o de precios internacionales elevados que permita mitigarlos.
En estas condiciones, los resultados proyectados comprometen la viabilidad económica del trigo y la cebada en buena parte del área productiva.
Los DD.EE también ocasionan pérdidas a nivel sectorial y nacional, al romper la relación existente entre granos cobrados al valor internacional menos retenciones, insumos y productos, que se pagan a su valor internacional o que, incluso, tienen sobrecostos respecto de los países competidores.
De esta manera, de cualquier inversión que se realice en insumos, tecnologías o procesos para aumentar la producción, el estado se llevará, independientemente del resultado, entre el 12% y el 33% del grano adicional producido, disminuyendo fuertemente el atractivo de los proyectos.
Invertir es caro en términos de granos, que son la moneda del empresario agrícola. Se trata de un aspecto especialmente relevante para el trigo y cebada, donde, en promedio, el 38% y el 43% de los costos totales se compone de fertilizantes, y donde la nutrición del cultivo es fundamental a la hora de determinar no solo el rinde, sino la propia sostenibilidad de los sistemas productivos del país.
¿Qué implicaría la quita de DD.EE. para la campaña fina?
De acuerdo con cálculos propios, la quita de DD.EE. implicaría en lo inmediato un aumento de la fertilización nitrogenada, que favorecería a su vez un incremento de la producción de trigo de 2,7% (equivalentes a 112 millones de dólares de exportaciones).
Así, en este contexto de bajos precios internacionales y apreciación cambiaria, la persistencia de los de DD.EE. podría ser uno de los elementos que explica la evaluación actual que efectúan los empresarios CREA: en mar-25, el 72% de las empresas del Movimiento percibía que la situación del país era mejor que la de un año atrás; sin embargo, solo el 25% consideraba que se trataba de un buen momento para invertir.
En suma, de cara a la siembra de granos finos, el sector agropecuario necesita de algo muy simple pero que le es negado sistemáticamente desde 1930: que los precios de sus insumos y productos sean los del mercado, y que los impuestos a pagar sean los mismos que paga cualquier otra actividad.
Para ello, es menester eliminar los DD.EE. con urgencia para los cultivos de la próxima cosecha fina.
Bajo esas condiciones, el sector ya demostró en el pasado que tiene las capacidades necesarias para invertir, ser competitivo a nivel internacional y producir con la mejor tecnología disponible, siendo un caso de éxito de los que, lamentablemente, no abundan en la Argentina.
Cabe destacar que estos beneficios son alcanzables con un costo fiscal acotado: suponiendo una cosecha promedio, el trigo y la cebada aportarían USD 3293 millones de exportaciones 2026, lo que se traduce en una recaudación por DD.EE. de USD 395 millones (0,05% del PBI).
Resulta clave avanzar rápidamente en su eliminación, de manera tal que los productores de fina puedan concretar la intención de siembra fina evidenciada en el ciclo 2025/26.
Acerca de CREA
CREA es una asociación civil sin fines de lucro integrada y dirigida por empresarios agropecuarios que se reúnen en grupos para optimizar los resultados de sus organizaciones a través del intercambio de conocimientos, ideas y experiencias.
Buenos Aires, miércoles 21 de mayo (PR/25) .- Las Bolsas de Cereales de Bahía Blanca; Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y las de Comercio de Chaco; Rosario y Santa Fe expresaron que el anuncio de la continuidad de la baja de retenciones para trigo y cebada hasta el 31 de marzo del 2026 es una buena y esperada medida para incentivar la siembra de la cosecha fina, mejorando la productividad que seguramente se traducirá en mayores volúmenes de producción e ingresos de divisas. Asimismo, esperan que el Gobierno, al continuar por la senda del superávit fiscal, pueda prontamente continuar con la mejora para los todos cultivos
Rosario, martes 20 mayo (PR/25) — El último informe del Departamento de Agricultura de EE.UU. generó movimientos mixtos en los mercados agrícolas.
Mientras los números de soja alentaron una suba de precios, las proyecciones para el maíz en Argentina y Brasil abren una ventana clave para anticipar ventas. El trigo, en cambio, sigue sin repuntar.
Dante Romano, profesor e investigador del Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral, analiza los principales drivers del mercado.
Buenos Aires, 19 de mayo de 2025 – El reporte del pasado lunes 12 de mayo del USDA, uno de los más esperados del año, llegó con sorpresas: los stocks de soja bajaron más de lo previsto, y aunque los de maíz subieron, lo hicieron por debajo de lo temido. Para el trigo, en cambio, las cifras fueron bajistas tanto en EE.UU. como a nivel global.
“El mercado venía con tono positivo gracias a un acercamiento entre EE.UU. y China, y este informe ayudó a sostener ese sentimiento. Pero el maíz empieza a tomar un lugar central por las señales que se dan desde la cosecha argentina y la safrinha brasileña”, explicó Dante Romano, profesor e investigador del Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral.
Pese a la tendencia positiva, el mercado encontró resistencia en EE.UU. cuando la EPA propuso un recorte en el consumo de biodiesel y avaló exenciones a las metas de uso para ciertas industrias, algo que enfrió los precios.
En Argentina, la cosecha de soja avanzó fuerte, aunque el pico de presión estaría por concluir en pocos días. En Brasil, los embarques de mayo podrían marcar un récord, sumando presión bajista.
“Evitar llegar a la cosecha con necesidad de venta fue clave. Hoy quedan oportunidades para colocar soja en posiciones diferidas a buenos valores. Pero la prioridad de venta debe estar en el maíz, donde el ingreso fuerte está a la vuelta de la esquina”, indicó Romano.
El maíz cobra fuerza: premios, cosecha y clima favorable
En maíz, la cosecha argentina está demorada, pero los compradores ya tienen barcos esperando. Esto genera premios con descarga inmediata. En breve, con el fin de la trilla de soja, se reactivaría el maíz, sumando presión de oferta justo cuando también ingresa la safrinha brasileña, beneficiada por lluvias recientes.
“El clima ayudó en Brasil, y eso llevó a revisar al alza su producción esperada. Llegar bien vendidos a julio será clave, porque el ingreso de oferta regional será muy importante”, afirmó Romano.
En el mercado de trigo, en cambio, la demanda sigue floja: Rusia y Ucrania son optimistas, y en EE.UU. las condiciones mejoran con rindes récord proyectados en Kansas. La única variable alcista proviene de China, que atraviesa una ola de calor justo cuando sus cultivos definen rendimientos.
“En el plano local, el trigo está muy debilitado. Con saldos exportables que pesan sobre el disponible y una intención de siembra elevada, los precios bajaron. Hoy no recomendamos especular con un rebote impulsado por China”, advirtió el especialista.
Finalmente, las negociaciones entre EE.UU. y China en Suiza trajeron optimismo: se habló de un acuerdo para reducir el déficit comercial y de un nuevo foro económico.
Sin embargo, Beijing sigue diversificando su abastecimiento: compró 500.000 tn de trigo a Australia y Canadá, evitó el trigo estadounidense, aprobó la importación de burlanda de maíz desde Brasil y firmó una carta de intención con Argentina por 900 millones de dólares en productos agropecuarios.
Buenos Aires, martes 20 mayo (PR/25) — La pregunta por la abstención electoral no puede reducirse a la falta de representación o al descrédito de los partidos. Quizá algo más profundo se pone en juego: una transformación en la forma en que los sujetos se relacionan con la política, con el otro, e incluso con su propio deseo.
No votar podría no representar sólo desinterés o rebeldía. En muchos casos, puede ser una forma de retirada subjetiva. En contextos marcados por la precariedad laboral, la saturación emocional y la pérdida de referentes colectivos, el acto de votar (que alguna vez fue expresión de voluntad y de proyecto compartido) se convierte en un gesto vaciado, mecánico o directamente prescindible. Pareciera que no se trata de no entender lo que está en juego, sino de no sentir que haya algo en juego para el sujeto.
El clima de época incluye a la política como desactivada en su capacidad de transformación. Ya no se la rechaza frontalmente; simplemente se la vive como algo ajeno, un espectáculo al que se asiste sin participar. Esa desconexión no se produce por ignorancia o apatía, sino por saturación. Cuando la vida cotidiana se organiza en torno al cansancio, la supervivencia y el miedo, no queda espacio psíquico para el compromiso simbólico que implica votar.
De esta manera, “no ir a votar” puede leerse como una economía del deseo. Votar implica suponer que hay un otro capaz de encarnar una promesa, una representación, una respuesta. Pero, ¿qué pasa cuando el lazo social se deteriora al punto de que ya no se espera nada de nadie? En ese punto, el sujeto se retira. No como acto heroico, sino como defensa frente a la decepción anticipada.
En las elecciones legislativas 2025 de CABA sólo voto algo más del 53%.
No votar, Este hecho no es nuevo, pero parecer profundizarse en un tiempo donde la subjetividad está cada vez más capturada por lógicas de rendimiento y competencia. En ese marco, la política aparece como una carga más. No votar, entonces, no es un vacío, sino una señal: hay algo del lazo social que ya no funciona. No hay identificación posible porque no hay disponibilidad afectiva.
Es posible que los resultados recientes no hablen sólo de ganadores y perdedores, sino también de una fractura más honda, menos visible. Una grieta en el lazo social, en la expectativa compartida de que algo puede cambiar. No se trata de romantizar la abstención ni de condenarla, sino de leerla. De preguntarse qué condiciones hacen falta para que la política vuelva a ser habitable.
El problema no es solo cómo convocar a la participación, sino cómo restituir el deseo. Porque mientras el sujeto no desee, ninguna oferta política logrará interpelarlo. La abstención no dice “no me importa”, sino “ya no puedo creer”.
Y cuando el deseo se retira, el voto deja de tener sentido.
(*) Psicóloga y coordinadora de Investigación Cualitativa de Proyección Consultores
Fuente: Newsweek
Desinterés en las urnas: ¿alarma democrática o evolución política?
La baja participación electoral en Argentina es un reflejo de la crisis de representatividad y la apatía ciudadana hacia la política.
La baja concurrencia a las votaciones se ha vuelto una tendencia cada vez más evidente en numerosos países. Tal es el caso que nos ocupa por las últimas elecciones en Argentina. Ya no se trata simplemente de una fluctuación temporal del interés ciudadano, sino de un fenómeno más profundo, que revela una crisis de representatividad, apatía generalizada y una distancia creciente entre la mayoría de los políticos y gran parte de la sociedad.
Resultado: las urnas se vacían no solo de votos, sino también de esperanza.
Uno de los elementos más perceptibles es la indiferencia; donde numerosos ciudadanos, en particular los jóvenes, expresan indiferencia hacia los procesos electorales, llegando a no votar incluso cuando se refiere a puestos cruciales para el rumbo de la nación. Esta inapetencia no se debe a la falta de conocimiento o al desinterés por los temas públicos en general, sino más bien en gran parte a la decepción en sí misma.
Los políticos han dejado de ser considerados un instrumento de cambio y se han convertido en detentadores de privilegios, corrupción y promesas no cumplidas, de cuestiones tan simples como hacernos la vida diaria más fácil y ágil.
¿Por qué debemos votar, si nada parece cambiar?
A este desencanto se suma la falta de propuestas innovadoras por parte de los partidos políticos tradicionales, donde en muchas campañas electorales, los discursos se repiten, los candidatos parecen réplicas unos de otros y los programas no logran conectar con las preocupaciones reales de la ciudadanía.
En las últimas décadas, la política en Argentina se ha vuelto predecible, desprovista de ideas nuevas o de líderes que inspiren confianza y renovación.
En este contexto, gran parte del electorado se siente desmotivado, incluso traicionado, con las consignas vacías y las promesas imposibles que solo parecen alimentar el cinismo y el alejamiento.
Sin embargo, más allá del contexto político, existen elementos sociales y económicos que también justifican la reducida participación. En períodos de crisis económica, cuando numerosas familias batallan para alcanzar el final del mes (o una quincena), las prioridades se transforman: la inflación, un paro, las deudas y la angustiante incertidumbre financiera sitúan a la clase política electoral en una posición secundaria.
La cuestión se hace instantánea para muchos vecinos: ¿qué relevancia tiene votar si no hay alimentos en mi heladera, o no puedo pagar la tarjeta o no llego al alquiler?
Cuando la urgencia prevalece, el sufragio parece un lujo lejano o un proceso sin repercusiones en la vida de los ciudadanos de a pie.
Asimismo, el voto ha perdido su carácter de herramienta transformadora para muchos sectores populares. En barrios donde la pobreza estructural es la norma, la política solo aparece en épocas de campaña. Fuera de ese período, el abandono estatal es evidente en varios distritos. (Esto genera una percepción, muchas veces justificada, de que el sistema solo funciona para algunos, mientras la mayoría queda fuera).
Por ende, esta exclusión simbólica y material alimenta la indiferencia: y se suele escuchar en la calle que “votar no cambia nada, porque nadie nos representa”.
Otra cuestión clave es la creciente personalización de la política. En lugar de construir proyectos colectivos, los partidos vienen girando en torno a figuras individuales, y la discusión política se convierte en una pelea de egos, donde los intereses de la población quedan bastante relegados. (Dificultando la identificación ideológica con las propuestas y reforzando la percepción de que la política es un espectáculo, no un espacio de transformación social).
Ante esto, muchos optan por el silencio con su ausentismo, antes que participar de una “farsa” y puesta en escena.
Además, en un mundo hiperconectado, donde la información circula sin filtros y a velocidades vertiginosas, la confianza en las instituciones se ve erosionada. Las noticias falsas, los escándalos constantes y la polarización extrema crean un clima de desconfianza generalizada. Todo se percibe como un juego sucio, y votar, como una pérdida de tiempo. En lugar de motivar la participación, la información constante puede terminar paralizando o incluso desinformando al ciudadano.
Ante esta situación, nos podemos cuestionar y pensar cómo recuperar la fe en el sistema y en los políticos de turno…
Ahora, la solución no es fácil, pero indudablemente implica una transformación significativa en la manera de realizar política, siendo que será imprescindible que los partidos dejen de lado el marketing vacío y retomen la conexión con las verdaderas necesidades de las personas.
¿Es necesario un cambio generacional, ético y programático? Seguramente que sí, pero también que sitúe a la ciudadanía en el núcleo. Asimismo, resulta crucial fortalecer la educación en civismo desde la infancia, para que el acto de votar retome su valor tanto simbólico como práctico.
Buenos Aires, lunes 19 mayo (PR/25) — Con su abrumadora victoria en las elecciones porteñas, La Libertad Avanza (LLA) se apresta a convertirse en la nueva terminal de centro derecha que se concibe desde su antiperonismo, en una suerte de «nueva grieta» de la que desplazará al PRO.
Los 30 puntos obtenidos por los libertarios frente a los 15 del PRO en su bastión histórico dan cuenta de un nuevo fenómeno que consiste en una suerte de reemplazo «por derecha» para enfrentar al peronismo en las elecciones presidenciales de 2027.
Santiago Caputo, Karina Milei, Javier Milei, Pilar Ramírez y Manuel Adorni (Agencia Noticias Argentinas)
Lo dijo el propio Manuel Adorni en su discurso de la victoria, al invitar a sumarse a todos los dirigentes que quieran ser parte del «cambio». No sabemos si fue deliberado, pero casualmente apeló al mismo término que el PRO había utilizado como consigna para medirse contra el kirchnerismo desde 2015 en adelante.
«Tábula rasa», aclaró Adorni, al citar la misma expresión de la que había hecho uso el presidente Javier Milei en 2023 cuando acordó, justamente, con Patricia Bullrich. Una invitación a la que Macri pareció acceder, al aclarar horas después de la elección que estaba dispuesto a negociar «respetuosamente» con los libertarios, a las puertas de una eventual alianza en la provincia de Buenos Aires para medirse contra el gobernador Axel Kicillof y el aparato peronista.
Esa capitulación del PRO podría poner al partido amarillo al borde de una eventual extinción, después de un largo ciclo de 20 años que se inició después de la crisis de 2001.
El peronismo en la Ciudad, con mayores o menores lavados de cara, se estanca por su parte en un núcleo duro del 20 por ciento de los votos, desde Daniel Filmus a Daniel Santoro.
El otro dato saliente de la jornada fue la baja participación electoral, debido a que poco más del 53 por ciento del padrón acudió a las urnas.
De esa mitad que fue a votar, el 30 por ciento optó por un grupo que dice «detestar» a la política, como son los casos de Adorni y del propio Milei; que se definen como anti-políticos y que incluso hacen campaña con una motosierra y con promesas de cerrar instituciones, como hiciera el ganador de la jornada sobre el futuro del Canal de la Ciudad.
De modo que, de esa mitad que decide participar de las elecciones, un 30 por ciento opta por la no-política. Ahí está una de las claves de la jornada y de lo que viene para la política en Argentina.
(*) Jefe de Política de la Agencia Noticias Argentinas
Rosario, martes 6 mayo (PR/25) — Si bien avanza la cosecha, la comercialización no acompaña y preocupa al sector. “Los productores están vendiendo mucho menos que otros años, en un contexto de precios débiles y gran incertidumbre”, advierte Dante Romano, profesor e investigador del Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral.
Argentina enfrenta una situación crítica en plena cosecha gruesa. A pesar de que la recolección de soja avanza a buen ritmo (unos 12 puntos porcentuales por semana), la demora acumulada es considerable: se ha cosechado apenas el 25% del área, cuando en esta época del año lo habitual sería estar cerca del 50%. A esto se suman pronósticos de lluvias para los próximos días, que podrían demorar aún más los trabajos y comprometer el rinde y la calidad del grano.
“La comercialización también viene lenta, y eso genera problemas de logística y necesidad de financiamiento. Los productores se ven obligados a vender en un contexto de precios a la baja”, explicó Dante Romano, profesor e investigador del Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral.
Según Romano, los compromisos de entrega de soja están en apenas el 24% de la cosecha esperada, frente a un promedio histórico del 31% para esta fecha. “Es el ritmo más bajo de los últimos 11 años. Si analizamos sólo los negocios a precio, apenas se ha vendido un 11% de la producción, contra un 16% promedio”, detalló. Las razones, señaló, se deben a las dudas productivas, una cosecha lenta, y la incertidumbre macroeconómica, particularmente sobre el tipo de cambio y los derechos de exportación.
A pesar de este panorama, en la semana cerrada al 23 de abril se comercializaron 670.000 toneladas de soja, en línea con el promedio para la fecha.
Por su parte, el maíz se encuentra en una pausa entre la cosecha temprana y la tardía. “Como venimos planteando, sugerimos priorizar la venta de maíz, que hasta hace poco mostraba precios atractivos. Sin embargo, en la última semana el precio cayó 10 dólares por tonelada. Aún así, si se cuenta con ambos cultivos, seguimos recomendando vender maíz y esperar por la soja, que está más presionada por la cosecha”, sostuvo Romano. “Eso sí, el único temor es que al 30 de junio los derechos de exportación puedan volver a subir”, advirtió.
En el plano internacional, el contexto tampoco colabora. En Estados Unidos, las siembras de maíz y soja avanzan con condiciones climáticas favorables, mientras que las lluvias recientes mejoraron los cultivos de trigo, lo que empuja los precios a la baja. En tanto, en Brasil y Argentina la presión de cosecha también impacta negativamente en las cotizaciones.
A esto se suma un dato preocupante: la economía norteamericana se contrajo un 0,3% en el primer trimestre, y China redujo el porcentaje de uso de harina de soja en la alimentación porcina del 13% al 10%, acumulando stocks sin reducir sus importaciones. “Estos movimientos muestran que la guerra comercial tiene impacto, y pueden seguir afectando negativamente los precios”, concluyó Romano.
Este libro es el resultado de cuatro viajes de su autora, Matilde Fierro, a la parroquia de Medjugorje, en Bosnia Herzegovina, donde se aparece la Virgen María como la Reina de la Paz desde 1981.
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